Inmediatamente, las cámaras se enfocaron en la morena. Una blusa azul, claramente ajustada, resaltaba un vientre ligeramente redondeado. Oleksandr se ajustó la corbata con nerviosismo, intentando no mostrar las emociones que lo asolaban como un torbellino.
—Señora, ¿quién es usted? Es la primera vez que la veo.
—No finjas. Nos amábamos y tú me preferiste por Ilona. Estoy embarazada de ti, pronto serás padre.
Lo que se escuchó no solo shockeó a Ilona, sino también a todos los presentes. La chica no sabía cómo reaccionar; su acuerdo con Klymyuk estaba en peligro. Contuvo la respiración y observó las acciones de su prometido. Él se puso de pie y, olvidando el decoro, señaló a la mujer con el dedo y alzó la voz, dirigiéndose a la seguridad:
—¡Sáquenla de aquí! Puedo demandar por esa mentira, por difamación.
—No se apresure a demandar, o podría perder —una voz familiar encendió un calor en el pecho de Ilona. Con timidez, dirigió la mirada hacia la puerta, por donde salió Antón. Parecía haber esperado el momento oportuno para aparecer de forma espectacular—. Le propongo que hablemos a solas, recibirá información muy útil.
Oleksandr apretó los labios con fuerza y miró a Antón con odio.
—Bien, hablaremos. La rueda de prensa ha terminado.
Sin embargo, los periodistas no tenían prisa por dispersarse y las preguntas llovieron por todas partes, preguntas que nadie tenía intención de responder. Klymyuk se deslizó furiosamente hacia el despacho contiguo, ignorando todas las preguntas. Ilona lo siguió. Sabía que Antón había tramado algo, pero sus motivos aún no le quedaban claros. Enfadada, entró en el despacho como una furia. Ella le había rogado que la dejara en paz, que no le arruinara la vida, pero Antón hizo lo que quiso.
Ilona se sentó junto a Oleksandr en el sofá. La mujer embarazada se acomodó en el sillón de enfrente y Klymyuk apenas contenía sus emociones. Antón cerró la puerta y caminó con confianza hacia el escritorio. No tenía intención de sentarse, se apoyó ligeramente en él y, por fin, salieron algunas explicaciones de sus labios:
—Sé que Ilona no te ama, simplemente necesitas una familia feliz de cara a las elecciones. Nadiia puede interpretar el papel de esposa amorosa, sobre todo ahora que supuestamente pronto nacerá su hijo. Piénsalo bien, un escándalo así no le conviene mucho a un futuro diputado. En cambio, un esposo cariñoso que no se enteró del embarazo de su amada por culpa de una pelea es mejor que un canalla que rechaza a su propio hijo.
Ilona no podía entender cómo Antón sabía todo. Ella no le había contado a nadie sobre su acuerdo con Oleksandr, quien alzó un poco la voz:
—No digas tonterías, puedo demostrar fácilmente que ese no es mi hijo.
—No lo dudo, pero las malas lenguas susurrarán que sobornaste a todos. Por supuesto, parte de la población no lo creerá, pero a algunos les surgirán sospechas. No es muy agradable, ¿verdad?
Klymyuk no pudo soportar la descarada provocación de Antón y se puso de pie de un salto:
—¡Maldito cachorrito! ¿Qué intentas conseguir? ¿Quieres pisotear mi reputación? ¿Trabajas para la competencia?
—Claro que no. Solo quiero recuperar a mi amada —Antón dirigió una mirada lastimosa a Ilona—, por favor, perdóname. Fui un idiota. Estoy dispuesto a hacer cualquier cosa solo para que estés a mi lado.
La chica lo miró atentamente, tratando de encontrar el más mínimo indicio de engaño. Como de una jaula de hierro, su corazón se desprendía de su pecho y anhelaba esconderse en los fuertes brazos de Antón. Sin embargo, las heridas que aún no habían sanado le recordaban la mentira y no le permitían creer en el hombre. Su silencio fue interrumpido por la voz severa de Oleksandr:
—Damas, les pido que se retiren. Déjenme a solas con este hombre persistente.
En ese momento, Ilona se asustó. Temía que Klymyuk iniciara una pelea, y sabiendo cómo Antón atraía los problemas, esto parecía un desarrollo completamente probable de los acontecimientos. No quería que ninguno de estos hombres sufriera, así que protestó de inmediato:
—No me voy a ir a ninguna parte. Antón, pensé que ya lo habíamos resuelto todo.
—Tú lo resolviste, pero espero cambiar tu decisión. Por favor, danos una oportunidad.
Antón parecía sincero y a la chica le empezaron a surgir dudas. Klymyuk repitió su petición:
—Insisto en una conversación privada con Antón. Ilona, ve con tu padre, nos reuniremos allí.
La chica se levantó dócilmente y salió de la habitación. Sintió que debía hacerlo, ya que la presencia de Antón le nublaba la razón. Su corazón le exigía creerle, ignorar el acuerdo y romper todos los lazos con Klymyuk. Sin embargo, no podía hacerle eso a quien le había tendido una mano amiga en un momento difícil. Nadiia salió con ella e inmediatamente ambas fueron blanco de los flashes de las cámaras. Ilona, ignorando a todos, se dirigió al despacho de su padre. Solo le quedaba adivinar de qué hablarían los hombres.