¿cómo deshacerse de una chica?

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Oleksandr suspiró aliviado.

—Estas fotos afectarán negativamente mi reputación. Ya sabes cómo les gusta a esos periodistuchos retorcerlo todo. Me catalogarán como un tirano cruel que golpea mujeres y es infiel a todas horas. Mi secretaria de prensa aconseja dar una rueda de prensa. Debes estar presente y apegarte a la versión que ella invente.

Ilona aceptó. Se sentía culpable con el hombre, ya que él la había acogido cuando todos le habían dado la espalda. Sin dudarlo, diría la versión que más le conviniera a Oleksandr.

Antón estaba tumbado en la cama y miraba el techo con una mirada indiferente. No podía entender por qué no había comprendido antes sus verdaderos sentimientos hacia Ilona. El día que ella se fue, él ni siquiera hizo un intento por detenerla. Aunque había logrado su objetivo, al fin se había librado de aquella chica y Nastia había aceptado salir con él, no sentía alegría. Su cuerpo recordaba demasiado bien las caricias matutinas de Ilona y se negaba a olvidarlas.

La noche anterior, devastado por el rechazo de Nastia, Antón había decidido olvidarla a cualquier precio. Al entrar en la habitación, inesperadamente vio a Ilona. Ella no pudo ocultar su turbación y al hombre eso le gustó. Ni él mismo comprendió en qué momento exacto se abalanzó sobre ella con besos. Aquella chica atraía, cautivaba con su belleza y su corazón sensible. Le gustaba su preocupación, su sencillez y su generosidad. Perdió la capacidad de pensar racionalmente y cedió a la tentación.

Volvió en sí, ya abrazando a Ilona. No tenía sentido negárselo a sí mismo: le gustaba aquella chica. Mucho. En circunstancias normales, si no fuera por la presión de la boda, incluso saldría con ella. Por toda su bondad, ella merecía la felicidad que Antón se obstinaba en no darle. Decidió que a partir de ese día se comportaría con normalidad y no intentaría deshacerse de ella. Al fin y al cabo, no era la peor opción de esposa. No sabía si se casaría con ella, pero no quería perder la oportunidad de un futuro juntos.

No deseó separarse de ella por la noche, su ser se sentía atraído por Ilona, quería calentar su frágil cuerpo entre sus brazos, cubrirla de besos y permanecer a su lado. Ese sentimiento no desapareció por la mañana. Adormilada, con el pelo que se erizaba descuidadamente por todas partes y sin maquillaje, parecía especialmente encantadora. Y justo cuando ya había reconocido en su mente que Ilona lo había domesticado, apareció Nastia.

Lo dejó atónito con su confesión, pero lo que más conmovió su corazón no fue la noticia de que la chica había aceptado salir con él, sino la información de que Ilona se había convertido en su prometida solo para no tener que casarse con Klymyuk. Ahí comprendió toda su ingenuidad. Antón había creído que de verdad le gustaba a Ilona, sabía de la presión de su padre, pero no imaginó que hubiera alcanzado tales magnitudes. La ofensa le atravesó el corazón y lo obligó a observar en silencio cómo la chica, que inesperadamente se había vuelto importante, huía de él. Apenas se cerró la puerta, Nastia puso sus manos sobre su cuello, pegándose a él con todo su cuerpo:

—No te preocupes, se ofenderá un poco y se le pasará. Ilona no sabe enfadarse. Lo importante es que ahora estamos juntos y que entre nosotros hay sentimientos de verdad, no esa relación de escaparate que tenían ustedes.

La chica atrapó los labios de Antón en su cautiverio. Sus labios recordaban demasiado bien el sabor de los labios de Ilona, que ahora le parecían más agradables y deseables. Se obligó a responder a Nastia con toda la pasión de la que fue capaz en ese momento. Aquel beso le pareció ajeno, frío e incorrecto. Intentó desechar esas tonterías de su cabeza, ya que por fin había logrado su objetivo: Nastia, con la que tanto había soñado, se había convertido en su novia, pero eso, por alguna razón, no lo hacía más feliz. Ante sus ojos, parpadeaba el rostro triste de Ilona, sus ojos azules llorosos, llenos de desesperación y decepción. Quería agarrarla y abrazarla y no soltarla nunca.

Sintió cómo los pequeños dedos desabrochaban con seguridad los botones de su camisa. Se separó de los labios de Nastia y dio un paso hacia atrás. Por alguna razón, todo dentro de él protestaba contra esa intimidad. A duras penas logró decir:

—Tengo que ir a trabajar.

—¿Y siempre eres puntual? —Nastia puso sus manos sobre su abdomen, acariciándolo suavemente con los dedos.

—Con tu padre, no puede ser de otra manera.

La chica retiró sus manos y se acercó a la ventana. Miró el patio en silencio y finalmente habló:

—Entiendes que él se enterará de lo nuestro —sin esperar respuesta, se dio la vuelta bruscamente y lo miró—. Necesito un hombre que no tiemble ante mi padre. ¿Estás dispuesto a asumir la responsabilidad y declarar que estamos saliendo? Espero que seas consciente de que se enfadará, ya que soñaba con colocar a Ilona.




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