Citas, matches y desastres

Capítulo 68

Valeria siempre se había considerado una mujer tranquila, madura, cero drama.
O al menos eso pensaba… hasta que un día conoció a su peor enemigo: los celos.

Todo empezó en una cafetería donde habían quedado para trabajar juntos (otra vez, porque claramente no aprendieron nada del coworking del caos). Todo iba bien: cafés espumosos, laptops abiertas, risas discretas entre correcciones de informes.

Hasta que entró ella.

Una chica alta, de cabello perfecto y sonrisa de anuncio dental, que lo saludó con una familiaridad sospechosa.
—¡Hola! —dijo, dándole un abrazo que a Valeria le pareció demasiado prolongado para alguien “solo conocida”.

Valeria levantó la vista de la computadora, entrecerrando los ojos como detective en serie de crimen.
—¿Quién es? —preguntó con tono casual, aunque en realidad estaba lista para tomar notas en un expediente secreto.
—Ah, una amiga de la universidad —respondió él, tranquilo.

Pero Valeria no escuchó nada después de la palabra “amiga”. Su mente la tradujo automáticamente como: ex, rival, futura amenaza.

Durante la siguiente hora, Valeria se convirtió en una caricatura de sí misma: se inclinaba demasiado hacia él, reía más fuerte de lo normal, y hasta llegó a decir una frase absurda como:
—¡Ay, qué divertido cuando me enseñaste a abrir botellas de vino con un zapato!
Él la miró raro.
—Eso nunca pasó.
—Bueno… todavía no, pero podríamos intentarlo.

La “amiga” se despidió con otro abrazo sospechoso, y cuando salió, Valeria cruzó los brazos.
—¿Cuántas “amigas” así tienes?
Él la observó divertido.
—¿Estás celosa?
—¿Yo? ¡Por favor! Yo no soy de esas.
—¿Segura? Porque estabas a punto de declararte campeona de risas forzadas.

Valeria se hundió en la silla, dándose cuenta de lo ridícula que había actuado. Pero antes de que pudiera disculparse, él soltó una carcajada.
—Eres adorable cuando intentas ocultar tus celos.

Ella abrió la boca, ofendida, pero terminó riéndose también. Porque era cierto: había hecho el ridículo.

Más tarde, ya en casa, le contó a Claudia.
—Fue horrible, me comporté como una villana de telenovela.
—¡Pero seguro fue gracioso! —dijo Claudia—. Los celos son como el picante: un poquito hace que todo se ponga interesante.

Valeria suspiró, pensando que tal vez tenía razón. No necesitaba fingir perfección, porque al final, entre risas y celos bobos, lo que los unía era la forma en que podían reírse hasta de lo incómodo.

Esa noche, recibió un mensaje de él:
“La próxima vez que te pongas celosa, avísame. Así traigo palomitas.”

Valeria sonrió. Quizás ser un poco ridícula no era tan malo después de todo.



#2659 en Otros
#707 en Humor
#1304 en Novela contemporánea

En el texto hay: romance, humor

Editado: 20.09.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.