Repasé la pantalla, repitiendo cada una de las frases que el usuario anónimo me había enviando, dándole un tono poético:
"Cuando callas más de lo que dices, incluso antes de sentir. Cuando tus silencios son dictados por sus palabras.Ese es el momento en que el amor ya no te abraza: te encierra."
Eran palabras simples, pero dolían como cuchillas atravesándome el corazón.
De pronto vinieron a mi memoria escenas que había intentado enterrar. Como aquella tarde en que habíamos quedado con unos amigos suyos en un bar del centro. Yo había contado un chiste torpe, y todos rieron, incluso él...pero después, camino a casa, me reprochó en voz baja, me llamó descarada y payasa sin gracia. Desde entonces, cada vez que estaba con su grupo, medía mis palabras, temiendo llamar demasiado la atención.
O aquella otra noche, en un concierto. Yo me movía al ritmo de la música, feliz, y él me sujetó del brazo, tan fuerte que dejó marcados sus dedos sobre mi piel, y con una sonrisa falsa me susurró al oído: "Baila más tranquila, que pareces desesperada". No dije nada. Seguí la música de pie, inmóvil, con los brazos cruzados, sintiendo cómo las miradas de los demás me acusaban.
También recordé las veces en que me reía viendo una película, y él me pedía bajar el volumen diciendo que mi forma de reír le desagradaba. Poco a poco había aprendido a expresarme por dentro, conteniendo la voz.
Sí, el mensaje tenía mucho sentido. Mis silencios ya pesaban más que sus palabras.
Aparté el móvil de golpe, como si las frases hubieran encendido una luz sobre todo aquello que no quería mirar. Caminé por la habitación dando vueltas, rehuyendo esa voz interior que solía culparme de todo lo que había vivido. Algo se quebraba en mi cada vez que pensaba de esa manera porque significaba traicionarme a mí misma: nada de todo aquello era normal y mucho menos responsabilidad mía.
Me acerqué de nuevo al teléfono. Quise escribirle: "¿Quién eres?". Necesitaba saberlo. Si era un humano escondido detrás de la aplicación, si era solo un algoritmo frío o si era, en realidad, mi propia mente jugando conmigo. Pero el miedo a que la magia se esfumara me detuvo. Temí que, si descubría la verdad, aquella voz desaparecería, y con ella el único espacio donde me sentía escuchada.
Me limité a susurrar para mí misma, apenas audible:
-No importa quién seas. Solo... no dejes de contestarme.
La pantalla permaneció en silencio unos segundos. Luego, apareció una nueva línea de texto.
Anónimo:
-Estaré contigo aquí mismo.
Sentí que el aire se me congelaba en los pulmones.
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Editado: 06.09.2025