Valeria siempre pensó que los domingos eran días tranquilos, hechos para dormir hasta tarde, pedir comida por delivery y ver maratones de series sin culpas.
Pero aquel domingo demostró que, con él en su vida, tranquilo era una palabra que había desaparecido de su diccionario.
El desayuno fallido 🥞
Todo empezó con la brillante idea de preparar un desayuno romántico.
Valeria apareció en la cocina con entusiasmo, dispuesta a sorprenderlo con panqueques, jugo natural y café.
Lo que no calculó fue que:
1. Nunca había hecho panqueques sin terminar quemándolos.
2. El exprimidor se trabó y el jugo salió más ácido que un limón enojado.
3. El café se desbordó porque olvidó sacar la tapa de la cafetera.
Cuando él entró a la cocina, la encontró rodeada de humo, con un panqueque carbonizado en la mano.
—Buenos días… ¿o debo llamar a los bomberos? —bromeó.
Valeria se rió nerviosa.
—Era un desayuno romántico, pero creo que será desayuno… con sabor a desastre.
El paseo improvisado 🚶♀️🚶♂️
Después del fallido intento culinario, decidieron salir a caminar al parque.
El sol estaba radiante, los niños jugaban y todo parecía perfecto… hasta que un perro gigante decidió que Valeria era su nueva mejor amiga y saltó encima de ella, tumbándola al pasto.
Él, en vez de rescatarla, no paraba de reírse mientras el perro la bañaba a lengüetazos.
—¡Haz algo! —gritó Valeria entre risas y desesperación.
—Ya lo hice: saqué una foto. ¡Es la portada perfecta para el álbum de “nuestros domingos”!
El cine casero 🎬
Más tarde, se refugiaron en casa para ver una película.
La idea era elegir una comedia romántica, pero después de veinte minutos de discusión entre acción, terror y drama existencial, terminaron poniendo un documental sobre pingüinos.
—No sé qué es más romántico —dijo él—: ver pingüinos apareándose o discutir durante media hora por Netflix.
Valeria lo golpeó con un cojín, y ahí empezó una guerra de almohadas que terminó con los dos rodando por el sofá, muertos de risa.
La visita inesperada 🚪
Cuando por fin estaban abrazados, listos para su siesta de domingo, sonó el timbre.
Era Claudia, con una bolsa llena de empanadillas y cero intención de irse rápido.
—¿Interrumpo algo? —preguntó con una sonrisa pícara.
Valeria suspiró.
—Solo un domingo normal… o al menos lo intentábamos.
Claudia se instaló sin pedir permiso y puso su serie favorita en la tele.
Así, la cita de dos se convirtió en maratón de tres.
El final improvisado ✨
Ya de noche, cuando Claudia por fin se fue y el caos se había calmado, Valeria se acurrucó a su lado y murmuró:
—No era el domingo romántico que planeé.
Él la abrazó más fuerte y respondió:
—No, fue mucho mejor. Fue un domingo de locos… contigo. Y eso ya es perfecto.
Valeria sonrió, pensando que tal vez, con él, el caos era su nueva definición de felicidad.