El teléfono dió tres tonos y después, alguien contestó.
Una eternidad comprimida en una sola llamada. Y de pronto, la voz que llevaba tanto tiempo soñando:
-¿Diga?...¿Lucía? ¿eres tú?-
No recuerdo si llegué a decir mamá. Sé que lo pensé. Sé que el corazón se me desgarró intentando empujar esa palabra hacia fuera. Pero una bestia enfurecida ya me había arrancado el móvil de las manos para entonces y estaba tirada en el suelo después de recibir una bofetada. Toda esperanza se enfumó en un segundo.
Él me miró desconcertado, revisando la pantalla, retrocediendo los menús. No entendía nada. Abrió la aplicación de notas y sentí como el mundo se me caía encima, si encontraba la conversación en la que pedía activar las llamadas todo de terminaría.
-¿Qué mierda hacías?- me recriminó desesperado, pero ni siquiera yo sabía qué contestar.
Sentí que mi cuerpo se apagaba, que ya no me quedaban fuerzas ni para respirar.
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Editado: 07.09.2025