El café estaba demasiado cargado para su gusto, Klaus no entendía a veces que ocurría con los pasantes y se preguntaba si no lo escuchaban. Decidido a volver a preparar un poco de café, se levanta de su oficina y camina unos pasillos por la empresa, las paredes blancas le causaban tranquilidad y el mínimo ruido le causaban ansiedad.
Al llegar a la puerta de la pequeña sala de descanso, escucho algunos murmullos:
“Pobre, once meses, casi doce y sigue de la misma manera”
“Deberíamos invitarlo a salir con nosotros, necesita distracción”
“¿Crees que acepte? Recuerden lo que el jefe dijo: No lo presionen, no es tan sencillo superar esa experiencia”
“Me siento culpable, si yo no hubiera insistido….”
“No es culpa de nadie, no sabíamos que eso ocurriría”
Klaus entró sin tocar, vio a sus compañeros de oficina reunidos, sus ojos lo miraban sorprendidos, él no entendía nada, así que decidió a morder “salvar” el café que tenía su taza.
-Buenos días Klaus- Max sonreía, pero aquel gesto se veía titubeante, su rostro transmitía nerviosismo.
Decidió pasar por alto aquella acción, solo respondió y se dispuso a salir rápidamente del lugar al probar su café preparado a su gusto.
“Klaus no quería escuchar, no quería seguir ahí, algo en su mente le decía que debía escapar….”
“Escapar, siempre lo a hecho”
“Siempre a escapado de todo”
“Klaus, despierta”
La voz de Félix lo hizo sonreír esa misma mañana, moviéndose, pudo atrapar el cuerpo a su lado, repartiendo algunos besos en sus mejillas, sintió la leve caricia en su espalda; provocando que su corazón latiera rápidamente.
-Te amo- Susurro antes de poder besar los labios de Félix con tanta ternura.
Klaus era feliz en esos momentos, sintiendo a su amado tan cerca de él.
Pero la frialdad que emanaba Félix le preocupaba.
“Klaus, ya no está”
Esa pequeña voz le repetía lo mismo, cada día, cada noche, cada hora y cada minuto.
Su alarma sonó fuertemente, como si estuviera en su oído, estira la mano, tomando su teléfono celular y decide deslizar su dedo, retirándola.
Félix no estaba ya con él, tanteando con su mano aquel lugar vacío, toma la almohada de Félix y la abraza, haciéndose ovillo, entierra su rostro en ella.
El olor de Félix estaba impregnado, sus ojos sé comenzaron a llenar de lágrimas, deslizándose por sus mejillas hasta acabar en la seda blanca.
La presión de su pecho se intensificó, los sollozos se volvieron más audibles.
Klaus sintió dos pequeñas manos, suaves, delicadas, acariciando su rostro.
“No llores más, por favor”
Él esperaba que Félix le dijera eso, con tanta delicadeza, queriendo dar esa tranquilidad que Klaus necesitaba.
Félix ya no diría más eso.
Félix no lo tranquilizará.
“El está en el trabajo, no puede tranquilizarme”
Klaus susurro aquello, su voz se escuchaba desgarrada por el llanto.
Esa misma tarde, su jefe había llamado, adelantando sus vacaciones.
“Las necesitas más que nunca”
Klaus no era alguien de quedarse en casa y no hacer nada, pero sabía que esperar a Félix era hacer “algo”. Su mente daba tantas vueltas, tantas preguntas y sin ninguna respuesta.
“Félix llegará pronto de trabajar”
Se aseguró de que sea cierto, miró el reloj que había en la cocina.
06:14 pm.
Mira hacia abajo, gracias al gran ventanal, las personas que transitaban y los autos parecían tan pequeños. Coloca una mano en el cristal y se inclina un poco más, diez pisos, esos diez pisos que pronto Félix tenía que recorrer para llegar a su hogar, esos mismos diez pisos que….
Las mismas manos de aquella mañana lo tomaban con fuerza del pecho.
-Vamos Klaus, mamá nos espera.
Klaus negó, no quería irse, sabía que su madre comprendería el querer recuperar su matrimonio- No, Félix llegará dentro de poco, y va a estacionar el auto ahí- Golpeteo repetidas veces el cristal con su dedo, señalando el lugar donde Félix estaría.
Él el pelinegro no entendía nada.
No entendía porque su hermana lo abrazaba con fuerza
No entendía los sollozos.
No entendía porque su espalda se sentía mojada o el porque su playera se pegaba a ella por la humedad.
-Félix le dijo a mamá que estaría bien, vamos .
La mano de su hermana tomó con fuerza la suya, alejándose lentamente del ventanal, Klaus volvió su mirada hacia el cristal para después dirigirla al reloj.
-Félix llegará tarde.
Su hermana no respondió en absoluto, ayudándola a bajar las maletas y subirlas a su auto, Klaus subió en la parte trasera, el auto se encendió y él miró sobre su hombro.
-Félix ya llegó, Anna, déjame con él, quiero recuperarlo, ha estado distante- Al no recibir respuesta, Klaus mira hacia enfrente.
El esposo de Ana le tomaba con fuerza la mano, ella solamente lloraba, cubriendo su nariz con un pañuelo.
A su familia le encantaba Félix, ellos decían que él era el indicado para poder estar juntos, entonces….
¿Por qué no lo dejaban recuperarlo?