Si alguien conocía todos los dramas de Valeria, esa era Claudia.
De hecho, Claudia solía decir que era como su “terapeuta no licenciada”, con especialidad en “desastres románticos y crisis existenciales”.
Todo empezó un jueves por la noche, cuando Valeria llegó a su casa arrastrando los pies. Había tenido un día de locos en el trabajo y, para rematar, un mensaje de él que decía simplemente:
“Tenemos que hablar.”
La frase maldita.
La combinación explosiva de tres palabras que puede destruir la paz mental de cualquiera.
Valeria marcó directo a Claudia:
—Amiga, necesito ayuda urgente.
—¿Qué pasó? ¿Se incendió tu apartamento? ¿Descubriste que eres adoptada? ¿O finalmente aprendiste a cocinar arroz?
—Peor —respondió Valeria—. Me mandó un “tenemos que hablar”.
Claudia suspiró con dramatismo.
—Eso sí es grave. Tranquila, preparo mi kit de emergencias.
El kit de Claudia 👜🍫
A los veinte minutos, Claudia apareció en su puerta con una bolsa que parecía sacada de una película:
Chocolates de todos los tamaños.
Una botella de vino barato (pero efectivo).
Cremas faciales que nadie usaba, pero que daban la ilusión de autocuidado.
Y, por supuesto, un par de pijamas ridículas para animar la noche: una con unicornios y otra con aguacates sonrientes.
—¿Cuál quieres? —preguntó alzándolas como si fueran vestidos de gala.
—El aguacate —dijo Valeria sin dudar.
La terapia improvisada 🍷
Entre tragos de vino y mordiscos de chocolate, Valeria le contó todo: el viaje de la oficina, las miradas, los gestos, los celos tontos, la confusión.
Claudia escuchaba como jueza de programa de talentos, tomando notas invisibles en el aire.
—Ok, conclusión: el tipo te gusta y a él claramente también le gustas.
—Pero… ¿y si me equivoco? —preguntó Valeria.
—Amiga, si te equivocas, se ríen los dos y ya. Mira, peor sería mandar un audio borracha cantando rancheras.
—Eso ya lo hice.
—¿Quéee? —Claudia casi se atraganta de la risa—. Eres mi heroína.
El plan de rescate 🪂
Cuando Valeria ya estaba más calmada, Claudia se puso seria (bueno, lo más seria que podía ponerse).
—Lo que necesitas no es huir, es enfrentar la conversación. La próxima vez que él te diga “tenemos que hablar”, tú respiras profundo, sonríes y contestas: “Perfecto, ¿quieres antes un café o una pizza?”.
Valeria la miró incrédula.
—¿Pizza?
—¡Claro! La pizza resuelve todo. ¿Qué clase de “tenemos que hablar” puede salir mal con queso de por medio?
Valeria soltó una carcajada tan fuerte que casi derrama el vino.
Final de la noche 🌙
Ya con el corazón más liviano, Valeria se quedó dormida en el sofá, mientras Claudia veía una serie y comía el chocolate que había prometido “guardar para mañana”.
Antes de irse, Claudia le dejó un post-it pegado en la nevera que decía:
“Si la cosa sale mal, me llamas. Si la cosa sale bien, también. ¡Quiero los detalles!”
Valeria despertó con la notita en la mano, sonriendo. Porque, aunque su vida amorosa fuera un caos absoluto, al menos tenía a Claudia, su escudera oficial en cada desastre.