¿cómo deshacerse de una chica?

5

A Varnauski le gustaban los besos de Ilona, pero la situación en sí le sacaba de quicio. Sentía como si le estuvieran colocando un yugo al cuello, uno con vestido rosa y sonrisa dulce.

El golpe de un libro cayendo al suelo interrumpió el beso. Bohdán, su compañero de oficina y vecino de despacho, dejó caer una carpeta de documentos al ver la escena.

—Con cuidado, Lozivski —dijo Eduard con tono firme y un deje burlón—. No hace falta que arruines mi propiedad.

Bohdán se agachó y comenzó a recoger los papeles con toda la calma del mundo, sin perder de vista el espectáculo. Ilona, algo sonrojada, retiró las manos sudorosas del pecho de Varnauski, dejando un rastro húmedo en la camisa azul celeste.

—Queríamos invitarte a cenar a casa. Así conoces a mi familia.

La idea no le hacía ninguna gracia a Varnauski. Sintió cómo las correas del yugo invisible se apretaban aún más. No esperaba que una noche con una desconocida terminara en semejante lío. La mirada severa de Zagranuk dejaba claro que un "no" no era una opción.

Viendo el titubeo del joven, Eduard dio su orden con tono autoritario, como si estuviera asignando una tarea rutinaria:

—Vendrás conmigo después del trabajo. Aprovecharemos el camino para hablar de tu relación con mi hija. Espero que tengas intenciones serias. Si no, no entiendo lo que acabo de ver.

—Por supuesto que son serias. Nos amamos. Pero creo que será mejor si voy por mi cuenta. Tengo que resolver un par de cosas primero, y luego voy directo a su casa.

En realidad, lo que no quería era compartir el coche con su jefe. Bastaría con una pregunta incómoda para que todo el teatro se viniera abajo. Eduard frunció el ceño, gesto habitual cuando se enfadaba:

—No estarás pensando en huir, ¿verdad? No puedes esconderte de mí.

—Claro que no. ¿Cómo iba a escapar de una chica como Ilona? Estaré ahí a las siete. Sólo necesito la dirección.

—Bien, más te vale. —Zagranuk agitó el dedo con una sonrisa siniestra—. Ilona te enviará la dirección por mensaje. Y ahora despídete. Tienes trabajo que hacer. No te pago para que te beses con mi hija. La hora del almuerzo ya pasó, así que hay quienes deberían haber llegado antes.

Las manos de Varnauski se bajaron por reflejo, liberando la cintura de Ilona. Ella lo miró confundida, con una mezcla de súplica y tristeza en sus ojos azules. Parecía haber sufrido bastante con su padre. Se mordió el labio con timidez:

—Vendrás, ¿verdad?

—Claro, ¿por qué lo preguntas, amor?

Ella sonrió y salió al pasillo. En cuanto se cerró la puerta y los Zagranuk desaparecieron, Bohdán rompió en carcajadas.

—A este paso, mañana suena la marcha nupcial. Zagranuk se quiere deshacer de su hija y te la endosó.

—No digas estupideces. No voy a casarme con ella, y seguro que ella tampoco quiere. ¿Quién se casa con el primer desconocido que se cruza?

Varnauski intentaba convencerse de lo que decía. Pero la actitud de Ilona contaba otra historia. Le tenía miedo a su padre —bueno, todos le temían—. Inventó la relación, y él como un tonto le siguió la corriente. Ahora no sabía cómo deshacerse de ella. Se encontró un cabello rubio en la camisa y lo quitó con disgusto. De Ilona. Ya lo había marcado.

Bohdán no paraba de burlarse:

—Ilona se casará. Con un padre así, te casas hasta con un perro.

—Genial. Una noche de diversión y mira cómo acabé. —Varnauski se dio una palmada en la frente. Bohdán finalmente recogió los papeles, puso la carpeta sobre el escritorio y se acomodó en su silla.

—Pero si te gusta. De todas las chicas que había, justo te ligaste a ella.

—Porque era la más borracha, nada más. —Una carcajada estruendosa llenó la oficina. Y aunque sabía lo absurdo que sonaba, así fue como eligió a su "víctima".

—Eres un afortunado. En tu primera vez y vas directo a la hija del jefe.

—Alguien la desvirgó antes que yo. Ya sé lo que haré. Si no puedo dejarla, haré que ella me deje. Me convertiré en el peor novio del mundo. Así me deja y su padre se da cuenta de que no valgo para ella. Me ahorro el problema y mantengo el trabajo. Iré y compraré el ramo más barato y unos bombones.

—No serás el peor, sólo el más tacaño. Tu sueldo no es ningún secreto. Si vas a fingir ser un patán, mejor llega sin nada. Y si es posible, borracho.

Tenía razón. Un poco arriesgado, sí, pero por beber fuera del horario laboral no lo podían despedir. Aunque con Zagranuk nunca se sabe. Tenía a sus empleados tan bien entrenados, que si salían de su despacho sin un reproche, se sentían afortunados.

—¿Sabes qué? Lo haré. Llegaré borracho, sucio y me comportaré como un animal. No querrán a alguien así para su princesita.

—¿Al menos intercambiaron números? ¿Cómo sabrás a dónde llevar tu hermoso cuerpo borracho?

—Ni hablamos casi. —Varnauski se rascó la cabeza, pensativo. Podía preguntarle a Iryna, pero después de lo de esta mañana, no quería ni verla. Por suerte tenía otra opción. Se sentó frente al ordenador y tecleó rápidamente. En la pantalla apareció la dirección de su jefe. Con algo de suerte, aún vivía ahí.

—Listo. Problema resuelto. Verbova número trece. Lo encontré en el registro de autónomos.

—Eres un león. A este paso, mañana estás libre. ¿Hacemos una apuesta? Si mañana estás soltero, te doy cien grivnas. Si no, tú me las das a mí.

—¡Hecho! Ve preparando la cartera.

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Con cariño, Kristina Asetska.




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