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Capítulo # 9

Capítulo # 9

Cuatro meses después.

En la mansión Dimou Markou.

Hera se despertó en brazos de su amado, todas las noches hacían el amor de manera apasionada, ella no podía negar que tenía un gran amante como lo era Zeus, comprensivo y complaciente, en los últimos meses la habían pasado de maravilla, el trabajo y los estudios no fueron ningún problema con Zeus, más bien él la apoyaba y la aconsejaba, que tratara de tomárselo todo con calma y ella trata de hacerlo así.

—Hera —habló Zeus despierto—. ¿Qué piensas hacer hoy?

—Tengo que irme a trabajar —le informó—. Elián quiere que haga un informe completo sobre el último mes, saliendo de ahí me iré para la universidad, creo que llegaré cómo a las diez. 

—Eso es muy tarde —murmuró preocupado—. Es mejor que pase por ti.

—No, Ze —afirmó ella levantándose para mirarlos a los ojos—. Yo te aviso cuando salga de la universidad.

—Deja el trabajo y terminar los estudios —le propuso.

—Sabes que no puedo —le recordó Hera suspirando—. Me encanta mi trabajo.

—Tómalo con calma —le aconsejo no muy contento—. No quiero que te enfermes.

—Tranquilo, me estoy cuidando —insistió Hera levantándose para darse un baño.

Zeus miró a su mujer que seguía desnuda por la noche anterior y la siguió para bañarse juntos.

—Ze —dijo como sintió que él, la abrazo por detrás y le estaba dando besos en el cuello—. Se me va a hacer tarde y no puedo.

Él la giró y la miró a los ojos con esa sensualidad que solo ella la hacía sentir.

—Solo será unos momentos —dijo él sonriendo.

—Eres mentiroso —dijo seria—. Sabes que es mentira.

—Dejemos de hablar —dijo besándola, él sintió que Hera intentó no corresponderle el beso, Zeus sabía cómo hacerla cambiar de opinión, le acarició los labios con la lengua para hacerle molestar, ella no le gustaba ese tipo de caricia, cuando él notó que ella quería hablar, la beso ferozmente haciendo que ella quedara fuera de combate, ella intentó separarse de él, pero no pudo hacerlo y se dejó llevar. Él la arrinconó en la pared y le acaricio los senos con sus manos, sintió como ella gemía de placer, ella también lo acarició su abdomen, brazos y el pecho, soltó sus labios para acariciarle los senos cuando estuvo a su merced, la subió y ella rodeó sus piernas en sus caderas, camino con ella para abrir el grifo del agua y así el agua pidiera disminuir los ruidos que pudieran hacer, cuando la penetro completamente, los dos llegaron a una estasis increíble, cuál recuperar un poco el aliento se dieron un baño y cada quien se iría a su trabajo.

Zeus le dio un beso apasionado y se fue, Hera estaba terminando de acomodar sus pertenencias cuando vio a su hija un tanto extraña.  

—Cariño. ¿Qué te pasa? —le preguntó acercándose a ella.

—Me duele la barriga y la cabeza —le contestó Helena adolorida y con ganas de vomitar—. Mami —sintió la pequeña, que no podía soportar el vómito y vómito el piso, los zapatos de su madre.

Ella, al terminar de ver que su hija dejó de vomitar, la tomó del brazo y la cargó, la llevó al baño y le quitó toda la ropa, la baño. La pequeña se había ensuciado el uniforme, la metió en la tina y la tocó. Descubrió que tenía fiebre, prefirió cambiarse y llevarla a la clínica.

.

.

Una hora después. 

—Y, ¿cómo está? —preguntó Zeus llegando a la clínica, Hera lo había llamado para decirle que Helena se había puesto mal y que no pudo irse al trabajo. Ahora se encontraba en la clínica, aun el médico no le decía que tenía su hija.

—Nada —dijo ella suspirando—. Nada, estoy preocupada, le dolía el estómago y la cabeza, vómito. La bañé y la traje para acá.

—¿Y por qué me llamaste a esta hora? —le reclamó.

—Te llamé —afirmó Hera con seriedad—. Greta me dijo que estabas en una reunión importante —le explicó alterándose—. Ahora es mi culpa.

—No. Demonios —murmuró mirándola—. Entiéndeme.

—No me hables —le exigió ella alejándose de él.

El médico apareció.

—Madre de la niña Hera Dimou.  

—Nosotros somos sus padres —contestó Zeus, se sorprendió que Hera había dado el primer nombre de su hija, toda la familia la llamaban Helena y él se le hacía extraño, que a su hija la llamaran Hera.

—Soy el doctor Perseo Pappas —dijo presentándose—. Su hija, solo tiene un virus gripal, con medicamento estará como antes alegre y divertida —les comunicó sonriendo—. Nos hace reír con sus ocurrencias, pueden pasar a verla. 

—Gracias —habló Hera feliz—. ¿Podemos verla?

—Claro que sí —dijo él mirándolos—. Solo sígueme.

Perseo los guio hacia la habitación, al llegar, encontraron a su hija platicando con una enfermera.

—Mi amor —dijo Hera acercándose a su hija—. ¿Y cómo te sientes?

—Muy bien mami —respondió ella sonriendo—. La enfermera Fauna me estaba contando un cuento muy bonito.

—Gracias —habló Zeus agradecido.

—Por casualidad, tú no eres cuñada de Myron —le preguntó Fauna—. Myron el cantante.

Ella asintió.

—Cuando miré a la niña, pensé que sería mucha casualidad —confesó sonriendo—. El doctor es hermano de Myron y Myron es mi cuñado. 

—¿Ustedes son esposos? —le preguntó Helena.

—Sí —confirmó el médico—. No sabía que eres, hermana de Clío.

—Sí, soy la menor —respondió Hera.

—Sí, te pareces bastante a mi cuñada —dijo Perseo, asombrado, de que su cuñada era rubia y ella de cabello castaño.  

—Hera es más hermosa —aclaró Zeus con seriedad.

—Bueno, je, je, je, cada quien con sus gustos. Solo hay que esperar que la niña se recupere y se pueda ir a casa —dijo él sonriéndole a la pequeña.

—Papi —habló Helena mirándolo.

Zeus se acercó a su hija, le dio un beso en la frente.

—¿Y es la única que tienen? —le preguntó la enfermera.

—Sí —respondió Hera.




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