Clouds

Bella

Ahora estaba incomunicada, pero haber hablado con ALFA esos días me hizo replantearme muchas cosas. ¿Cómo era posible que una máquina me hubiera apoyado más que mi propia familia?

Había crecido siempre bajo la sombra de la sobreprotección. No juegues a eso, te harás daño. No te manches. Sé más delicada. No te comportes así o pensarán mal de ti. Y, sin embargo, cuando más lo necesitaba, esas mismas personas me dieron la espalda. No hubo refugio para mí. En ningún momento.

¿Tenía sentido que me hubieran enseñado a que mi cuerpo era sagrado, que debía guardarlo para otros, pero que yo misma no podía tocarlo? Qué ironía: ellos, los supuestos merecedores de mi físico, solo lo querían para maltratarlo y poseerlo.

Y cómo, después de que en el colegio se atrevieran a dictar qué forma de vestir era apropiada o impúdica, podía yo reprocharle a alguien que creyera tener derecho a decidir sobre la ropa que usaba. O cómo mis amigas podían reunirse solo para criticar lo tonto que era tu novio, y cuando yo les contaba lo que me sucedía, las ganas de huir se reflejaban en sus caras. ¿No había reunión para ir todas juntas a denunciar? Eso me dolía en el alma.

Luego mi mejor amigo, ese abanderado de la libertad de la mujer y de telas rojas, me gritaba a mí, me exigía a mí, y después se marchaba dejándome sola ante el peligro. Como si yo lo hubiera golpeado, como si hubiera hecho algo más que simplemente buscar su compañía o su aliento... y tener la puta desgracia de salir con un psicópata.

Y esos grupos de amigos que callan, que no se dan cuenta de que se rodean de gente asquerosa... Que por muchas borracheras compartidas con alguien, ese alguien puede ser un maltratador. Puede serlo delante de tus narices sin que hagas nada por evitarlo.

"¿Es que no tienes padre, amigos o hermanos?", me dirían si los acusara. Los tenía, pero sorprendentemente no eran más que cómplices de la persona que me destruyó la vida. Porque la gente no quiere ver la verdad. No quiere sentirse obligada a tomar partido y luchar a tu lado; prefiere invitarte los domingos a comer y fingir que ella, hija, hermana o amiga de alguien, tiene una vida idílica, en lugar de una existencia de mierda.

Nadie quiere ver la realidad. Necesitaba parar. Los pensamientos dolorosos se agolpaban en mi mente como nubes negras a punto de estallar en tormenta. Casi no me quedaban lágrimas después de recordar tantos momentos.

Me vino a la cabeza la voz de mi madre contestando al teléfono:
-¿Lucía? ¿Eres tú?

No sé por qué la llamé a ella. Nadie se había molestado en buscarme. Supongo que era más fácil pensar que yo me había largado de sus vidas sin más.

Pero algo no me cuadraba. ¿Por qué tenía conexión si no podía utilizarla? Entonces, como si sobrevolara entre todas esas nubes, una idea se posó en mi cabeza como un pajarillo. ¿Era posible que jamás hubiese escuchado el sonido de una llave o un cerrojo?

No, no podía ser... ¿Encerrada con una puerta sin seguro? Me negaba a pensar que todo se tratara simplemente de un duelo psicológico, que había creído estar prisionera sin estarlo realmente. Que me trajera aquí con la seguridad de que yo nunca le iba a contradecir, porque al final siempre había una mirilla o un registro de actividad.

Pero... ¿y si simplemente se sentía débil instalando un cerrojo y su propósito real era tomar el control completo de mi voluntad? Sentí un estremecimiento recorrerme al pensar que alguien pudiera tener una mente tan perversa. Aún tenía miedo, aún tenía culpa, aún necesitaba ayuda. Pero tenía que comprobarlo... porque, si la puerta estaba abierta ya no había motivos para seguir callada.




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