La vida a veces puede funcionar de diferentes maneras. Como hubiera querido que mi historia de amor fuera tan convencional, tan cliché, tan empalagoso y que hubiéramos pasado por menos de los que hemos pasado. También soy consciente de que cada uno obtiene lo que siembra, que de tanto ir y venir al final dejamos de avanzar y que, a pesar de desear hacer las cosas de una manera distinta, ya es imposible.
Despertar es lo que no quiero, prefiero permanecer en ese sueño eterno en el que estoy sumida, quedarme ahí hasta que las personas que me rodean se olviden de mi existencia y puedan continuar sin mí. Lo difícil de esto es que escucho a cada uno de los que me visita haciendo más dolorosa mi existencia y de esas personas que me dicen amar.
Escucho a los doctores decir que la bala que atravesó mi cuerpo está haciendo que permanezca en este estado. Oigo a mi esposo gritar para que vuelva, prometerme muchas cosas con tal de verme despierta. Escucho a mi madre que no desea despegarse de mí, que ha entendido mi punto y que irse de mi lado no es una opción ya. Lo que más me causa conmoción es oír a mi hermana, aquella mujer con la que compartí espacio en el vientre, y la misma que el destino me ha unido más de lo que pueda imaginar sin apenas haber convivido lo suficiente.
Ella llora mientras suplica para que abra los ojos, me cuenta las novedades de cada día y es por ella que puedo saber lo que ocurre a mi alrededor. Al parecer, después de despertar, al fin se animó a darle esa oportunidad que Fernando necesitaba. Y lo entiendo, ¿quién en su sano juicio y después de pasar por un episodio como el que pasamos, se atreve a renegar de la nueva oportunidad que le ofrece la vida? Mi hermana ha tomado la mejor decisión; palabras suyas.
La familia de mi querido Daniel, insisten en mandarme a prisión por haberlos alejado de su presencia. Entiendo que eso es lo que merezco. Por ahora han dejado el tema por la paz porque mi amado esposo siempre me defiende, incluso a pesar de saberme culpable y que no pueden hacen mucho porque me encuentro en coma.
Puedo sentir la presencia de mis pequeños. Después de mucho tiempo, al fin me los traen y mientras su padre les explica que me encuentro dormida y que no saben cuándo despertaré, ellos entienden más de lo que hubiera hecho un adulto.
—Mami, prometo cuidar de mi hermana hasta que despierte. Te dejaremos descansar, pero no tardes mucho. Te extraño. —Las palabras no parecieran dichas por un pequeño, pero así es. Las circunstancias y a pesar de querer protegerlos de la maldad, a ellos también los ha alcanzado y es difícil mantenerlos en esa burbuja que hubiera deseado encerrarlos.
—También te prometo que me voy a cuidar mucho. Te amo mami.
Ambos me dejan varios besos, después dejo de escucharlos por un buen tiempo.
—Se han ido amor. Necesitas despertar para que veas lo mucho que han crecido. Estos meses han sido difíciles para ellos y para mí. Mis padres hablan todos los días para saber de ti, quisiera decirte que es por ti, pero en realidad lo hacen por mí, para que al fin pueda descansar, según ellos. No necesito nada más que tener a mi familia completa y déjame recordarte por si se te había olvidado; me faltas tú.
Ese es Daniel, el hombre al que escogí como pareja para toda la vida. Me ama y lo amo, no importa cómo se dieron las cosas, ya nada importa. Si algún día decido despertar de este eterno sueño, quiero hacer las cosas bien, pagar mus culpas y tratar de empezar de nueva cuenta, dar un nuevo comienzo, sin mentiras.
***
El columpio se pierde en la inmensa niebla. Mi hermana se lanza y por unos cuantos segundos, dejo de verla, lo que hace que mi corazón salte a prisa.
—Vamos, hermanita, deberías de intentarlo, se siente muy bien —grita para que pueda escucharla en la inmensidad, mientras se sigue balanceando.
—Estás loca, Sam, me da un infarto de solo pensar en subirme a esa cosa —le digo, a pesar de que ha desaparecido entre la inmensa niebla, de nueva cuenta. No puedo estar segura de si me escucha.
Una eternidad después, y cuando se ha cansado de que le dé impuso, detiene su columpio y me pido que me siente a su lado, prometiendo que no se va a lanzar.
Confío en ella. Hemos convivido tan poco, hemos estado tan poco la una cerca de la otra, que de pronto me siento extraña. Nuestros pies se mueven al mismo tiempo.
—Te extrañé demasiado. Sabía que andabas por ahí, en algún lado. No sabes las veces que necesité de alguien demasiado cercano para compartir mis triunfos y mis fracasos. No sabes las veces que soñé con que mi hermana estaba a mi lado, acompañándome.
—No sabía lo mucho que necesitaba de lo que acabas de decir hasta que me di cuenta de que la vida se puede terminar en un segundo. La mía está por terminar.
—No digas eso, hay mucho que nos falta por hacer. Hemos perdido los primeros treinta años de nuestra vida. Es momento de hacer todo lo que no pudimos. Falta ir a un bar juntas, una noche de chicas, un viaje, un domingo cualquiera mientras nuestros esposos cocinan una barbacoa.
—Qué más quisiera.
—Si no lo haces tú, no me queda más que intentarlo. —No comprendo sus palabras hasta que veo como se impulsa. Un segundo me basta para darme cuenta, pero ya no puedo hacer nada.