¿cómo deshacerse de una chica?

57

— Pero ahora te hablo con sinceridad. No me interesan el dinero ni las conexiones útiles, solo te necesito a ti. — Volvió a tomarle los dedos entre los suyos, pero Ilona los apartó con rapidez, temiendo que si se demoraba siquiera un instante, aquella cercanía envenenaría su razón y la arrastraría al mundo de sus deseos. Frunció el ceño con ira y se mantuvo firme:

— No te creo. Olvídame. El domingo me caso, así que considera que estás cortejando a una mujer prácticamente comprometida. Adiós, Antón.

Ilona se alejó con paso orgulloso, conteniendo las lágrimas. Decirle que no no le resultó fácil, pero sabía que era lo correcto. No quería reabrir heridas aún sin cicatrizar con un amor ilusorio que desaparecería de Antón tan pronto como reapareciera Nastia… o como le ordenara su padre.

La voz del hombre resonó detrás de ella, haciendo que su cuerpo se estremeciera:

— Olvidaste en mi coche los guantes, la bufanda y el gorro.

— ¿Y te acuerdas justo ahora? Quédate con ellos. — Dio un paso y se giró por completo hacia él.— Si me hubieras amado, no habrías esperado un mes entero para disculparte. Me habrías llamado, no habrías soportado tanto silencio. Así que no me cuentes ahora cuentos sobre el amor.

La joven bajó la mirada y se marchó hacia donde estaban sus amigas. Esta vez, Antón no respondió nada. Se quedó sentado junto a la barra, observándola. Su mirada la inquietaba, removía emociones que creía dormidas y arruinaba la noche por completo. Los ojos de Ilona, por más que lo evitara, buscaban los de él, necesitaban comprobar que aún estaba allí, qué hacía, memorizar las facciones que conocía de memoria.

Cansada de aquella tensión, anunció su decisión:

— Perdonadme, chicas, pero me voy a casa. No me encuentro bien. Divertíos vosotras.

— ¿Cómo que te vas? ¡Si ni siquiera bailaste una sola canción! — protestó Yulia, frunciendo los labios de manera divertida. Mariana salió en defensa de su amiga:

— Si no se siente bien, mejor que se vaya a casa. ¿No estarás embarazada, Ilona?

— Todo puede ser. — Ilona se encogió de hombros y se levantó. Se despidió de las amigas y se dirigió hacia la salida, dejándoles un nuevo tema de conversación.

Llegó a casa cuando todos dormían. Se alegró por ello, porque no tenía ganas de hablar con nadie. Fue directamente a su habitación, se cambió y se acurrucó bajo la manta. Aunque estaba convencida de haber hecho lo correcto, en su mente se repetía sin cesar la conversación con Antón. Le habría gustado que sus palabras fueran sinceras, pero no quería perderse en sus propias ilusiones.

Despertó de golpe cuando la puerta de su habitación se abrió con un estruendo. Abrió los ojos y vio a Oleksandr. Sus pómulos estaban tensos, el rostro pálido, los labios apretados en una delgada línea. Ilona comprendió enseguida que estaba furioso, aunque no entendía la razón. Nunca antes había entrado en su dormitorio sin llamar. En la mano apretaba con fuerza su teléfono, que acababa de vibrar con un nuevo mensaje. Sin mirar la pantalla, él siseó:

— ¿No tienes nada que contarme?

— Si preguntas, será porque ya sabes lo que quieres oír. ¿De qué hablas exactamente?

Ilona se incorporó, recostándose contra la almohada, y se cubrió hasta el pecho con la manta, escondiendo su pijama rosa con conejitos. Klymiuk se sentó a su lado y le acercó el teléfono, cuya luz le cegó los ojos aún somnolientos:

— Te advertí sobre los periodistas. Mira, una nueva nota que no me hará quedar bien ante los votantes. Ayer te besabas con Antón. ¿Volvieron?

Ante aquella acusación, Ilona despertó por completo y tomó el teléfono. En la pantalla aparecía la foto de Antón besándole los dedos. El recuerdo de ese contacto ardiente le recorrió el cuerpo, encendiendo brasas inoportunas. El titular, llamativo y sensacionalista —“La prometida de Klymiuk lo engaña”—, sin duda atraería la atención. Mientras ella intentaba reaccionar, Oleksandr continuó:

— Podrías habérmelo contado y habríamos decidido qué hacer, en lugar de esconderte con tu amante en los rincones.

— Pero él no es mi amante —dijo Ilona, dejando el teléfono a un lado—. Sí, Antón estaba allí. Me esperó cerca del baño y hablamos. Terminó con Nastia y quería retomar nuestra relación. Le dije que no. Eso es todo. Las fotos se tomaron al principio, cuando me quedé paralizada sin saber cómo reaccionar. Esos fueron los únicos besos entre nosotros. No te he sido infiel.

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