Como Dos Extraños

Capítulo 11

- ¡Es impresionante! – los chicos se emocionaron al llegar al auditorio, era demasiado grande a sus ojos. Tenía la capacidad para dos mil personas con asientos forrados de tela marrón. Olía a los químicos con aroma fresco y agradable que utilizan para el suelo. La ventilación y las luces le daban un enfoque medio lúgubre. A lo lejos podían ver la temible tarima. El piano ya estaba en posición y algunas personas colocaban cables moviéndose de un lado a otro. Muchas personas ya se encontraban sentados esperando a que diera comienzo. En conjunto se sentaron en asientos próximos, querían ver lo más que pudieran. - ¿Y cuándo tocaran ustedes? – preguntó Alexis intrigado. – Mañana - Farah respondió nerviosa. No podía creer que estuviera sucediendo, todo era tan grande, alrededor veía a personas que portaban trajes haciéndolos más imponentes. – ¿Y entonces por qué venimos hoy? – volvió a preguntar observando las mesas de adelante del jurado. – para registrar nuestra asistencia y porque cinco de nuestros compañeros tocan hoy, a cada uno de los participantes les otorgan un número para presentarse, pero a la gran mayoría nos toca mañana. – le explicó con piel erizada. Los nervios aumentaban sin siquiera saber del porqué, ayer se sentía segura, capaz de enfrentarse al jurado y demostrarles que era buena, pero hoy todo cambiaba, el imponente lugar y cambio de ambiente aturdían a sus pequeños ojos.

El tiempo fue pasando hasta que dio comienzo. Primero dar presentación al jurado, a las escuelas invitadas y la participación de más de doscientos alumnos. En ese momento Alexis pensó que sería demasiado aburrido. ¿Cómo es que podrían escuchar a tantas personas? Sería imposible recordar a todos los chicos con sus melodías. Le asombró que en verdad el estadio parecía llenarse cada vez más. Volteó hacia los lados, Nora se encontraba al lado de Farah y su madre discutiendo sobre lo bueno que era un joven de traje y peinado de hípster, nada maravilloso para él, todos los sonidos eran iguales, no escuchaba la diferencia, era verdad que en algunas personas se podía ver más las emociones, si estaban seguros o nerviosos, pero parecía que tal vez eso era por su fisionomía. Volteó hacia su lado: no había nadie, asientos vacíos. A su alrededor solo personas nerviosas, tomándose de las manos con sus compañeros o juntando sus manos en señal de buena suerte. Murmuraban los nombres de las piezas que escuchaban, nombres como Chopin, Paganini, Bach, Vivaldi, se repetían constantemente. Conocía algunos de esos nombre por cultura, pero no tenía idea como de cual pieza pertenecía a cada autor.  Volteó hacia su amiga, parecía sumergida en la nueva chica que ahora tocaba el piano. ¿Qué era lo impresionante de ver a las personas? Nunca le había interesado la música clásica, solía escucharla de pequeño por su padre, no obstante, cuando fue creciendo sus gustos comenzaron a cambiar. El sonido era agradable, algunos más que otros, no obstante, de verdad empezaba a darle sueño. Tal vez de verdad había intentado tanto en ser diferente, como para que ya no se interesara más por lo que antiguamente hacía. Tal vez si fueran concursos de ajedrez no se desesperaría ni un poco, estaría feliz de competir, pero pensó que no, aquellos momentos ya habían pasado, ya no quería meterse en nada. El mayor tiempo se lo pasó durmiendo hasta que eran los recesos para comer. Después volvía a entrar sin mucho interés. Pensó en salirse y conocer alrededor, pero estaba prohibido, o más bien, Belén se lo prohibió. Ser estudiante y acompañante no le otorgaba ningún beneficio. Tampoco podía usar su celular y distraerse, sería una falta de respeto. Con su pelo suelto que llegaba al cuello, pasaba unos mechones hacia adelante para cubrir su rostro y poder dormir a gusto.

Por fin había terminado el primer día, había sido tan agotador, esperar hasta las seis de la tarde escuchando a cientos de chicos, era todo una pesadilla. Lo bueno es que le habían dicho que mañana serían menos presentaciones. Darían resultados de lo quienes pasaron y todo terminaría. Después de comer se fue a su habitación, ya no quería seguir escuchando más violín o piano, por eso dejó de seguir a Farah, ella parecía tan nerviosa y había decidido practicar en el cuarto de Nora. En el tiempo que estuvo solo, se dedicó a ver televisión y hablar con su novia por teléfono. Estuvo visitando el gimnasio, los restaurantes y utilizando los elevadores para ir de un lado a otro para no aburrirse tanto. Al final fue a cenar solo y decidió bañarse y esperar a Farah.

Al llegar parecía deprimida, con semblante decaído y cansado. No parecía tener la suficiente fuerza como para competir. Hasta ahora los demás chicos habían sido tan audaces. Muy pocos se habían equivocado. Parecían tener suficiente experiencia, ni siquiera parecían necesitar entrar a una escuela de música, ya deslumbraban al tocar. Al llegar observó a su compañero con una camiseta negra y pantalones café oscuro, con melena mojada y observando una pantalla demasiado grande. La película que pasaba parecía divertida. Se detuvo en la puerta, se veía todo tan bonito. Una cama con sábanas y colchas blancas, una gran televisión en un mueble de madera, piso alfombrado, otros dos muebles de madera para colocar ropa u otros objetos, teléfono e internet que ni siquiera podía utilizar a falta de un aparato y un baño. Un lujo que apenas y se podía dar gracias a los ahorros de sus trabajos anteriores. Nunca pensó en estar en un hotel que apenas y podía disfrutar. Dejó el violín y cruzó algunas palabras con su amigo. Ni siquiera le importó hablar, quería tomar un baño. Se adentró, no sabía cómo utilizarlo, estaba acostumbrada a bañarse con agua de la manguera, a jicarazos y en un baño donde entraba aire por todos lados. Abrió una llave. Sonrió. El agua que caía en gotas era de lo más divertido – ¡Alexis, Alexis, ven, ven rápido! – gritó a su compañero. De inmediato él corrió, la forma en que lo decía parecía que un animal hubiera entrado. - ¿Qué pasa? – preguntó preocupado - ¡Mira! ¡El agua cae en gotas y está caliente! – Por las palmas de sus manos atravesaban las gotas cristalinas. En su rostro había una sonrisa inocente, le impresionaba algo que era tan ordinario para los demás. De inmediato él comenzó a carcajearse, no sabía que su amiga nunca antes había visto una regadera. – sí, la llave de la derecha es agua caliente y la izquierda agua fría – se adentró más - ve anivelando el agua como a ti te parezca. – le explicó aun burlándose. Cerró las llaves colocándose en frente de la regadera. Agachó su mirada para verificar que entendía, observó cómo la mano de Farah se estiraba para de nuevo abrir la llave. Ella de inmediato comenzó a sonreír. Sin importarle su ropa se acercó más al centro, levantó su rostro y dejó que las gotas cayeran sobre ella, cerró sus ojos, la sensación le agradaba.




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