Clouds

Mansplaining

Hacer zoom de su imagen para leer sus expresiones se había convertido en una costumbre para mi, fue así como pude advertir el brillo en sus ojos cuando le dije mi nombre y cuando escribí:

"Yo...no puedo dormir, pero si lo hiciera elegiría desvelarme contigo" o "tú sonríes más cuando lees respuestas así"

En el fondo, verla sonreír ante los comentarios cutres de un desconocido me desgarró por dentro. Apenas la conocía, pero estaba seguro de que en su vida existían mil razones para sentirse feliz. Sin embargo, ese monstruo se había cruzado en su camino y, además de robarle la libertad, le había hecho creer que debía conformarse con una vida de mierda. Un grito de rabia se escapó de mi garganta.

Vi en primer plano cómo su semblante desencajado se volvió con rapidez hacia la puerta, con los ojos desesperados buscaba algo en la oscuridad. Su terror atravesó la pantalla y me alcanzó como un puñal. Tardé en darme cuenta de que, al otro lado de la sala, una silueta acechaba desde la mirilla. Supe al instante que era su novio, intoxicado por la paranoia.

-Por favor, por favor... No entres. Déjala en paz -susurré, casi suplicando.

Mis plegarias parecieron surtir efecto: la mirilla se cerró y la figura se alejó. Inspiré hondo, aliviado, justo en el mismo instante en que ella también lo hacía.

Le había dicho a Lucía que no podía dormir, y era cierto. Su situación me tenía tan jodido que cada vez que cerraba los ojos pensaba en que a la mañana siguiente ella podría estar... mejor no decirlo.

Por eso, cuando ese imbécil entró en su cuarto con una silla a cuestas, me temí lo peor.

-¿Qué... qué pretendes hacer, hijo de...?

Le vi rebuscar bajo la sábana hasta dar con el móvil. Después se sentó y comenzó a deslizar la pantalla.
-¡Dios, no! ¡Lo va a descubrir!- exclamé, llevándome las manos a la cabeza mientras daba vueltas por la habitación.

Pero entonces me detuve. No reaccionaba. ¿No se altera? ¿No actúa?
-Este tío es tan bruto que piensa que son notas que ella misma escribió...- suspiré, y mi respiración poco a poco se estabilizó.

Seguí observando las cámaras. Me pareció que la sábana se movía. Él comenzó a hablar, y aunque no podía escucharlo, estaba convencido de que decía algo repugnante.

Se tumbó a su lado, invadiendo su espacio.
-Vaya, qué sorpresa: un gilipollas haciendo mansplaining- pensé, con un odio que me ardía en la garganta.

Ella se pegó a la pared, buscando escapar. Estaba claro que no quería ni rozarle. Después de unos diez minutos eternos, aquel tipo se levantó y salió de la sala.




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