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2. Culpa

—Necesitamos comprar más cereal, los niños comen cada vez más y este mes se terminó ante de tiempo. —Escucho a mi esposo decir desde la cocina mientras él hace una limpieza a profundidad y yo concentrada en la computadora. Sin falta cada mes hace eso para verificar lo que se debe de comprar ates de ir al supermercado.

—Recuerda anotarlo todo, siempre terminamos olvidando algo —le grito sin despegar los ojos de la máquina, analizando cada dato.

Los niños han comenzado a asistir a la escuela y eso nos da un poco de tiempo extra para nosotros antes de que me vaya a trabajar. Hemos incursionado en diferentes ámbitos y en la que mejor nos ha ido es en empresas de servicios. El servicio que brindamos es de paquetería, ha crecido desde que empezamos, al principio, asociados a demás empresas pequeñas, después logramos que sea totalmente nuestra, eso nos da pauta a organizar nuestros propios tiempos.

—Listos, vámonos. —Daniel se encarga de apagar todo, de lo contrario nadie me saca de mi momento de concentración en el trabajo.

Me tiende las llaves y yo las tomo. Siempre me toca manejar, ya que, debido a su pérdida de memoria, olvidó como hacerlo y preferí hacerlos solamente yo. Manejo hasta el supermercado y un par de horas después estamos saliendo con las cosas necesarias para nuestro hogar. Puedo decir que no tenemos en abundancia, pero sí lo suficiente para vivir de manera decente.

—Se me olvidó comprar la harina para las galletas que prometí hacer con nuestra hija. —A buena hora se acuerda, no estoy dispuesta a regresar, cada vez hay más gente dentro y por un producto perderemos más tiempo.

—Te dije que lo anotaras todo —reprocho.

—No te enojes, mejor entremos que ya vamos con el tiempo suficiente para ir por los niños a la escuela. —Me hala mis mejillas para que no siga molesta y siempre funciona.

—Está bien, vamos.

Caminamos unos pasos y termino arrepentida de haber aceptado. Choco con una persona, una mujer que ni en mis más locas pesadillas imaginé encontrar. La impresión me deja muda por unos segundos, jamás la había visto tan de cerca.

Cada vez estoy más segura de que pronto me va a tocar dar explicaciones.

—¿Fernando? —Escucho que dice el nombre del gemelo, a pesar de la impresión inicial, me pregunto, ¿de dónde conoce esta mujer al hermano gemelo?, es demasiada coincidencia.

Daniel no despega los ojos de ella, la mujer que se atravesó en mi camino y para más señas, la misma con la que compartí un vientre, de eso estoy segura.

—¿Sam? —se dirige a mí. Conoce mi nombre, eso quiere decir que sabe de mi existencia.

—No sé a quién le hablas, parece que te estás confundiendo, ni yo soy Sam, ni él es Fernando y si me disculpas, tenemos que irnos —digo de manera atropellada, necesito alejarme de esta mujer antes de que…

—No —Daniel, grita, sosteniendo mi brazo con fuerza para que no lo pueda arrastrar—, no te das cuenta de que ella puede respondernos muchas preguntas, parece que me conoce y además es igual a… ti. Por favor, déjame hablar de ella —suplica y yo tengo que mantenerme firme, eso es si quiero seguir conservando a mi familia.

—¡No! Vámonos —sentencio enérgica.

—Por una vez en tu vida escúchame —me ruega y sus palabras me duelen, es verdad que soy la mala del cuento, es verdad que no lo he escuchado lo suficiente, siempre soy quien tiene la última palabra.

La otra Sam trata de decir algo y al mismo tiempo parece que las palabras no salen, estoy segura de que se debe a la impresión de este encuentro.

—¡Te he dicho que no! Todo esto te hace daño, no lo ves. —La firmeza no ha desaparecido de mi voz, aunque por dentro me estoy muriendo del miedo.

Tomo con fuerza su mano y hago que camine, no pienso dejarlo aquí, no quiero que hable con ella.

—Es una locura, Sam. ¿Viste el parecido que tiene contigo?, por favor, déjame volver.

—No, si me amas debes confiar en mí, ella no sabe sobre ti, nadie lo sabe y es mejor que sigan las cosas como hasta ahora, o es que, ¿no eres feliz a mi lado? —Lo sé, es un chantaje, soy de lo peor por desviar la conversación, soy mala y no merezco el amor que este hombre me ha ofrecido durante tantos años.

—Te amo y de eso jamás debes de dudar. ¿Qué si soy feliz?, claro que lo soy, pero siento que me ocultas demasiado y si quieres que sea sincero; me estoy cansando —expresa cabizbajo.

Sube al auto y durante todo el trayecto va viendo a la ventana; ni un gesto, ni una palabra menciona y esa es una clara señal de que lo estoy comenzando a perder.

Llegamos al departamento en silencio, ya no hemos dicho nada. Entramos al departamento y enseguida Daniel sale en busca de mis hijos. No me gusta para nada esto, no quiero sentirme peor de lo que ya estoy.

Mientras estoy sola, camino a la habitación. Pretendo descansar un rato antes de que lleguen. Mis ojos se posan en la fotografía manipulada que tengo frente a mí, me acuesto colocándolo en mi pecho. Siento mis ojos pesados y al quedarme dormida, los recuerdos se hacen presentes.

 

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