¿cómo deshacerse de una chica?

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—Klymyuk no me ama. Tenemos un acuerdo. Un matrimonio de conveniencia por cinco años. Nos divorciaremos y yo obtendré dinero y mi propio negocio —Antón retiró sus manos y liberó las piernas de Ilona. No apartó la mirada de la chica, observando atentamente su rostro, como si intentara detectar una mentira. En su voz se notaba la desesperación—: ¿Me estás juzgando? Sí, vendí mi libertad. No tengo casa ni trabajo, la pintura no me da grandes ingresos y soy una gran soñadora. Considero a Oleksandr como un trabajo y él lo sabe. Cuando no actuamos el papel de pareja feliz para el público, nos vamos a nuestros propios dormitorios. No nos une nada aparte de este acuerdo.

Una sonrisa apareció en el rostro de Antón. Tiró del cierre del plumífero de la chica y desabrochó la chaqueta. Lentamente, como si no quisiera que Ilona se diera cuenta de sus acciones, le quitó la ropa de abrigo, diciendo:

—No te juzgo. Al contrario, estoy muy contento de que tengan ese tipo de relación. Esto me da la esperanza de que puedas amarme. No sé si nuestra relación significó algo para ti, pero ahora haré todo lo posible para que me perdones.

Antón le quitó la chaqueta por completo y la puso sobre la cama. Se enderezó sobre sus rodillas y se acercó a la chica. Con algo de timidez la besó en la mejilla y observó con recelo la reacción de la chica. De sus labios deseados se escuchó un fuerte suspiro.

—¿De verdad crees que nuestra relación no significó nada para mí? Admito que al principio tenía objetivos egoístas, pero luego… —Ilona sintió que le faltaba el aire catastróficamente. La lengua se le atrancaba en la garganta y hablar se le hizo muy difícil. Hizo un esfuerzo sobrehumano y empujó las palabras que obstinadamente se negaban a ser pronunciadas—: Luego me enamoré de ti. Ni siquiera sé por qué, ya que a veces eres tan insoportable.

El hombre comenzó a besar con seguridad su frente, sus mejillas, su nariz y llegó a los labios anhelados, con los que tanto había soñado. Los besó con ternura, con reverencia, durante mucho tiempo, alargando el momento soñado y temiendo que la chica se fuera, desapareciera como un helado frío en el calor del verano, dejando solo un agradable regusto. Sin embargo, Ilona no se fue, no se resistió, sino que le respondió con ternura apenas disimulada. Hundió sus dedos en el cabello oscuro y Antón se envalentonó, comenzando a desabrocharle la chaqueta. La chica agarró sus manos asustada.

—Espera, esto no está bien. Todavía estoy prometida con Oleksandr, y tú saliste con mi hermana. Y aunque ya ni siquiera nos hablamos, al besarte, inmediatamente me imagino cómo se besaban ustedes y eso me irrita mucho.

Antón se levantó de las rodillas y se sentó a su lado en la cama. Con cuidado, como si temiera asustarla, le acomodó un mechón de cabello rubio detrás de la oreja. La chica parecía una hermosa mariposa que saldría volando hacia el cielo al menor movimiento brusco.

—No puedo cambiar el pasado, pero nunca la besé como te beso a ti. Entre nosotros no hubo nada más que besos. Al darle caricias a ella, te imaginaba a ti. Sentía que no estaba bien y, por mucho que lo intentaba, no podía sacar tu imagen de mi cabeza. Después de ti, no he tenido ninguna otra mujer y ya no la tendré. Solo deseo tocar tus labios, de alguna manera has cautivado mi corazón para siempre.

Ilona quería creerle, ya que con tal confesión sintió un gran alivio. Un pesado lastre que hacía tiempo que quería quitarse de encima cayó de su alma.

Esa noche les perteneció por completo y terminó en una apasionada reconciliación. La chica se despertó por los suaves besos en la mejilla. Vio el rostro sonriente de Antón frente a ella y puso sus manos en su espalda, abrazándolo fuertemente con todo su cuerpo. Inhaló su aroma y no podía creer que todo fuera real, y no una invención de sus sueños. Él besó sus labios y disipó por completo todos los restos de sueño. Ilona, liberándose de sus labios, logró hablar:

—Es hora de levantarse, ¿tienes que ir a trabajar?

—No, ¿lo olvidaste? Me despidieron —parecía que sus propias palabras no le preocupaban en absoluto. Continuó cubriendo su cuello con besos suaves.

—¿Qué vas a hacer ahora? Tanto que no querías perder tu trabajo, que incluso no te negaste a casarte con una desconocida.

—Porque era una desconocida muy encantadora —murmuró Antón sin dejar de hacer lo suyo—. No te preocupes, un compañero de la universidad prometió concertar una entrevista en su empresa. Por supuesto, el sueldo es un poco menor, pero podrá garantizar una vida digna. Aunque perdí el trabajo, obtuve algo mucho más valioso: a ti.

Ilona sonrió, lo empujó ligeramente por los hombros y se inclinó sobre él, demostrando su ventaja. Su cabello caía y le hacía cosquillas en el pecho del hombre. Con un dedo, acarició juguetonamente cerca del cuello de Antón.

—¿Y quién te dijo que soy tuya?

—Simplemente no te dejaré ir. Múdate conmigo.

El rostro de la chica se puso triste. Los brillantes colores de la felicidad que la adornaban hacía un segundo desaparecieron. Ella se apartó y, envuelta en la manta, se sentó en la cama, apoyando los hombros en el cabecero. Tal reacción puso en alerta al hombre. Se sentó a su lado y demostró la seriedad de sus intenciones:

—Podemos casarnos, si eso es tan importante para ti. Puedo asegurarte una vida digna, por supuesto, no tan lujosa como la que tendrías con Klymyuk, pero no pasaremos hambre. Alquilaremos otro apartamento, solo para nosotros. Por supuesto, no será fácil, pero viviremos juntos.

—¿Quién se muda a vivir junto después de dos meses de conocerse? —En su voz se notaba la indignación. Antón tomó temblorosamente sus manos entre las suyas y las llevó a sus labios. Besó suavemente sus delicados dedos y miró los preocupados océanos azules en los que se arremolinaba la inquietud.

—Aquellos que se aman sin límites y tienen un problema de vivienda. No pensarás seguir viviendo con Klymyuk, ¿verdad?




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