Valeria había decidido que ese sábado iba a ser sagrado: pijama todo el día, mascarilla en la cara, Netflix, y comida chatarra. Nada de citas, nada de dramas, nada de maquillaje.
Por fin tendría un descanso de su vida amorosa accidentada.
Claro que el universo, siempre tan bromista, tenía otros planes.
El timbre maldito 🔔
A las once de la mañana, cuando Valeria estaba en plena coreografía improvisada con un cepillo de pelo como micrófono, sonó el timbre de su apartamento.
Se quedó congelada.
—No puede ser. Nadie toca mi timbre. Nadie.
Se asomó por la mirilla y casi se le cayó la mascarilla de pepino: era él.
Valeria entró en pánico. Llevaba un moño que parecía nido de palomas, una camiseta con la frase “Pizza is my soulmate” y pantalones de pijama de unicornio.
—¡No, no, no, no! —susurró—. ¿Por qué ahora?
La improvisación caótica 🙈
Corrió al baño, se miró al espejo y se asustó de sí misma. Tenía la cara verde por la mascarilla. Parecía Shrek en versión femenina.
—Perfecto. Ahora soy la ogra de su cuento de hadas.
El timbre sonó de nuevo.
Claudia, que justo estaba de visita, gritó desde el sofá:
—¡Ábrele! Si es tan especial como dices, que te vea en modo zombie también.
—¡Nooo! —protestó Valeria, mientras trataba de lavarse la cara a toda prisa—. ¡Al menos déjame parecer humana!
La sorpresa inesperada 🎁
Cuando finalmente abrió la puerta, él estaba allí, con una sonrisa y… ¡una caja enorme en las manos!
—Hola, Valeria. Pensé en pasar a verte. Te traje algo.
Valeria casi se desmaya. ¿Flores? ¿Chocolate? ¿Un diamante, quizás?
Nada de eso. Cuando abrió la caja, se encontró con… una pizza gigante con forma de corazón.
—¿Pizza… en forma de corazón? —preguntó, entre divertida y confundida.
—Sí. Se me ocurrió que era lo único capaz de competir contigo por mi atención.
Valeria soltó una carcajada tan fuerte que hasta los vecinos debieron escucharla.
La convivencia sorpresa 🍕💕
La visita improvisada se convirtió en un almuerzo en pijama. Él se rió de su camiseta “Pizza is my soulmate”, Valeria lo acusó de planear una conspiración contra su dieta (que nunca cumplía) y Claudia se encargó de fastidiarlos con comentarios como:
—Mmm, siento que me están robando mi pizza y mi espacio vital. Yo me retiro antes de que se besen frente a mí.
Al final, quedaron los dos solos, viendo películas ridículas y peleando por la última rebanada.
—Si quieres esa rebanada, tendrás que ganártela —dijo Valeria, alzando la caja como si fuera un trofeo.
—Entonces prepárate… —respondió él, inclinándose hacia ella con esa sonrisa pícara.
Valeria, con el corazón latiéndole a mil, pensó que a veces las mejores citas no eran las planeadas… sino esas visitas sorpresa que convertían un sábado cualquiera en un recuerdo inolvidable.