Comenzar de nuevo

6. El último sueño

—Mi amor, dime, ¿dónde estás? Te juro que no habrá reproches, te prometo que respetaré tu silencio porque te amo, sin importar las circunstancias, eres el amor de mi vida y así va a ser siempre. Tus pequeños también te extrañan.

Escucho el audio una y otra vez, pero no soy capaz de responderle, no quiero enfrentarme aún a la realidad, prefiere enfrascarme en el trabajo. El mensaje que le dejé no es mentira, contacté a las personas que habían insistido en verme y me encuentro en las negociaciones para expandir nuestro negocio. Adelantarla fue la mejor manera de huir por un tiempo, seguir escapando del destino que cada vez me sostiene más fuerte porque la verdad ha sido descubierta, mi mundo se ha desmoronado y solo espero el momento de mi ejecución.

A pesar de buscar la tranquilidad, no he podido encontrarla del todo. Los mensajes de aquel hombre se vuelven insistentes. Me ha encontrado y busca de cualquier manera que se haga lo que pide, según él me puede amenazar. Lo que no sabe o no se da cuenta es que perder a mi familia ya resulta un castigo suficiente, y esto no es algo que haya hecho de manera directa.

Me muevo de manera sigilosa, trato de no hacer mucho contacto con nadie, incluso a la hora de cubrir mis necesidades, prefiero pedir todo en servicio a la habitación. Después de algunos días, me siento prisionera y me urge regresar a mi hogar, tomo un respiro profundo y me preparo para hacer frente a mis decisiones, al castigo que me toca.

Hago mis maletas y estoy por salir cuando escucho el timbre de la puerta, es extraño porque ya he liquidado todo. Miro por la mirilla para verificar de quién se trata; sin embargo, el pasillo se encuentra solo, lo que me causa escalofríos en mi espalda.

Quisiera no salir, pero es necesario, así que lo hago y en cuanto doy un paso a fuera, todo se vuelve borroso. Alguien se encuentra detrás cubriéndome el rostro con el líquido que identifico a la perfección. Ese olor que me regresa a mi pasado, ese olor que es el mismo que use más de una vez para dormir a alguna persona.

—Es hora de pagar, muñequita… —Es todo lo que escucho antes de quedarme perdida en el limbo.

***

Despierto sentada, sin ataduras, sin nada que me impida moverme o ver y eso, lejos de hacerme sentir aliviada, me causa terror. Eso solo quiere decir que sabe que no voy a huir, que me tiene a su merced y que no es necesario que exista alguna atadura.

—¿Qué quieres de mí?

—Es tarde para que preguntes por eso, es momento de tener a mis pequeñas sobrinas juntas en un hermoso reencuentro. ¿No te parece eso maravilloso? —Detrás de sus palabras se esconde la más repulsiva de las afirmaciones, ese hombre jamás puede ser considerado familia. Yo que pensé que en aquel lugar enterré o, más bien, quemé todo lo que me ataba a mi pasado y me doy cuenta de que no es así.

—¡Déjame en paz, déjame en paz! —Es todo lo que alcanzo a repetir una y otra vez, ocultado mi rostro detrás de mis manos, hasta que un golpe detiene mi llanto. Estoy perdida y tal vez no pueda volver a ver mi vida de la manera en que la veía hasta hace unos días.

—Te quedas aquí y espero que no hagas ninguna tontería, ya saber. No creo que a tus hijos les guste ver a su madre mientras se va de este mundo.

—Haz conmigo lo que quieras, pero a todos los demás déjalos ser felices, al fin de cuentas es a mí a quien quieres, es de mí de quien te quieres vengar.

—Eso dependerá de la manera en que te comportes, pequeña.

Lo dicho, puede mantenerme sentada aquí a la espera de sus órdenes con tal de que a mi familia no lo toque. Puedo hacer ese sacrificio, de todos modos, tengo que pagar de alguna manera lo cometido. Me llegó la hora de hacerlo.

Antes de que pueda decir algo más, se escucha el sonido de la puerta siendo abierta. De ella ingresan hombres que parecen normales, y entre sus brazos a la mujer que es idéntica a mí, esa mujer con la que no he tenido la oportunidad de hablar, de conocernos, de ser lo que somos; hermanas.

No soy capaz de moverme, todo pasa frente a mis ojos y lo único que alcanzo a entender es que ella se encuentra aquí, junto a mí, amarrada y a merced del tipo que nos viene persiguiendo desde que éramos tan solo unas bebés.

—Vamos preciosa, despierta, si no lo haces esto va a ser peor. —Escucho que le dice a Sam.             

—Samantha, obedece, es lo mejor. —Atino a decir porque sé que eso es lo mejor que puede hacer ella, es por su bien.

A pesar de que se encuentra despierta, se niega a abrir los ojos, lo puedo saber a la perfección. Parece que el hombre junto a mí también se da cuenta de eso, así que se levanta y desaparece para después aparecer con un balde de agua entre sus manos. Antes de que pueda reaccionar y detener lo que quiera hacer, vuelca todo su contenido en su rostro haciendo que despierte por completo.

—Esto no es parte del acuerdo, no tienes por qué tratarla así. —Mejor dicho, ella no debería de estar aquí, no es lo que me dijo hace unos momentos.

—Te dije princesa que lo mejor que podías hacer es cooperar, pero huiste de mí y cuando te encontré ignoraste todos mis mensajes y ha llegado la hora de cobrármelas todas juntas y, ¿sabes quién es la responsable? Tú. —Entiendo que dialogar con este tipo es imposible, su plan ya estaba trazado desde hace mucho tiempo. Sus palabras están llenas de verdad, aquí la única culpable soy yo; Samara.




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