Citas, matches y desastres

Capítulo 67

Valeria jamás había organizado un cumpleaños sorpresa en su vida. Y con toda la razón: la logística no era lo suyo. Apenas lograba organizar sus horarios de citas sin confundir nombres, como para encima coordinar un evento con globos, pastel y complicidad de varias personas.

Pero Claudia insistió:
—¡Es perfecto! A él le encanta la idea de los detalles, y si haces algo inesperado, vas a ganarte mil puntos.
—O perderlos todos —murmuró Valeria, imaginando un desastre monumental.

Con todo y dudas, aceptó. Pasó una semana planeando en secreto: invitaciones improvisadas por WhatsApp, un pastel encargado a última hora y un salón prestado por el primo de un amigo que, según la descripción, era “acogedor”. En realidad era un sótano con luces fluorescentes y un olor raro a pintura fresca.

El día llegó. Valeria estaba nerviosa, corriendo de un lado a otro con gorritos de cumpleaños que parecían sacados de una piñata de liquidación. Claudia la ayudaba a inflar globos, aunque uno explotaba cada cinco minutos.
—Esto parece más un campo de batalla que una fiesta —se quejó Valeria.
—Relájate, el caos es parte de tu encanto.

Cuando por fin todo estuvo más o menos listo, comenzó la operación “sorpresa”. La idea era que alguien lo llevara hasta el lugar, mientras todos esperaban escondidos.

Pero había un problema: Valeria no había calculado la puntualidad. Algunos invitados llegaron media hora tarde; otros, demasiado temprano. Y el cumpleañero… apareció quince minutos antes de lo previsto.

Resultado: al abrir la puerta, lo recibió la mitad del grupo escondido detrás de una mesa, Claudia corriendo con un gorro mal puesto y Valeria con el pastel aún cubierto de plástico.

—¡Sorp…! —dijeron todos, descoordinados, en un grito que más sonó a bostezo colectivo.

Él se quedó mirando la escena con cara de confusión.
—¿Esto es… un simulacro de incendio?
Valeria, roja como un tomate, levantó el pastel.
—No. Es tu sorpresa.

Y como si la situación no fuera ya lo bastante ridícula, al intentar quitarle el plástico al pastel, lo lanzó directo contra la camisa de él.

Hubo un silencio sepulcral. Luego, Claudia soltó una carcajada que contagió a los demás. En segundos, todos estaban riéndose, incluido él, con el pastel deslizándose lentamente por su pecho.

—Definitivamente —dijo, entre risas—, es el mejor cumpleaños de mi vida.
—¿De verdad? —preguntó Valeria, incrédula.
—Claro. Ningún otro incluye pastel al pecho y una novia que se pone roja como semáforo.

La fiesta continuó en medio del caos: globos reventados, vasos caídos y música que sonaba más fuerte en un parlante que en otro. Pero la risa fue la protagonista.

Al final de la noche, mientras todos se despedían, él tomó la mano de Valeria y dijo en voz baja:
—No me importa cómo salió. Lo que vale es que lo pensaste para mí. Eso es el mejor regalo.

Y aunque la fiesta fue un desastre logístico, Valeria se fue a dormir con una certeza: a veces los accidentes eran mucho mejores que la perfección.



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En el texto hay: romance, humor

Editado: 20.09.2025

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