Nuestros chillidos suenan al unísono en cuanto ambas terminamos de leer el mensaje que me mandó Carson anoche. Ni Maureen ni yo, ni el resto de la clase, honestamente, le prestan atención al profesor de ecología. Si a esto le sumamos que Carson no entró a la esta clase, a primera hora del lunes, hablar sobre él con Maureen es muy fácil.
—¡Ya deberías salir con él! No entiendo por qué esperas tanto tiempo.
—No lo sé…
Quiero tallarme la cara con nerviosismo, pero eso arruinaría mi poco maquillaje.
—¡Anya! Es obvio que le gustas, ¿qué quieres? ¿Una maldita serenata? ¡Ya no te comportes como una nena y ve por él!
Me quedo pensando unos momentos mientras muerdo mi labio inferior, pero pronto empieza a sangrar por lo que dejo de hacerlo.
—Aún no me has enseñado el final de la conversación —continua.
Siento su mirada fija mientras me sonrojo.
—No puede ser.
—Nunca le contesté ese mensaje —digo en voz alta lo que ella ya sabe.
Ella bufa ante mi contestación, pero al escuchar la campana que indica el cambio de clase, se levanta sin esperarme para salir al pasillo. Por la ventana del salón veo cuando se reúne con Aarón, creando su burbuja de felicidad, que a veces se vuelve casi palpable. Por lo general me permiten hacerles un hermoso mal tercio al que, para ser honesta, estoy comenzando a tomarle cariño.
Estar con ellos evita que otras personas se acerquen a hablarme (otras personas como Carson), y a la vez me da la oportunidad de hundirme en mis pensamientos sin que me interrumpan.
La diferencia es que hoy no quiero tener a sus voces de fondo, así que me quedo sentada en mi lugar, sobrepensando todo otra vez.
Hoy desperté dándome cuenta de que ya estoy lista para admitir que Carson me gusta.
Al menos, admitírmelo a mí misma.
Un paso a la vez, ¿okey?
Dividir mi cabeza entre qué hacer con mis sentimientos sobre él, y qué hacer con lo que quiero para mi futuro en general me deja agotada emocionalmente.
¿A qué se supone que le debo dar prioridad?
La campana que anuncia el inicio de la segunda hora suena, y veo a Carson pasar frente a la puerta del salón, seguro dirigiéndose a su casillero.
Sé que tengo planes más importantes por cumplir que salir con un chico lindo por las tardes.
Pero, entonces, ahora es cuando puedo tomarme el tiempo de salir con alguien y pasármela bien, en lugar de encerrarme en mi cabeza con un montón de preguntas sin respuestas.
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Cuando Carson entra al salón está mirando su celular, por lo que al principio no nota que estoy sentada en la banca que está frente a la suya.
Mi corazón se acelera al verlo cruzar por la puerta, pero por primera vez en todo el año, en lugar de agachar la mirada y avergonzarme, vuelvo a ser la Anya que era hace unos meses y pongo mi mejor sonrisa.
Lo que pasará al final de este año escolar es algo inevitable, y tal vez sufriré en cuanto acabe, pero ya tendré tiempo para eso.
A Carson, en cambio, sólo lo tendré hasta el final de este semestre.
—¿Qué haces aquí? —Pregunta dejando sus cosas en su banca, y se sienta sin despegar sus ojos llenos de asombro de los míos.
—Sólo quería hablarte —me encojo de hombros—. Me debes una ida a tu repostería —le recuerdo.
—¿Y?
Una queriendo ponerse romántica y tú te pones tus moños.
—¿Cómo que “y”? Yo te di mi número a la primera.
—Sí, pero tu número no adelgazará la billetera de nadie.
¿De verdad me gusta esta persona?
Ya estoy aquí. Puedo con esto.
—Quiero la comida gratis que me prometiste. Hoy.
El profesor de metodología entra por la puerta saludando a todos en voz alta. Empezará la clase con o sin mi atención, pero elijo tomar mis cosas para irme.
—¿A qué hora quieres ir?
—¿A qué hora estarás allá?
—¿Por qué siempre respondes con preguntas? —Carson revuelve su pelo, luciendo divertido—. Iré saliendo de la escuela, puedo llevarte si quieres.
—Suena perfecto para mí.
Me doy media vuelta y comienzo a caminar hacia mi fila, cuando escucho su “murmullo”.
—Si querías una cita conmigo sólo tendrías que haberlo dicho.
Me giro para verlo sin detener mi caminata.
—Quisieras —es la mejor contestación que se me ocurre.
Cuando llego a mi sitio, Maureen me mira con los ojos completamente abiertos, a punto de inclinarse para hablar conmigo, cuando le dirijo una mirada que dice “ni lo pienses”.
Una cosa es aceptar por fin que me gusta y otra dejarlo verme fangirlear por él.
Aún me queda suficiente dignidad como para permitirme hacer eso.
Maureen y yo trabajamos en equipo en esta clase y hablamos de todo menos de Carson, aunque aun así me manda miradas que exigen respuestas a las preguntas que no la dejo formular.
No es hasta el siguiente cambio de clase que por fin le contesto.
—Hoy me iré con él.
El chillido de mi amiga no se hace esperar.
—¿Qué es eso que te hizo cambiar de opinión en menos de media hora cuando yo llevo días enteros intentando convencerte?
—Unos segundos de valentía.
—¡Pues qué enormes y valiosos segundos fueron esos! Cuando entré al salón y te vi con él te juro que no lo creía. ¡Volviste a ser tú!
Me abraza con fuerza sin importarle que nos clavemos los asientos que nos separan en el estómago.
Mi sonrisa crece cuando la escucho decir eso. Yo también extraño a mi “vieja yo”.
—Es una lástima que vayas a ir con él saliendo de la escuela, me habría encantado ayudarte a arreglarte. Será su primera cita y estarán con uniforme, ¿qué clase de recuerdos serán esos?
—Maureen, no es para tanto. Y ya te dije que aún no es una cita oficial, así que no importa cómo vaya vestida.
Ella rueda los ojos y me saca la lengua de manera juguetona antes de voltearse hacia el maestro.