Comenzar de nuevo

1. Discusiones

Mientras camino por el bulevar de la ciudad, mientras veo caer las hojas anunciando el otoño y el frío calar mis huesos, como cada día, los recuerdos se hacen presentes. Casi voy llegando a la empresa cuando de la nada la veo ahí a lo lejos.

No es posible, no puede ser ella.

Llevamos más de cinco años viviendo en la ciudad, específicamente desde que decidimos establecernos en un solo sitio. El negocio se encuentra aquí y por azares del destino llegamos aquí decidiendo establecernos porque simplemente nos encantó la tranquilidad que se respira en la ciudad, todo bien porque se supone que estábamos lejos, jamás en estos años jamás llegue a verla ni siquiera de lejos como ahora.

Es ella, la puedo reconocer a la perfección por un pequeño detalle; somos idénticas. Al final mi pasado me ha encontrado y si en estos momentos le digo a mi esposo que es momento de volver a empezar en otro sitio, estoy segura de que no lo va a aceptar, ya me veo discutiendo con él.

Me siento en una de las bancas, coloco mis codos sobre mis piernas y agacho la cabeza para cubrir mi rostro con las manos, en esta posición, busco una solución, porque parece que ha llegado el momento de contar terribles verdades.

 

—Eres hermosa, ¿alguna vez te lo han dicho? —Sus palabras son genuinas y quiero, deseo con el alma, que un hombre como él, en algún futuro pueda seguir diciéndome estas palabras.

—Eres el primero. —Es la verdad, a mi corta edad y hasta ahora nunca había tenido un acercamiento de este tipo con un hombre.

Lo acabo de conocer hace unas horas, pero parece que hubieran sido años, este hombre me inspira confianza, a sonreírle de verdad y a mostrar un poco de mí.

—Me alegro serlo, ahora permíteme esta pieza para bailar contigo. —No me lo tiene que pedir dos veces, por primera vez en mucho tiempo me olvido de mis responsabilidades, de los motivos que me trajeron hasta aquí, con esta persona.

Disfrutamos del melodioso ritmo, me envuelve con sus brazos fuertes, a pesar de ser un chiquillo como yo, apenas comenzando a notarse en él el hombre que lleva dentro.

La música se termina y una más comienza a sonar, no me quiero despegar. Es una locura mi comportamiento y no me importa, ya que puedo ver la oportunidad de al fin comenzar a vivir.

—Después de este baile, me puedes dar tu número. —Me habla al oído, sin dejar de bailar. Cualquiera que nos ve, puede notar la química que hay a nuestro alrededor, somos dos adolescentes jugando a conocerse.

—Tendrás que esforzarte para que eso suceda —respondo con coquetería.

—Es que, acaso, ¿no deseas volver a verme?

No respondo, me alejo guiñándole el ojo, esa es mi respuesta. En la siguiente cita voy a darle el número.

Al volver a mi casa, entro sin que mi madre se dé cuenta, si lo hace estoy segura de que va a empezar con su sermón de siempre, que debemos irnos y que debo de ir con ella y esas cosas, la misma promesa de siempre que jamás se cumple.

Antes de quedarme dormida, imagino un mundo mejor. Sé que nada puede venir de la noche a la mañana, por eso al darme cuenta de que no voy a poder dormir porque mi cabeza sigue dando vueltas en lo mismo, me levanto y camino al despacho.

Abro la computadora y busco la tabla con todas las inversiones a las que le he apostado. Tal parece que voy bien y ya tengo lo suficiente para largarme de aquí, y si a eso le sumo la cantidad que el hombre va a depositar en mi cuenta después del trabajo grande que me pidió hacer, ya tengo más que suficiente para empezar de nuevo.

—Perfecto, con esto ya puedo ser libre.

Esta noche no duermo, me pongo manos a la obra buscando opciones, trazando el plan para desaparecer por completo.

En algún punto me quedo dormida sobre el escritorio. Para cuando despierto, el cuello me duele gracias a la mala postura en la que quedé. Me levanto y estiro mi cuerpo, oigo cómo crujen mis huesos, pero sirve, me siento mejor.

Camino hasta la cocina en busca de mi madre, quiero hacer las paces con ella y hacerla partícipe de mi plan, necesito que me ayude; sin embargo, no hay rastro de ella, por más que le hablo no encuentro respuesta y eso comienza a ser sospechoso.

De pronto, noto una nota pegada en el refrigerador, una nota es todo lo que me ha dejado indicando que vuelve pronto, que se cansó de mi indecisión.

Resignada a no verla por un tiempo, mismo al que ya debería de estar acostumbrada, desayuno y voy hasta el restaurante donde me toca trabajar como si fuera una chica normal. El día trascurre sin ningún mensaje de parte de mi verdugo, pero a la hora mi salida recibo el mensaje de que es momento de volver a actuar.

Una emoción me invade al saber que de nuevo lo voy a ver.

Trato de arreglarme lo mejor posible, necesito que se fije en mí, que no lo haga simplemente porque es parte del plan, quiero que se enamore de mí.

 

—¿Pensando en tu adorable esposo? —Mi esposo me despierta de mis recuerdos.




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