Valeria juraba que había madurado. Que los celos eran cosa de adolescentes inseguros, no de una mujer independiente y con experiencia en citas caóticas.
Pero claro, decirlo es fácil… hasta que aparece “ella”.
La nueva sospechosa 🤨
Todo empezó en una cafetería donde habían quedado para pasar una tarde tranquila.
Él llegó sonriente, pero no solo: una chica alta, con sonrisa perfecta y cabello de anuncio de shampoo lo acompañaba.
—Valeria, ella es Camila, una amiga de la universidad. —La presentó con naturalidad.
Valeria sonrió, pero por dentro su radar de celos se encendió como alarma de carro.
—Hola —dijo en automático, mientras por dentro pensaba: ¿Amiga? ¡Ajá! Y yo soy Beyoncé.
El espectáculo silencioso 😬
Camila se sentó con ellos “solo un momento”, pero ese momento se convirtió en cuarenta minutos de risas compartidas, recuerdos de juventud y miradas cómplices.
Valeria, con cada carcajada de él, se retorcía en la silla.
Decidió entonces hacer lo que toda persona madura hace en esas situaciones:
1. Fingir que todo estaba bien.
2. Pedir un café extra fuerte, como si la cafeína pudiera diluir los celos.
3. Sonreír con tanta rigidez que parecía un emoji congelado.
El plan ridículo 🤯
Cuando Camila se levantó para ir al baño, Valeria se inclinó hacia él y dijo con voz “tranquila”:
—¿Entonces… Camila?
—Sí, es una gran amiga.
—¿Amiga… con historia, quizás?
Él soltó una carcajada.
—¿Historia? ¡No! Nunca pasó nada.
Pero Valeria no estaba convencida. Así que, en un arranque impulsivo, decidió sacar su celular y revisar la cuenta de Instagram de él.
Claudia, que apareció justo en ese momento, le arrebató el teléfono y susurró:
—¿Otra vez stalkeando? ¡Ya pareces agente del FBI!
El estallido de sinceridad 💥
Cuando Camila finalmente se fue, Valeria respiró aliviada. Pero su alivio fue tan evidente que él la miró con una sonrisa divertida.
—¿Estabas celosa? —preguntó, arqueando una ceja.
—¡No! —respondió ella con tanta rapidez que quedó aún más en evidencia.
—Valeria, estabas mirándome como si Camila fuese un alienígena intentando robarme.
Valeria se cruzó de brazos, molesta consigo misma.
—Bueno, tal vez un poquito. Es que… tú y yo… y ella tan… tan… perfecta.
Él se rió y le tomó la mano.
—Pues yo no quiero a alguien perfecta. Quiero a alguien que me haga reír hasta cuando está celosa. Y ahí entras tú.
El giro cómico 😂
Justo en ese instante, Claudia interrumpió con una bandeja de postres.
—¿Alguien dijo “celos”? —preguntó con una sonrisa maliciosa—. Porque tengo brownies para todos menos para Valeria, que no sabe compartir.
Valeria rodó los ojos, pero terminó riéndose también.
Y aunque no lo admitiría en voz alta, supo que sus celos, versión 2.0, habían quedado registrados como otra anécdota divertida en esa montaña rusa llamada “amor”.