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Capítulo # 4

Capítulo # 4

En el departamento de Hera.

Una hora después.

Hera jamás pensó que una hora se pudiera convertir en eterna, después de ver desnudo a Zeus se imaginó que lo peor pasaría, pues estaba equivocada. Zeus se vistió delante de ella, sin importar la petición que le hacía ella, para que la respetara, no tuvo más remedio que salir de la habitación y quedarse en la sala para su mayor sorpresa, él salió en bóxer.

—Zeus, por favor —dijo Hera ya molesta por actitud de su exesposo—. No quiero seguir viendo tus miserias.

—Miserias —habló Zeus serio—. Tanto que te hacía gritar de placer.

Hera suspiró profundamente para no matarlo.

—Déjame tranquila, Dios mío. Estás obligando a tirarme de la ventana —le confesó con desesperación.

—Hace tres años, éramos felices.

—Éramos. Ya es pasado —dijo Hera frustrada—. Tú fuiste el culpable de que yo me divorciara de ti —le recordó dolida—. Déjame tranquila.

—Yo —habló Zeus serio—. ¿Qué hice?, vivía para ustedes dos. Te respeté, no me acosté con ninguna mujer mientras fuiste mi esposa, te tenía en un pedestal porque te habías fijado en un hombre que es mayor para ti.

—Te amaba y no sabes cuánto —confesó Hera mirándolo y no podía ocultar sus ojos brillosos—. Hay palabras que se quedan marcadas para siempre.

—¿Qué demonios te dije; para que me pidieras el divorcio? —le preguntó frustrado.

—Te acuerdas de mi cumpleaños —dijo ella dolida.

—Sí, no pude estar contigo, ese día porque tuve una reunión larguísima y después me pidieron que me fuera con ellos a tomar un trago. Sentí mal a no estar contigo —le reveló.

—Ese día te esperé, y no sabes cuánto deseaba decirte que estaba muy feliz de estar a tu lado y ser la familia feliz que yo creía que éramos —habló Hera aguantando las ganas de llorar—. Cuando llegaste, te ayude a entrar en nuestra habitación y no pude evitarlo, estalle, te reclame por haberme dejado sola en mi cumpleaños. Tú solo me dijiste esto, solo me casé contigo porque esperabas a Helena, yo no te amo.

Zeus quedó unos segundos sin decir ninguna palabra, no sé acordaba de eso, solo recordaba que le pidió a un amigo que lo dejara en su casa, no se sintió en condiciones para manejar y solo recordaba a Hera que lo recibió, todo es borroso. 

—No lo recuerdo —le confesó—. ¿Y por qué no me lo dijiste a la mañana siguiente?

—Para qué —dijo ella sin evitar las lágrimas—. No sabes cómo pensé en pedirte el divorcio, por eso lo hice un mes después de tú cumpleaños, no quería regalarte un cumpleaños infeliz.

—Y qué crees que han sido, estos tres malditos años, sin ti y mi hija —le reclamó dolido—. Eres una estúpida.

—¡Y tu maldito idiota! —exclamó llorando.

—Nos hemos hecho mucho daño —dijo Zeus abrazándola—. De verdad, lo siento. En estos tres años no sabes lo triste que ha sido no tenerlas a mi lado.

—Zeus, haz tu vida, que yo estoy haciendo la mía —le dijo Hera separándose de él—. Quiero una vida tranquila y merezco que alguien me ame y de todo por mí, no dar todo por nada. Helena tiene que entender que sus papitos ya no pueden estar juntos.

—Eres egoísta —le soltó él alejándose de ella y se fue de nuevo para la habitación.

Ella se sentó en el sofá al fin se lo había confesado, ahora podría dormir en paz.

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En la habitación.

Zeus se vistió y llamaría a alguien para que lo ayudara, para su mayor sorpresa su celular se había quedado sin batería.

—No puede ser —habló Zeus airado, salió de la habitación—. Se acaba de morir mi celular, voy a abrir esa puerta con una patada.

—Ni te atrevas —dijo Hera desafiante—. Ya es tarde, mañana sí —levantándose para prepararse algo de comer—. ¿Tienes hambre? —le preguntó.

—Un poco —le respondió, aún molesto.

—Voy a preparar unas hamburguesas —dijo Hera dirigiéndose a la cocina—. A Helena le encantan mis hamburguesas, es mi fan número uno.

Ella notó que Zeus no decía nada y se dio de cuenta que se encontraba furioso, prefería no hablarle, en silencio preparó la comida, no pudo evitar lo incomoda que se sintió a su lado.

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Unos minutos después.  

—¿Dime qué te parece? —le preguntó ella, notando que él se comía la hamburguesa, pero no decía nada.

—Está deliciosa —le respondió encantado, siempre probaba las hamburguesas, nunca cómo la que estaba comiendo—. Entiendo, porque mi princesita, es tu fan.

—Gracias —dijo Hera alagada.

Zeus no quiso hablar más y se comió dos hamburguesas, dejando a ella asombrada, no lo recordaba tan comelón, ella se fue a ver televisión. Mientras él se fue acostarse un rato.

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Al día siguiente.

Hera despertó, al sentir algo cálido en su cabeza, para mayor sorpresa se encontraba recostada en el pecho de Zeus, notó cómo él estaba dormido, le acarició la mejilla con la punta del dedo con suavidad para no despertarlo, se sintió nostálgica al recordar tan bellos momentos que vivió a su lado, ahora solo era un extraño. Quería darle un beso, no se atrevía, Zeus comenzó a moverse.

Antes de que él se diera de cuenta se levantó y se fue de la habitación.

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En la casa Markou.     

—Cómo amanecerían —habló Dafne preocupada. 

—Amor, quién quita y ya estén reconciliados —dijo él sonriendo y leyendo el periódico.

—¡Buenos días! —exclamó Helena sonriente—. La tía Clío me explicó, que mis papitos tuvieron que viajar juntos —comentó emocionada—. Voy a recuperar a mi familia.

—Así será —dijo su abuelo sonriéndole—. Desayuna, para qué vamos al parque.

—Hola, familia —habló Clío con unos de los gemelos en sus brazos—. Vine con Bemus.

—Hola, mi niño —dijo su abuela emocionada—. Cada vez estás más hermoso.

Bemus le regalo uno hermosa sonrisa.

—¿Y Darío? —le preguntó su sobrina.




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