Como Dos Extraños

Capítulo 1.

Cuando eres una niña con baja estatura, delgada, solitaria y callada nada bueno puede esperarte en un futuro. El carisma y la pureza de un niño hace que los demás te amen, pero si no eres como los demás nadie te aceptará a menos que tengas una madre que reconforte tu alma al decirte que eres hermosa sin importar la envoltura que te hace sentir una completa basura.

La vida de la pequeña Farah se ha caracterizado por ser alguien invisible, no amigas, no amigos, no nadie. siempre se preguntaba el cómo es que los demás niños pudieran ser tan felices sin preocuparse de nada más que juegos que los hacían sudar y endeudarse.

Para ella los niños eran tan fáciles de leer, pero difíciles de comprender, sabes cómo reaccionarán, pero no sabrás el motivo, no sabes qué es lo que piensan ni lo que hablarán de ti a tus espaldas. Al contrario, las niñas son más fáciles de entender, pero difíciles por complacer. Todas las mujeres buscan lo mismo, destacar sobre todas las demás, y el ser galante es el primer paso para formar una estrecha relación, sino quedarás fuera de su círculo social, no obstante, nunca sabes hasta dónde sus deseos llegarán hasta quedar satisfechas. Y a pesar de saber eso, no saber cómo acercarse a ellos para empezar una simple conversación es tremendo problema para alguien introvertido y tímido.

No era de muchas palabras, apenas hablaba con los profesores de cada año, y eso porque era alguien tan comprometida con sus tareas, nunca faltaba a clases y siempre era puntual, alguien inteligente, capaz de resolver los problemas matemáticos rápidamente y su capacidad y gusto de lectura tan rápida y eficaz, hacía que fuera mejor para escribir sin tantas faltas de ortografía y con una letra legible y hermosa que mejoraban la presentación de sus libretas a pesar de siempre reutilizar hojas de las libretas usadas de su hermana, un privilegio que no compartía con nadie, pero que a pesar de sus buenas calificaciones que siempre sacaba y su enorme talento al dibujar perfectamente un paisaje o cualquier otro dibujo de los libros, la mayoría de sus compañeros ni siquiera la conocían y esa razón la desconcertaban tanto, sintiéndose siempre inferior a los demás. Se denigraba al decir que solo era una vil mujer sin nada que ofrecer al mundo. Las circunstancias en las que creció y su inteligencia la hacían preguntarse tantas cosas y al mismo tiempo ser tan diferente al resto, una parte de ella era capaz de comprender las lecciones de manera fácil, pero por otra parte, no comprendía ciertas emociones que la llevaban a no ser sociable, no podía ser capaz de formar amistades, nunca sabía de qué hablar con los demás, los temas académicos les aburrían y los juegos la aturdían, no le gustaba sentirse como una loca salvaje en medio del patio llenándose de sudor y escuchar gritos o lloriqueos por no haberse fijado bien al pisar.

Permanecía sentada en su silla mientras todos los demás salían a disfrutar, todos con una sonrisa, ella con la cabeza recostada sobre su pupitre escuchando los gritos. No quedaba nadie más, no era capaz ni de hablar con la profesora pues siempre salía a platicar con la profesora que impartía a lado de su salón; tampoco le gustaba salir porque sabía que nadie le hablaría, permanecería sola mirando a todos correr, platicar y comprar en la cooperativa. No estaba dispuesta a salir más después de que el año anterior lo había hecho, siempre sentada en uno de los pasillos de los de segundo grado, perfecto lugar para apreciar a todos, pues éste permanecía un metro y medio más arriba que los demás salones; aquel año fue humillante, cada recreo se sentaba a esperar a que alguien le hablara y la invitara a jugar a pesar de que no le gustara los tipos de juegos, sin embargo, nadie llegó a ella, permaneció siempre en soledad.

Farah siempre se llenaba de un profundo dolor al ver su aislamiento,  no era ni capaz de salir por una torta y un jugo para comer, pues sabía que era mejor guardar ese dinero para después comprar lo que la maestra le pidiera de material, su economía en la casa no era nada agradable, recordaba siempre las palabras de su madre al decir “No hay dinero”, ella sabía perfectamente que el lujo de comprarse algo no era bueno. Su escuela era prioritaria, de eso también su madre se había encargado al decirle cada noche “Debes de estudiar y ser buena para tener un mejor futuro, sólo mírame”. Aquellas palabras se las había impregnado tanto al corazón y a la mente. Su escuela era lo único a lo que se enfocaba, en libros y tareas se refugiaba, utilizando frecuentemente su imaginación para crear futuros donde cambiaba su ser al rodearse de amigos, o crear falsos amigos y aventuras maravillosas sin ser exactamente ella.

Farah tampoco quería ser una molestia para su madre, lo demostraba al no ser exigente al pedirle dinero a pesar de que lo necesitara.  Y es que, no podía dejar de pensar en la falta de dinero en su hogar, el dinero siempre era el motivo por el cual veía solamente en las noches a su madre, y su hermana mayor se había convertido en una segunda madre.

Ver la desesperación de su madre al no tener un esposo que cuidara de ella, olvidarse poco a poco del rostro de un hombre que llevaba su misma sangre, que juró protegerla siempre y al cabo de años, por una razón que desconocía simplemente se había ido para no volver nunca más. Verse al espejo y ver que no era como todas las demás niñas, hermosas con sus cabellos tan largos, cascabeles que las resaltaban y les daban brillo a sus delicados rostros, usar uniformes que nos les colgaba hasta las tobillos y sobre todo ser queridas por todos los demás. Y para el mal de sus malos ser prácticamente una chiquilla apática y antisocial. No entendía del porqué las palabras no salían de su boca, su cerebro se enredaba con tantos pensamientos, ¿Por qué no podía demostrar sus sentimientos? ¿Por qué siempre permanecía el mismo semblante serio en su rostro?




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