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Miko

Años antes

La luz de la mañana se cuela por la ventana de la habitación. Me zumban los oidos y mi visión está nublada sintiendo mis párpados pesados sin ganas de abrirse como yo que no tengo ganas de levantarme. Siento pesadez en el cuerpo que me designa a gritos dormí un rato más. La migraña que tengo amenaza con joderme el día al sentir como me palpita la cabeza, parecido a eso de que me va a explotar.

Cómo puedo me medio siento apoyando la espalda el respaldo de almohadas que hay sobre la cama. Que extraño, no recuerdo tener este monton de almohadas y sábanas. Me rasco los ojos para abrirlos mejor sin darle importancia a las almohadas.

— ¿Abuela? — bostezo al divisar una figura provinente de la puerta del baño, ¿Tengo baño en mi habitación?

<< No, no tenemos>>

A medida que voy abriendo más los ojos y forzando mi vista logro distinguir la figura bien, es alta y con más musculatura de la que tendría, no parece ser una señora de unos cincuenta y tantos años.

— ¡¿Abuela?! ¡Eso duele! No estoy tan viejo —exclama una voz masculina, que no le pasa desapercibido a mi cerebro el cual reacciona instintivamente al oírlo.

Maximo está cerrando la puerta del baño —del cual acaba de salir— enfundado en una toalla que solo le cubre el dorso para abajo. Ave María madre de Dios, bendito sea tu hijo que provee estos hombres pero también mala que a su vez da está clase de humillaciónes. Es hasta que Máximo se acerca al closet y empieza a mover las prendas que yo reaccióno y me levanto de la cama como si hubiera visto a la bruja de Blair.

— Alto ahí, muñeca —detiene el fijando la vista en mi.

— Yo lo siento, no sé que hago aquí ni por qué, de verdad lo lamento. — me disculpo haciendo que Máximo se pase la mano por el cabello mojado que se ve más largo.

— No tienes nada por qué disculparte, mejor quédate acostada un rato más en lo que se te pasa la migraña. ¿No tomas cierto? Ya ví el porque, de veras te descontrolas y te pones salvaje. —responde el haciéndome sentir peor.

No sé que decir, esto es muy vergonzoso para mí, lo que recuerdo es que estaba con Mai en Streak y ella me estaba enseñando su guía para ser mujer, recuerdo que ella estaba en el bar hablando con un hombre que se le acercó, está lo rechazo y después me envió a mi. Lo que no sabía era que ese hombre era el mismísimo hijo de mi jefe, si, y yo le trate de coquetaer.

<< ¡Tonta! ¡Eres tonta! >>

— Dime que no me excedi y hice...ya sabes... Algo de lo que me puedo arrepentir. — las palabras salen como un nudo interminable de mi garganta.

— Si y no —responde el generando más pavor en mi — no como piensas, si te pasaste de copas y bailamos un rato, pero después vomitaste sobre tu vestido y te traje aquí ya que no se donde vives. Perdona por hacerlo pero estabas muy ebria y tú hermana ya se había ido, no te preocupes por tu vestido, ya lo heche a lavar.

Ahora que me doy cuenta estoy vistiendo una piyama distinta a la mía y no mi vestido— o bueno, el de Mai—siento como me hierve el interior de la cara reflejado en lo enrojecida de esta al exterior, que pena la escena que tuve que haber hecho, ¡Hay no! Ahora sí lo eche a perder todo.

— ¡Discúlpame! Por favor, no quise hacer ninguna escena, te lo juro de corazón.

— Espérate un momentito, no éstoy enojado —dice acercandose a mi mientras apoya sus manos en mis hombros y me sienta en la cama, el se agacha.— Hay muñeca, solo duerme un rato más, te traeré un te, bueno, si logro prepararlo bien.

— ¿No sabes hacer uno?

El niega con la cabeza.

— Culpable, ¿Me quieres enseñar como te gusta? —el me sonrie, me hace sentir cómoda y reconfortada.

Asiento.

Vaya que logro rebajarme la culpa y pena.

Actualidad

Con los ánimos destrozados salgo con fuego de las oficinas en las cuáles me reuni no hace menos de cinco minutos con el engendro demoníaco más imbecil y poco hombre que conozco; ni bien espera que uno reaccione cuando ya está condenandome los planes. Todos me esquivan ya que, si bien saben que no suelo estar así de furiosa cuando lo éstoy es mejor darme tiempo para calmarme. ¿Tiempo para que? Todo esto es estupidisimo.

Pero más estúpida me siento yo por darle la reacción que el quería, había entrado a la sala, saludo ¿Y que es lo que me recibe? La voz grave y el rostro asqueroso de mi ex. Se las tira de honrado y ejemplar pero no es capaz de controlarse por verme. Que Máximo no diga ni en broma que no le afecto por qué esto debe ser mutuo, mi dignidad está sobre todo para que después no piensen que le voy a rogar para que me tenga consideración.

Esque- esque, ¡no puedo!. Simplemente no puedo tomar esto a la ligera por más que lo desee. Estoy exagerando demasiado para la gravidez del asunto, ¡Bah! Eso no es justificación para validar como me siento. Hosqueada debería estar —y en parte si—pero también inquinada por la manera en que me veía, en sus ojos, esos ojos grises como el plomo reflejados en cada recuerdo que posee mi mente de el, siempre están ellos pero nunca me habían visto de esa forma.

Maximo puede ser un bandido altanero reservado y ajeno a otros pero pude observar que también es un repudiador por falsedades, el se mantuvo impasible y en un momento su cara se contornesio mostrándome una faceta de el que en la vida había visto. Sujeto firmemente el volante del auto —apagado para no cometer alguna estupidez— inhalo y exhaló dejando salir lo malo y tratar de apasiguar la voz que me dice vengate.

Trato de hacerlo de manera correcta pero esa voz me dice que debo hacerlo mejor que el, que al momento de llevarlo al tribunal dejar que sangre al verme triunfar sin nada de lo que tiene por mis propios méritos y esfuerzo. Me sobresalto y empiezo a gritar como desquiciada maldición todo pegándole al volante cuya bocina empieza a sonar de tan fuerte que le doy.




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