Esa claramente no era la respuesta que él esperaba. Atónito, ni siquiera podía moverse. De fondo se oían felicitaciones que su mente no lograba procesar. ¿De verdad iba a dejarse atrapar de una manera tan ridícula y casarse con una desconocida?
Cuando pensaba que su vida había llegado al punto más bajo posible y nada podría empeorar, la alegre voz de Nastia irrumpió en su conciencia:
—¡Por fin! Ahora Apolo y yo también podremos casarnos. Creo que en invierno, porque dicen que dos hermanas no deben casarse el mismo año.
—Está bien, primero celebraremos la boda de Ilona, y luego hablaremos de la tuya —Eduard, ya más tranquilo, volvió a su asiento—. Que aproveche. Por cierto, Varnovski, ¿cómo se conocieron?
—Que lo cuente Ilona. Yo tengo demasiada hambre como para distraerme hablando —murmuró Anton con la boca llena.
Sentía que su vida se había acabado. ¿Qué podía ser peor? Lo estaban obligando a casarse, y la chica con la que soñaba iba a convertirse en la esposa de otro. Ni siquiera entendía cómo había acabado en esa situación. Pero lo más importante era: ¿qué hacer con todo esto?
El parloteo de su flamante prometida ya ni lo escuchaba. Ni una palabra de sus historias inventadas sobre un amor inexistente le llegaba. No le importaba.
Por fin, la cena terminó, y con ella, la tortura de Anton. En el recibidor, mientras se calzaba sus sucios tenis, despidió con la mirada a Nastia: tan lejana, tan inalcanzable, tan deseada. Entonces la voz autoritaria de Eduard lo alcanzó:
—El domingo esperamos a tus padres. Queremos conocerlos y discutir los detalles de la boda.
Varnovski asintió y le estrechó la mano al futuro suegro sin decir palabra. Vio cómo Apolo le susurraba algo al oído de Nastia y ella sonreía. La rabia le ardía en el pecho y le dificultaba respirar. Salió disparado al jardín para no seguir viendo aquel espectáculo.
Ilona lo siguió y, por primera vez desde la mañana, se quedaron solos. Anton tenía pensado echarle en cara todo con una buena dosis de furia, pero fue ella quien habló primero:
—Gracias por no contarle la verdad a mi padre y aceptar casarte conmigo. ¿Sabes? Estoy segura de que seremos felices. A veces las parejas pasan años juntas antes de casarse, y aun así terminan separándose. Estoy convencida de que con nosotros no será así. Desde el primer momento supe que eras mi otra mitad. Hoy solo lo confirmé: realmente te gusto, y no me usaste solo para satisfacer tus instintos animales. Eres un verdadero hombre. Estoy segura de que papá te dará un ascenso. Intercambiemos números. Mañana quiero verte para hablar de todo esto.
Anton pensó que esa chica no tenía todos los tornillos bien puestos. ¿De verdad creía que su boda iba a celebrarse? Aunque había aceptado esta locura, haría todo lo posible para que Ilona huyera por su propia voluntad. Le haría la vida imposible, un infierno del que se arrepentiría toda la vida. Iba a maldecir el día en que se conocieron.
Intercambiaron teléfonos, y Anton subió al taxi ya planeando cómo se vengaría al día siguiente.