Comenzar de nuevo

Capítulo # 3

Capítulo # 3

En el departamento Markou.

—A mí se me está ocurriendo una idea —habló Zeus acercándose a ella.

—Zeus. ¡Por favor! —exclamó Hera alejándose de él—. No estoy para bromas.

—Deberíamos hacerle caso, a nuestras hermanas —insistió él agarrándola por la cintura—. Así, volver a hacer una familia como antes. 

—Estás comprometido —le recordó rempujándolo—. Te voy a agradecer. No te acerques a mí —se lo aclaró caminando hacia el baño, al llegar cerró la puerta con llave, no confiaba en él, no confía y menos en ella, tenía que ser fuerte y aguantar los días que estaría encerrada en el departamento, por qué sus hermanas le habían hecho esto, conociendo sus sentimientos, era injusto pensó dolida; terminó de bañarse y salió de del baño con una bata, se le olvidó buscar ropa antes de bañarse.  

—Este paisaje es muy bueno —comentó él sentado en el sofá, mirándole las piernas—. Siempre he dicho, piernas como las tuyas. Son únicas.

—¡Basta! Déjame tranquila —le ordenó Hera molesta, entre dientes—. Viejo verde.

—Te escuché —haciéndose el ofendido—. Más viejo es tu padre.

Hera rodó los ojos.

—Cállate —metiéndose a la habitación con rapidez—. Dios dame fuerza.

En la sala.

—Te voy a reconquistar, lo juro —dijo Zeus con decisión.

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Cinco minutos después.

Esta salió de la habitación con un vestido pegadito al cuerpo, se colocó unas sandalias bajitas y no se maquilló.

—Voy a abrir esa puerta cómo sea —habló ella mirándolo.

—No cuentes conmigo —le advirtió él, estirándose y levantándose, mirando a la castaña—. Me encanta el encierro y más con una mujer.

—Soy tú, exmujer —dijo Hera recordándoselo—. Tienes novia. 

—Briseida, no es importante —le informó él acercándose a ella y agarrándola por la cintura—. Tú sí lo eres para mí —acercándose a sus labios.

Hera le latía el corazón con fuerza, sentía que se le iba a salir del pecho. En la mañana no sintió nada porque la tomó desprevenida, pero, sabía lo seductor que era y como conocía su cuerpo.

—Por favor —casi en súplica.

—Deseas esto, como yo —dijo Zeus acariciándole los labios con su dedo—. Anda, di que sí.

—No debemos —dijo Hera intentando alejarse.

—Eres demasiado testaruda —dijo Zeus sonriendo y besándola con lujuria, al principio intentó no corresponderle. Era más que imposible, negarse a Zeus Dimou, era negarse a ella misma, se siguieron besándose un buen rato, hasta que él se separó de ella y la miró—. Es la hora del juego —volviéndola a besar.

Ella sabía en donde acabaría todo, en la cama o en el suelo. Tenía que detenerlo, no podía acostarse con él de nuevo, tendría que poner más distancia, intentó separarse de él, no podía detenerlo, la pegaba más y más a su cuerpo, al fin dejó de besarla y podía hablar.

—Zeus —habló Hera sintiendo como le besaba el cuello—. No podemos, piensa en tu relación.

Zeus separándose de ella y mirándola con una lujuria. 

—No hay nada que pensar, ella no es importante para mí —le aclaró besándola de nuevo.

—No es importante para él —pensó ella perpleja—. Zeus seguía siendo el mismo, no le importaba los sentimientos de ninguna mujer, sintió una furia y lo empujó. 

—¡No me toques! —le grito frenética—. Eres un insensible, ningún sentimiento te importa, solo te amas a ti mismo. Eres un desgraciado.

—¿Estás loca? —le preguntó él sin entender.

—Voy a llamar a alguien —le anunció caminando adónde se encontraba su teléfono, para mayor sorpresa estaba desconectado—. ¡Son unas brujas! Cortaron el teléfono, mi celular —salió corriendo y para sorpresa de ella no lo encontró en ninguna parte—. No está. 

—Olvídate del mío.

—Me lo vas a dar —dijo ella cruzando los brazos.

—Me voy a acostar —anuncio Zeus dirigiéndose a la habitación, al llegar se acostó—. Al menos, me conformó con su olor.

—Salte —habló Hera alterada y jalándolo—. Duerme en el sofá.

—Oye —dijo molestándose—. Acuérdate que soy de edad.

Hera no pudo evitar soltar una carcajada, pues él odiaba admitir que la edad lo estaba atacando.

—Por fin lo admites —comentó ella alegremente. 

—Te ves hermosa, cuando ríes, que cuando frunce el ceño.

—Pensé que, por favor Zeus, ayúdame con la puerta. Necesito salir.

—¿Con quién? —preguntó celoso.

—Con un amigo —respondió Hera mirándolo—. Es mi primera cita después de tres años.

—Ni lo pienses —le dijo furioso—. No permitiré que salgas con otro hombre.

—He… Además, tú tienes una novia, yo tengo derecho a buscarme un novio —le aclaro Hera molesta.

—Es diferente —le aclaró—. Las mujeres deben quedarse solas con sus hijos.

—Eres un machista —lo miró sorprendida—. Qué demonios te vi, hace seis años —murmuró frustrada.

—Mi encantó —respondió con orgullo.

—No, puedo negar que eras atractivo, bueno, aun lo eres —dijo ella observándolo—. Esas canas.

—Son símbolo de madurez —le dijo el vanidoso. 

—Puedo pintarte el cabello y ocultarlas —le propuso Hera con maldad—. Parecerías el mismo Zeus de hace seis años. 

—Estás pensando en una maldad —habló Zeus conociéndola, sabía sus juegos, algunas veces Hera le hacía bromas muy pesadas.

Hera trató de disimular, pero no podía, su sonrisa floreció.

—Al menos en eso, me conoces bien.

.

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En la mansión Dimou.

—¡Qué, hicieron qué! —exclamó Kairós—. Ustedes, están locas.

—Pero papá —haciendo puchero Sofía—. Es la única solución de que Zeus y Hera estén juntos, no te da cosita que Helena, llore por qué no tiene a sus papis juntos.

—Amor, nuestra hija tiene razón, siempre hemos juzgado a Hera porque no es de nuestra clase social, no puedo negar que es una mujer muy especial, buena madre. Sobre todo, ama a Zeus —comentó Tiara.




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