Como Dos Gotas De Agua

Caminar raro

Apenas llego a mi casa me tiro al suelo. No llegué al sillón, mucho menos a mi cama. Llegué al suelo, y eso se me hace un gran triunfo.

Escucho unos pasos entaconados seguidos de una risa.

—¿Anya? Cariño —sus palabras se atascan en su boca debido a la risa—. ¿Qué sucedió?

—El trabajo no era de coentrenadora. Era de correr...

La risa de Elene aumenta en volumen, pero de inmediato se agacha a mi lado y me ayuda a ponerme de pie.

—¿Cuánto tuviste qué correr?

—Diez vueltas.

—¿Las diste todas?

Como podemos, yo arrastrándome y ella jalándome, llegamos hasta el baño de la planta superior.

—No.

Me deja sentada en el inodoro mientras consigue un poco de ropa para cambiarme.

Intentando aguantar la risa, Elene deja la ropa y una toalla en la encimera y sale, cerrando la puerta con ella.

—Si necesitas algo me hablas, estaré abajo preparándote comida.

Apenas suena el clic de la puerta, escucho su risa amortiguada.

Con las piernas adoloridas, me levanto de mi lugar y me miro en el espejo.

Cinco vueltas completas tienen que ser suficientes. Por hoy.

Sólo por hoy.

Toda mi cara y cuello están tan rojos como un jitomate, con la cara bañada en sudor de una manera no muy agradable, en general, tengo la pinta de haber sobrevivido a una tercera guerra mundial, y no sólo a dos horas bajo el sol. 

Bien, entiendo por qué se rieron de mí.

Pero eso sólo aumenta mi vergüenza.

**********

Para medio día consigo disimular la cojera por completo, llevando los audífonos puestos a todo volumen y la mochila en la espalda cuando alguien toca mi brazo, jalándolo para que me detenga.

Al principio pienso que es Maureen, diciendome que se le había olvidado algo y que la esperara para irnos a mi casa, pero luego me doy cuenta de que la mano en mi brazo era bastante más grande que la pequeña mano de mi amiga.

Giro para encontrarme con los ojos casi negros que llevo evitando la mayor parte del día.

De verdad quiero ignorarlo, pero estar enojada todo el tiempo es aburrido. Con un suspiro me quito los audífonos y espero hasta que él hable.

—¿Sigues enojada?

—¿Tú qué crees?

O sea, obvio no, pero obvio sí, dah.

Gira su cabeza a un lado, viendo al cielo, mientras resopla y aprieta la mandíbula.

—Fui un tonto —despego los ojos de su linda mandíbula ante sus palabras—. No me agrada tu amiguita, pero no tenía que hablarte a ti así.

—Gracias por notarlo.

—Anya… Siento que empezamos con el pie izquierdo. Y sé que la primera impresión que te di de mí no fue la mejor. De hecho, no creo que me haya portado de lo mejor ninguna de las veces en la que nos hemos visto.

Un fuerte impulso de gritarle “¿en serio?” me inunda.

—¿A qué es a lo que quieres llegar? —Digo, por el contrario.

—¿Quieres salir conmigo este sábado?

Por un momento creo que se reirá después de decir eso, o incluso que se sonrojara, pero su mirada muestra completa seriedad.

—¿Por qué?

Se encoge de hombros antes de hablar—. Porque creo que todos debemos tener la oportunidad de brindar una mejor impresión.

—No quiero tener una cita contigo —mi respuesta suena casi mecánica.

—Qué bien, porque yo tampoco —rueda los ojos—. Sólo quiero tener la oportunidad de hablar contigo sin que acabemos peleando. Resulta cansado.

En eso tiene razón. Le doy un rápido vistazo a su cuerpo entero mientras me lo pienso.

Quiero pensar que el hecho de que me atraiga un poco no tiene nada que ver con mi decisión. De igual forma, cabe la posibilidad de que no le guste del todo.

—¿Dónde y a qué hora?

Sus ojos viajan rápido a los míos en cuanto contesto, viéndome de manera intensa mientras sonríe de lado.

—En el Ravvel, a las 4.

—De acuerdo —ajusto una de las correas de mi mochila sin saber muy bien cómo despedirme de él.

Ambos tenemos la mirada desviada del otro por el evidente momento incómodo. 

Lo bueno es que el de la iniciativa eres tú.

Ninguno sabe qué más decir.

—Hasta mañana entonces —comenta empezando a caminar hacia la salida.

—Igual.

Me quedo unos segundos quieta en mi lugar, no quiero toparme con él de nuevo en el estacionamiento y hacer todo incómodo una vez más.

Cuando creo que será suficiente tiempo escondiéndome, me doy media vuelta y camino hacia el auto de Elene, que ya me espera en la entrada principal.

¿En qué estaba pensando cuando acepté?

Si nunca tenemos tema de conversación, ¿de qué hablaremos el sábado cuando claramente sólo nos tendremos el uno al otro?

—¿Por qué tardaste tanto? —La voz de Elene es suave.

—Por nada —me quedo en silencio un par de segundos—. ¿Me prestarías la camioneta el sábado?





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Efectivamente, la escuela me está matando. ¡Pasen una linda noche de Halloween!



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En el texto hay: amor, amistad, preparatoria

Editado: 14.07.2024

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