Como Dos Extraños

Capítulo 4

-Mira ésto Farah, lo hice para ti, ¿qué te parece? - Gonzalo le dio un papel en forma de ranita. En la hoja podía verse detalles de pintura de acuerdo con las características del anfibio. Farah emocionada lo agarró, le pareció hermoso aquel papel, ella bien sabía que no era buena en papiroflexia, ni siquiera podía hacer el común avión, pero Gonzalo era diestro en eso, con éste papel era la quinta figura que le regalaba, se sintió feliz de agregar uno nuevo a su colección. Gonzalo sonrió y después le preguntó su día a Farah, ella comenzó a platicar sin decir mucho, y es que en realidad aun no se acostumbraba a hablar de ella. Julián se acercó a ellos, y le explicó a Farah que hacer esas cosas era difícil, alabó a su camarada por su talento. Esos dos eran mejores amigos, y ambos habían empezado a hablarle a Farah desde que ella se atrevió a defender a Karina, después de que él le había arrojado un jugo en su cabeza llamándola “tonta”. Además, Gonzalo se había dado cuenta de que Farah era inteligente y amable, a él le pareció agradable cuando le preguntó dudoso y temeroso cómo hacer una ecuación y sin burlarse de él como todos los demás que ya le habían entendido al ejercicio, ella se sentó a su lado y comenzó a explicarle de forma sencilla, le tuvo paciencia y lo esperó hasta que él logró entender. Más tarde Julián también le pidió ayuda y ambos concordaron en que Farah no era tan sosa como aparentaba. Fue a causa de eso que comenzó a respetarla y por eso, cada vez que defendía a Karina le hacía caso, le pedía perdón a Farah por molestar a Karina, aunque terminara con insultos hacia su víctima sin pedirle absolución por sus actos y después se acercaba a ella para platicar de distintas cosas. Farah no se dio cuenta en qué momento ellos dos se habían vuelto sus amigos, pero se alegraba de que la quisieran, se sentía feliz de tener nuevos amigos, sobre todo se habían vuelto más cercanos desde el primer día que habían regresado a la escuela.

Alondra se acercó al ver la ranita de lejos y contenta se las quitó, al obtenerla inmediatamente Gonzalo se la arrebató – ¡es para Farah! - le dijo y volvió a entregársela. Alondra disgustada se alejó.

- ¿Quieres que Gonzalo te acompañe a tu casa? - le preguntó Julián, ella declinó su propuesta, sabía perfectamente que ambos vivían en direcciones opuestas, mientras ella caminaba al sur, Gonzalo vivía al norte. No comprendía porqué siempre le preguntaban lo mismo, no quería causarles problemas. A veces ellos dos caminaban junto a ella por unas cuantas cuadras, después volvían a su casa al escuchar a Farah decirles que regresaran. No le era incómodo su presencia, pero sí al acercar a nuevas personas en dirección a su hogar. No entendía del porqué, pero no quería a nadie en su casa, era el único sitio donde ella permanecía sola, y aunque detestaba esa soledad no quería que nadie se acercara.

Tomó su mochila y comenzaron a caminar, ya habían pasado diez minutos desde que la campana había sonado, se preguntó si haberlos esperado para que ellos acabaran su aseo había sido la decisión correcta. Mientras más tarde llegara a su casa más tarde comería. Aceleró el paso una vez que ellos se alejaron. No entendía del porqué siempre que caminaba junto a alguien tenía que caminar despacio, pero lo hacía sin poner objeción a esa regla que se había impuesto.

Al llegar a la esquina de la casa naranja recordó a Alexis, desde hace tiempo que ya no caminaban juntos, su hermano pequeño era ahora el quien caminaba a su lado. La esquina de la casa naranja de dos pisos era la esquina donde siempre se separaban al caminar juntos, ahora ya no más.

Regresó a su casa por el camino atravesando los terrenos de maíz, era la forma más sencilla de volver sin caminar por mucho más tiempo. Arrojó su mochila e inmediatamente se acercó a la cocina, sacó las tortillas, el queso y el aguacate de la nevera y comenzó a comer, su hambre empezaba a desquiciarla, haberle dicho a Rubí que no tenía hambre y no comprarse nada hizo que su estómago gruñera en todo el camino. Por algunos instantes se recordó a sí misma en la cama de la clínica, aquella escena no se eliminaba de su mente, postrada en la blanca cama de metal con tubos delgados de sustancia verde en su brazo derecho. Comenzó a jadear de miedo al recordar esas escenas tan tristes, no quería que la historia se repitiera, no quería más problemas para su madre, se abrazó fuertemente y respiró profundo alejando esos pensamientos. Sacó el dinero de su mochila y se prometió que mañana sí almorzaría, aguardó el dinero en su cajita de ahorros y la volvió a esconder debajo de su cama. Comió hasta saciarse y pronto comenzó con sus tareas, para eso salió al guayabo y se acostó en el pasto como cada día. El árbol era frondoso y cargado de frutos, la protegía del sol, perfecto lugar para estar sin soportar el calor extremo que hacía dentro de la casa.

Terminó su tarea de matemáticas con algo de dificultad, al parecer mientras más avanzas más difícil son, pensó en que tendría que repasar más si quería alcanzarlo. No entendía del cómo su compañero era tan inteligente, en unos cuantos minutos él era capaz de resolverlos, mientras que ella tenía que regresar a sus apuntes para recordar el procedimiento, creyó que con el tiempo podría ir mejorando, tal vez ahora que era nuevo tema se le complicaba más, esa debía ser la razón. 

Cerró su libreta, pronto la cambió por la escoba, el piso de cemento aguardaba más polvo, tenía que lavar con agua y eso demandaba gran esfuerzo. Realizó los quehaceres hasta que llegó Gabriela a auxiliarla en el lavado de ropa.

Cuando llegó su madre ambas se acercaron con distintas intenciones, Farah la abrazó mientras que Gabriela le pidió dinero. - Quiero comprarme ropa nueva- le exigió señalando su ropa maltratada. - está bien esa ropa, solo exageras. – inmediatamente comenzó a repelar discutiendo con su madre - ¡No hay dinero! - el grito se escuchó desde el otro lado de la cortina que separaba los cuartos. Farah se había alejado para ya entonces, no quería verlas discutiendo, aunque se escuchaba claramente lo que decían. - ¡Nunca hay dinero en esta maldita casa! - le gritó enojada saliendo al patio.




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