—Te fuiste —da media vuelta de forma dramática, haciendo que su largo cabello castaño casi choque con mi cara con el movimiento.
—¡Me sacaron! —Cuando me doy cuenta de que ha comenzado a caminar y que no tiene intenciones de parar, camino con grandes zancadas hacia ella—. No te puedes enojar sólo por esto.
—¡Sí, sí puedo!
Maureen se está tomando el cambio de equipo como una traición personal. Llevamos alegando casi diez minutos —diez preciados minutos de nuestro desayuno— acerca de eso.
—¡Me dejaste sola! —Repite.
— Cualquier otra persona habría tenido que irle a rogar al profesor por que le asignara en un equipo de tres. Tú elegiste a tu nueva pareja de equipo. No estás sola.
—¡Quería estar contigo! —Chilla, por fin volviendo a disminuir su paso y quedándose a mi lado.
Resoplo, derrotada, y lo admito, un poco conmovida por esto último.
No me hace tonta, ella también pudo haberme pedido como su compañera de manera “forzada”. No sé por qué no lo hizo, pero creo que su orgullo tiene mucho que ver con eso.
Y eso jamás se lo voy a reprochar.
—Es sólo un trabajo. Sobreviviremos —le sonrío con simpleza.
Maureen cede por fin con un asentimiento de cabeza. Quizá aún no me perdona, pero al menos ya no intentará alegar más.
Caminamos juntas en silencio —que, a pesar de la pelea, no es incómodo— hasta la cafetería. De inmediato, un chico llamado Samuel aborda a mi amiga.
—Qué onda, oye, estaba pensando en vernos…
Maureen lo corta levantando la mano frente a la cara del chico.
—Ahora no, tengo novio.
Samuel se queda estupefacto, parado a mitad del camino aun mirando en nuestra dirección.
Así es ella, la mayor parte del tiempo actúa como si estuviera en el programa de Keeping up with the Kardashians cada vez que rechaza a alguien, y no le importa lucir ridícula durante sus imitaciones. Para ella, es todo o nada en absolutamente todo lo que hace.
Cambio de tema en cuanto perdemos al chico de vista.
—¿Aarón se sentará con nosotras?
—No, hoy se quedará con sus amigos. Quizá mañana. ¿Le dijiste algo en especial al idiota? No ha dejado de mirarte desde que llegamos —habla tan rápido que apenas puedo distinguir las palabras salir de su boca.
Me toma dos segundos y una mirada entender a quién se refiere.
Carson se encuentra a pocos metros de distancia, y baja los ojos en cuanto hacemos contacto visual.
—En realidad, no. Creo que nada. Pero me ha estado viendo raro todo el día. En inglés me miraba fijamente cuando creía que no le prestaba atención.
—Entonces le gustas —comenta con tono aburrido—. Te diría que sacaras un poco de provecho, pero no logro encontrar nada bueno en él que te pueda ser útil.
—¿Por qué tendría que serme útil? —Aunque me duela admitirlo, mi amiga sí es un poco superficial y oportunista cuando se le olvida que no es la única persona con sentimientos.
—Para que valga la pena el hecho de que tengas que estar con él.
—A veces te pasas demasiado con tus comentarios —digo sin mirarla, recordando el comentario de Rubí.
—A veces la gente es demasiado idiota —se queda en silencio varios segundos, mirando a la nada—. Gracias por lo de hoy.
—Exactamente, ¿qué?
—Defenderme.
La miro confundida, no entró a la clase después de su discusión con el profesor y nos vimos apenas sonó la campana.
—La gente habla más rápido de lo que debería.
Sus labios dibujan una sonrisa cansada que pocas veces deja ver.
Presiono los míos y hago un intento de sonrisa antes de bajar la mirada a mi ensalada y probar un bocado mientras seguimos caminando. Cuando noto que Maureen no se movió conmigo, me detengo y la busco. Su mirada es triste, así que de inmediato cambio la dirección de mis ojos.
—Me sigue viendo. ¿Debería preocuparme?
Llegamos a la primera mesa vacía que encontramos y nos sentamos una frente a la otra en medio del gentío. Y entre esa gran masa de gente, sigue Carson, mirando en nuestra (mí) dirección.
Maureen se gira casi por completo para poder ver a Carson, quien apenas la nota, baja la vista y comienza a caminar en dirección contraria.
—No lo creo. Se ve que es del tipo de chicos que sufre en silencio, no creo que se atreva a hacer nada, ni bueno, ni malo.
—¿Tienes experiencia también en ese tipo? —Río burlona.
—Algo así. Su mejor amigo, Elías, nos estuvimos viendo casi dos meses. Aunque es reservado, no lo es tanto como el idiota.
Entonces en mi cabeza todo hace clic.
—¿Entonces por eso me evita? —Entrecierro los ojos en dirección a donde Carson ha desaparecido segundos atrás.
—Es probable —contesta Maureen a mitad de un bocado.
Después de todo, es Elías quien presentó a mi amiga y a Aarón. Ambos chicos son primos, por lo que cuando Maureen le dijo a Elías que prefería a su actual novio, a pesar de llevar dos semanas de conocerse, él se fue molesto y desde entonces no ha vuelto a buscar a mi amiga.
Si a ella le gusta algo, no se toca el corazón con los demás.
—¿Irás a la fiesta del sábado? —Cambia de tema, otra vez está evitando que me ensimisme.
Y aun así....
Que ella haga lo que quiere no significa que no se sienta mal por sus acciones de vez en cuando.
—¿La que organiza Estela?
—Esa mera.
—No. Su hermana aún me odia porque me besé con su novio —ruedo los ojos. Hace cuatro meses y una personalidad de eso—. No puedo entender cómo es que tenga algo contra mí después de eso, pero haya perdonado a Oscar.
—Locos —reímos juntas dándole más mordidas a nuestra comida.
—¿Irás con Aarón?
—¡Por supuesto! Quiero ver si llegamos a la etapa del beso —murmura, sonrojándose de manera apenas perceptible.
—¿Etapa del beso? ¿Desde cuándo te importan las etapas?