Como Dos Extraños

Capítulo 2

Aquél mismo día estaba pasando con lentitud. No conectaban ninguna palabra, ningún contacto, ni siquiera sus ojos se entrelazaban. En el recreo, el chico nuevo sacó una torta de su mochila, se levantó y permaneció afuera junto a la puerta. Ninguno de los hombres se atrevió a hablarle, a él tampoco le pareció importarle. Miraba alrededor, observando como los niños jugaban. Rosa comenzó a hablar con su nueva compañera de pupitre entre clases, Farah estaba preocupada, ahora nunca más hablaría con rosita. Todo estaba perdido. Sin en cambio, Rosa la llamó y la invitó a que salieran al recreo juntas. Ellas se sentaron en el mismo lugar donde antes se sentaba completamente sola. Enfrente de los salones de segundo. Aquel pasillo de ese grupo se encontraba en alto, así que permitía flotar sus pies a comparación de los otros estrechos pasillos que se encontraban a centímetros del suelo. Ese grupo de segundo se encontraba justo en frente de la oficina del director, claro que antes la plaza los separaba. Desde esa posición observaban su salón de frente, puesto que su salón se encontraba al lado izquierdo de la oficina.

Rosa buscaba al chico nuevo del otro grupo, unos cuantas horas y parecía ya haber hecho amigos. Se encontraba rodeado afuera del salón por sus compañeros. Era la sensación. Fernanda fue bien recibida en la pareja de amigas de Giselle y Alondra; y el chico nuevo de su salón permanecía solo. Por momentos Farah lo observaba mientras escuchaba a rosa a hablar de Miguel ángel. El chico nuevo parecía de cierto modo extraño, no le importaba que los demás no le hablaran, no mostraba preocupación o disgusto, se encontraba satisfecho comiendo.

Entre los nuevos había una clara diferencia, a pesar de su físico, su ropa decía mucho, pues mientras los hermanos usaban ropa oscura y perfecta que entonaba con su tonos de piel y cuerpo, el otro, usaba una camisa amarilla con el logo de Bob Esponja, (una caricatura), con bermuda de color azul y tenis negros. Una pésima combinación para su primer día de clases. Las risas de aquellos que creían vestirse mejor en casa no paraban. Farah sintió pena por él, se recordaba así misma cuando estaba completamente sola, se preguntó cómo podía estar tan tranquilo cuando ella siempre lloraba por dentro, por no comprender los enlaces de amistad. Volteó a ver a Rosa y se preguntó del porqué alguien tan linda como ella le hablaba, la gran mayoría de tiempo se la pasaba en silencio escuchando los pensamientos de su nueva amiga. Anhelaba que su conexión nunca desapareciera.

Se dijo así misma que tal vez el chico nuevo simplemente no era como ella, sino como los demás. Se creía única en no entender ciertas cosas que a los demás les parecía normal.

Solo quedaban dos horas para salir. Parecía asfixiarse al evitar todo contacto con el nuevo, ni uno ni el otro parecían importarle una interconexión de palabras. Escuchaban con atención las explicaciones de la maestra. El término de la clase de matemáticas consistía en realizar unos ejercicios de simples divisiones, pidió que entre pareja los resolvieran y platicaran sobre el resultado obtenido. Sin conectar palabra ambos niños decidieron realizar la actividad individual. Farah esperaba que el niño no fuera tan tonto como para ser el motivo para hablarle y explicarle cómo resolver una división. Conocía a sus compañeros, la mayoría de las niñas a excepción de Dulce les costaba, Rosa era un claro ejemplo de que la ayudaba pasándole las respuestas. Y entre los hombres, había como cuatro chicos listos, pero demasiados flojos como para poner interés.

Solo le faltaba un ejercicio para terminar cuando observó que el niño nuevo acostó su lápiz y estirando su brazo colocó su mano para sostener su mentón. Su otro brazo cubría la libreta. Era demasiado increíble para creer que en verdad había acabado; dejó de eso de lado y continuó hasta terminar. Minutos después se atrevió a abrir su boca, gran parte de ella no quería, pero tenia que obedecer una orden.

< Ya terminé y ¿tú?> le preguntó con voz apenas perceptible. Volteó a verlo directamente a su ojos, se sentía extraño, no estaba acostumbrada a hablar con niños a pesar de pasar muchos años al lado de ellos. Además, esperaba una respuesta negativa a su pregunta y unas palabras de: “no entiendo”. El asombro fue grande cuando él sin decir palabra alguna bajó su brazo y le mostró los resultados. Tragó saliva asombrada por sus ejercicios perfectamente realizados. Es más, la velocidad con lo que los había resuelto decía mucho. En el fondo de su corazón sintió una pizca de felicidad. Acercó más su libreta y corroboró de que efectivamente estaban de acuerdo. Ambos les entendían, no había necesidad de hablar más. Ella le dijo que fueran a revisarse, se levantaron y le mostraron sus libretas. La maestra se sorprendió, el chico nuevo parecía inteligente. Farah no siempre llegaba primero por esperar a su amiga, pero ahora, era la primera gracias a su nuevo compañero. Se los calificó de enseguida y los felicitó por el buen trabajo, sin nada más que hacer, regresaron a sus respectivos lugares. El resto del tiempo el niño se la pasó dibujando en su libreta hasta que una nueva clase empezó. Farah lo observaba de lado, parecía ser bueno en sus dibujos, incluso mejor que ella, pues ella no dibujaba bien al ser de su imaginación, solo al ver otras imágenes podía copiarlas exactamente. El resto de las clases volvieron a permanecer en silencio hasta finalizar el día.

Toda la tarde rogaba a los cielos que la maestra cambiara su decisión y que los separara para así regresar con Rosita, no obstante, su pesar grande cuando llegó a la escuela y vio formado a su compañero con el uniforme. Al pasar al salón se sentó, segundos después llegó él. Era tradición que las niñas siempre avanzaran primero para entrar a los salones.




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