Valeria había aprendido que en una relación había que saber negociar. Lo que no sabía era que negociar con él era como intentar convencer a un gato de que se bañe: misión imposible.
El inicio del debate 🤔
Todo empezó con algo aparentemente inofensivo: elegir dónde cenar.
—Quiero sushi —dijo Valeria con firmeza.
—Yo prefiero pizza —respondió él, cruzado de brazos.
—El sushi es ligero, elegante, saludable.
—La pizza es… pizza. Gana por goleada.
En teoría, era una conversación simple. En la práctica, se convirtió en un debate digno de congreso.
Los argumentos ridículos 🤯
Valeria sacó una lista de beneficios del sushi que había visto en internet: bajo en calorías, omega-3, “ideal para parejas modernas”.
Él contraatacó: la pizza era multicultural, democrática y, sobre todo, no necesitaba palillos.
Claudia, que apareció justo en ese momento (porque parecía tener radar para el drama), se sentó en el sofá con palomitas y gritó:
—¡Yo soy el jurado imparcial! ¡Empiecen las rondas!
Escalada de locura 😂
La discusión escaló. De “sushi o pizza” pasaron a:
¿Qué serie ver primero en Netflix?
¿Quién lava los platos cuando ambos cocinan?
¿De qué lado de la cama se duerme mejor?
Cada punto era defendido como si se tratara de un tratado internacional.
Valeria, con el ceño fruncido, exclamó:
—¿Te das cuenta de que este es el debate más ridículo del mundo?
—¡Y tú lo empezaste! —contestó él, entre risas.
El clímax absurdo 💥
Cuando Claudia ya lloraba de la risa con las ocurrencias de ambos, Valeria decidió jugar su última carta:
—Si ganamos los sushi-lovers, la próxima cita la planeo yo de principio a fin.
Él sonrió malicioso.
—Si ganamos los pizza-lovers, tendrás que admitir que la pizza es el verdadero lenguaje del amor.
Ambos se miraron fijamente, como dos políticos en debate televisado, hasta que el estómago de Valeria rugió tan fuerte que Claudia gritó:
—¡Empate técnico! ¡Vamos por pizza y sushi!
El desenlace inesperado 🍣🍕
Al final, terminaron pidiendo ambos. Comieron sushi como entrada y pizza como plato principal.
Mientras ella mordía un roll, él dijo con una sonrisa:
—¿Ves? Funcionamos mejor juntos cuando dejamos de discutir.
Valeria rió y lo miró con cariño.
—Tal vez… pero los debates contigo siempre me hacen reír, y eso también cuenta como amor.
Él la besó suavemente, y Claudia, desde la cocina, gritó:
—¡Eso no se vale! ¡El jurado no aprueba favoritismos!
Valeria pensó que, aunque imposible, aquel debate había terminado siendo uno de los más divertidos de su vida.