Citas, matches y desastres

Capítulo 72

Después de semanas de mensajes accidentales, encuentros caóticos y confesiones dignas de telenovela, había llegado el gran momento: la primera cita oficial.
Nada de cafés improvisados, nada de coincidencias en la oficina, nada de karaoke accidental. Esta vez, él la invitó de frente.

—¿Quieres cenar conmigo? En un restaurante de verdad, con sillas cómodas y todo.
Valeria parpadeó.
—¿Con sillas cómodas? Qué lujo.
—Sí, incluso tienen servilletas de tela.
—Ok, eso ya es demasiado elegante.

Valeria aceptó, aunque por dentro estaba hecha un manojo de nervios.

Preparativos de guerra 💄👗

La tarde de la cita, llamó a Claudia para que la ayudara a elegir atuendo. La sala de Valeria terminó pareciendo un probador de centro comercial: vestidos tirados por todas partes, zapatos desparramados y un gato que se había quedado dormido encima de una blusa de seda.

—Este vestido es muy formal.
—Ese otro parece pijama.
—Ese con flores grita: “voy a una boda campestre”.
—¿Y este negro? —preguntó Valeria.
Claudia la miró con solemnidad.
—Perfecto. Clásico, elegante… y no parece que planeas casarte ni ir al funeral de tu dignidad.

Valeria respiró hondo, se miró al espejo y se dijo: “Es solo una cena. Con alguien que me gusta mucho. Nada de qué preocuparse. Nada.”

La llegada 🚗✨

Él pasó a buscarla y, para su sorpresa, no llevó flores… sino un paquete de galletas.
—¿Qué es esto? —preguntó Valeria entre risas.
—Las flores se marchitan. Estas son galletas de chocolate. Eternas en el corazón.
Valeria se derritió un poco. Ok, bastante.

El restaurante era lindo, con luces cálidas y música suave. Todo parecía perfecto… hasta que el mesero se tropezó y casi tiró una bandeja de copas encima de ellos.
—Eso fue una señal —dijo Valeria.
—¿De qué?
—De que nada en mi vida puede ser normal.

Conversaciones y nervios 😅

Al principio hablaron de cosas simples: el trabajo, series que veían, anécdotas de infancia.
—Yo era el niño que siempre caía de los árboles —dijo él.
—Yo era la niña que le tenía miedo a las mariposas.
—¿Mariposas?
—¡Son traicioneras! Te rozan con las alas como si fueran ninjas.

Las risas rompieron cualquier tensión. Poco a poco, la charla fue tomando un tono más sincero.
—La verdad —dijo él, jugando con la copa—, estaba esperando este momento desde hace tiempo.
Valeria sintió un vuelco en el estómago.
—¿Y por qué no lo dijiste antes?
—Porque contigo todo es un desastre… pero uno que disfruto demasiado.

El desastre inevitable 🙃

Cuando parecía que la noche sería perfecta, Valeria, en un gesto torpe, movió la mano y volcó medio vaso de vino… justo sobre su vestido negro impecable.
—¡Nooo! —gritó.
Él se levantó rápido y trató de ayudarla con la servilleta.
—Tranquila, nadie se dio cuenta.
Valeria miró alrededor: todos en las mesas cercanas los observaban como si estuvieran viendo una película.
—Sí, súper discreto.

En vez de ponerse a llorar, Valeria soltó una carcajada imparable. Y él la siguió. En cuestión de segundos, los dos estaban riéndose como locos en medio del restaurante.

El cierre inesperado 💕

Al salir, todavía riéndose, él tomó su mano.
—Gracias por esta noche, desastre y todo.
—Lo mismo digo. Aunque mi vestido ahora huele a bodega.
—Me gusta más así —respondió, inclinándose un poco.

Y en medio de la calle, con autos pasando y un farol parpadeante sobre sus cabezas, se dieron el primer beso oficial.
No fue perfecto, no fue planeado, pero fue muy ellos: torpe, divertido y sincero.

Valeria llegó a casa con el vestido manchado, las galletas en la cartera y una sonrisa que ni el vino ni el ridículo pudieron borrar.



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En el texto hay: romance, humor

Editado: 20.09.2025

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