No puedo creer que no me haya creído, estoy tan dolida que no he parado de llorar desde que se fue; no tengo derecho a estar enojada porque se van a casar, pero que haya creído que quería hacer que peleara con ella por mí, me descontrolo, esta ha sido nuestra primera discusión desde que escapamos de ese lugar – y todo por esa arpía. – me digo a mi misma mientras tomo mi celular del taburete en la ventana, me tiro a la cama para seguir llorando.
Siento que tocan a la puerta, - ¡no quiero ver a nadie! – grito sin girarme en mi posición desde la cama, los toque se vuelven a escuchar tras la puerta y sé que ninguno de mis padres va a entrar sin que les diga que pase, - los golpes se detienen y me siento aliviada.
Aunque no quiero dormir, siento el sueño ganarme, no puedo seguir despierta, soy solo una niña de ocho años encerrada en un cuarto oscuro por donde solo entra un poco de luz solar; no hay más que un colchón donde puedo recostarme a veces en las mañanas cuando ya no puedo luchar contra el sueño; tengo miedo a quedarme dormida.
- ¿Por qué no has probado tu comida mocosa? – me grita León cuando vuelve con varias cosas en las manos. - ¿Quieres morirte de hambre? – pregunta enojado y tengo miedo que me vuelva a pegar.
- Solo no me pegues otra vez, - le digo tímida, el me mira con una sonrisa que me petrifica.
- ¡Oh! Pequeño Snow, - dice dejando las cosas en el piso en una bandeja, la cual consta de una botella con un líquido transparente, algodón y banditas. - ¿Sabes? – habla de forma interrogativa.
- Eres muy parecida a tu madre, - eso capta mi completa atención.
- ¿Co-Conociste a mi madre? – pregunto sin dejar de mirarlo. - ¿Ellos deben de estarme buscando? - me animo a decir, dejando caer lágrimas de mis ojos. - ¿Por qué estoy aquí? Llévame con ellos, - le pido desde el rincón donde da el sol.
- Ja, ja, ja, - se ríe, - eres tan tonta pequeña, - me dice mojando el algodón en el líquido, - Tu madre es una perra; - dice con énfasis en la última palabra; - por fijarse en la persona equivocada… ven acércate, - no quiero acercarme, tengo miedo y mis piernas tiemblan. - ¡que te acerques carajo! – grita.
Temblando me acerco, el limpia la herida y me pone una crema en ella; - espero que el Jeque - / ¿jeque? / - este encantado contigo para de una vez librarme de ti y del recuerdo de esa zorra que tienes por madre. – dice y tengo miedo de que vuelva a golpearme, pero el vuelve a hablar – mañana estarás afuera para que puedas tomar sol, estas muy pálida y no creo que le gustes así blanca como el papel. – me señala. – y ahora come mocosa.
Se va dejándome con la bandeja, termino por devorarlo todo despacio, para no atragantarme, ya que no tengo agua suficiente para desatorar la comida y me tiene que durar todo el día, Thiago no ha vuelto desde el día que me trajo la manzana y el agua, - ya no están los perros afuera, - escucho que me dice; - mañana saldrás, pero no quiero verte hablar con las personas que puedas ver fuera. Asiento con la cabeza y el sale por la puerta cerrando con llave, lo supe por el sonido estrepitoso de lo que dejan cerrado frente al pestillo de la puerta cuando lo deja caer.
Las horas pasan y la luz que se filtra por la ventana se va apagando; hoy la música ha empezado más temprano, los hombres que trabajan en el lugar pasan y se burlan, pero están delante de mi puerta; - el fulano jeque esta hoy aquí, - oigo que le dice uno al otro sujeto. – tendrán una buena negociación después de esta noche.
- Esto será el negocio del siglo, si les va bien con esta empezaremos a buscar jovencitas para conseguir más. – ambos rieron y a las risas parecieron alejarse de donde antes habían estado. / ¿buscar más jóvenes? ¿negociación? ¿qué es todo esto? ¿por qué siento miedo y un fuerte escalofrió? / empecé a llorar desconsolada después de ese escalofrió y no sé en qué momento fui arrastrada por el sueño.
- Loa ¡Loa! – sentía que me movían del brazo; - despierta, Loa… Escuche una vez más y me tape la cabeza con la almohada, /Todo fue una pesadilla / - Estas toda sudada, despierta o llegaras tarde a la universidad.
- ¡Déjame! – digo entre la almohada, - no quiero ir; - exclamo apretando más la almohada, es en ese momento cuando me halan la sabana y abro los ojos dejando abierta la misma para quedar boca arriba y no de lado.
- ¿Por qué no te vas a otro lado a fastidiar Oswell; - le digo sentándome de golpe aún somnolienta, dejándome caer una vez más en la cama, - ¿Oswell? ¡espera! – frunzo el entre cejo, - ¿¡Oswell!? – y salgo de la cama disparada lanzándome sobre él a abrazarlo. - ¡Ahhh! Qué bueno volver a verte.
- Es bueno verte otra vez, chiquilla haragana. Me dice el sin soltarme. – no has cambiado nada ¿eh? Sigues siendo perezosa para levantar tu trasero de la cama.
- Eres un maldito idiota. – Le digo bajándome de su cintura y él me suelta.
- Tampoco tu vocabulario ha cambiado, - espeta sentándose en la silla giratoria de mi escritorio; ¿Estas mejor? He venido el fin de semana a sorprenderte y el sorprendido termine siendo yo. – dice mirándome; en sus ojos puedo ver la pregunta que no se atreve a hacer en voz alta.