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Capítulo # 8

Capítulo # 8

Zeus se quedó, para observar a su mujer preparando los pasteles, se impresionó al ver a su hija cómo era de gran ayuda para su madre, aunque Hera no permitía que Helena hiciera lo más pesado, quiso ayudarla, pero ella no lo permitió. 

—Por fin —dijo Hera metiendo el pastel en el horno—. Solo falta dos más y listo.

—Mami, yo estoy cansada —se quejó la pequeña—. Pido descanso.

—Gracias por ayudarme amor —dijo ella dándole un beso en la frente—. Ahora mamá se encargará de todo.

—Me avisas cuando vas a adornar el pastel de tía Clío —le dijo entusiasta, sabía que su madre siempre le hacía un pastel bastante llamativo.

—Está bien —le sonrió alegre.

Helena se fue corriendo para el jardín.

—Ahora, me estoy dando de cuenta, que no sé casi nada de ti —le soltó—. Creo que he estado engañado por tres años.

—No te culpó —le contestó Hera mirándolo—. Solo mi familia sabe esto, Fedra me insistió en que me fuera a un curso de repostería. Lo hice y me encanta, aunque a veces me cuesta hacerlo por el trabajo y atender a Helena. 

—¿Y desde cuándo lo haces?

—Dos años —le reveló—. Los dos últimos pasteles que he hecho, a Helena, son creaciones mías.

Él se le quedó mirando, siempre había tenido curiosidad por saber en dónde Hera conseguía esos pasteles, que le gustaban tanto y eso que no era tan dulcero. 

—Te felicitó, son deliciosos.

—Gracias —dijo ella sentándose.

—Sabes te compré un buen regalo de Navidad —le comunicó él abrazándola y dándole un beso en frente.

—Mmm, que será —sonrió feliz—. Espero que no sea algo demasiado llamativo, sabes que no me gustan esas cosas.

—No lo es —le aseguró, él contentó.

—Hola, familia —habló Sofía apareciendo—. Te traje tu celular —entregándoselo—. Llamó tu mamá, tuve que darle el número de Zeus.

—Gracias —dijo Hera agradecida—. Sí, me ha hecho falta —se separó de Zeus y comenzó a revisarlo para sorpresa de ella, Elián la había llamado muchas veces—. Elián —susurró asombrada. 

—Es el tipo, con quien ibas a salir —le preguntó su cuñada.

—Más o menos —le reveló Hera—. Quedamos en salir, para que Helena y Ulises se conocieran y así el pequeño tuviera una amiga, con la muerte de su madre se ha aislado del mundo y eso lo tiene preocupado. Y por eso quedamos en salir ese día.

—¿Y es guapo? —le preguntó Sofía con entusiasmo.

—Sí, es guapo, tiene treinta años —le contó—. Su esposa era muy hermosa, es una lástima que murió tan joven.

En eso el celular de Hera sonó. 

Hera miró la pantalla, era Elián y contestó.

—Hola, Elián —dijo alejándose de los presentes—. Y, ¿cómo estás?

—Hola, yo estoy muy bien. ¿Y tú cómo has estado?

—Muy bien, discúlpame por dejarte plantado. Pero pasaron tantas cosas —confesó apenada. 

—¿Y volviste con Zeus? —le preguntó celoso.

—Sí —respondió extrañada por su pregunta—. Decidimos darnos una oportunidad más.

—Felicidades —dijo Elián con amargura—. Tu cuñada me comentó algo, el viernes. Te deseo la mayor felicidad.

—Gracias Elián —dijo con tranquilidad—. Eres muy bueno, tengo una idea. Puedes venir a mi casa y así los niños se conocen —le propuso entusiasmada. 

—Segura —dijo él no muy seguro.

—Sí. Escúchame con atención —le dijo.

Hera le dio la dirección para que en media hora estuviera el niño en su casa.

Zeus se encontraba serio, no iba a discutir con ella, tenía que superar sus celos. 

—Tía no te vayas —pidió la pequeña aferrada en las piernas de Sofía.

—Amor, tengo que comprar los regalos a mis sobrinos —insistió ella tratando de quitársela, pero no podía—. Zeus, ayúdame.

—Ven, cariño —dijo él quitándosela a su hermana—. En la noche, las veras.

—Sí, Helena —dijo Sofía dándole un beso en la frente.

En timbre sonó. 

—Tan rápido —dijo Hera, sorprendida, salió abrir para su sorpresa, era Elián con su hijo—. Pasen.

—Tu casa a la mía, es bastante cerca —le reveló—. Hijo, Hera pidió verte.

—Hola —dijo el pequeño con timidez.

—Ven pequeño, pasa —habló Hera invitándolo.

—Ven hijo —dijo Elián entrando con el pequeño.

—Te voy a presentar a mi niña —le comunicó Hera sonriéndole. 

—¿Y cómo se llama? —le preguntó.

—Helena —contestó orgullosa—. Es mi mayor orgullo.

—Y mío también —habló Zeus apareciendo.

—Hola, Zeus —dijo Elián con formalidad.

—Hola —dijo él mirándolo. 

—Ayuda —habló Sofía caminando con dificultad por tener a Helena en sus piernas de nuevo.

—Helena —dijo Zeus acercándose a su hija y cargándola—. Deja a tía en paz.

—Hola, principito —habló Sofía dándole un beso a Ulises—. Hoy estás más guapo —sonriéndole.

Ulises se sonrojó y le dio un beso en la mejilla.

Elián quedó atónito, su hijo no era tan atrevido. 

—Discúlpelo —habló Elián apenado—. Él no es así.

—No, tranquilo —dijo ella alegre—. El principito y yo nos conocemos hace bastante tiempo, él juega en el parque en dónde llevó a mis sobrinos, él y yo nos ponemos a platicar, y jugar mucho fútbol.

—Sí, papá —aseguró el pequeño emocionado—. La princesa es muy divertida.

—¿La princesa? —dijeron los adultos.

—Je, je, je —murmuró ella apenada—. Es que cómo lo llamo principito, él me preguntó si era casada, le dije; que no y me llama princesa, mi nombre es Sofía Dimou —dijo extendiéndole la mano. 

—Mucho gusto Ulises Nikolaou —aceptando el saludo. 

—Principito y Helena, espero que sean muy buenos amigos —habló Sofía sonriendo—. Ahora sí, tengo que irme —alejándose de ellos y se marchó.

—Esa hermana mía —habló Zeus suspirando—. Niños a jugar y hacerse amigos.

Los pequeños asintieron y se fueron a jugar.

—Yo los dejó —dijo Hera mirándolos—. Tengo que terminar unos pasteles.




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