—¿Está todo bien?
La voz de Maureen suena asustada mientras avanzamos por la avenida principal de camino a su casa. Sus manos están aferradas al volante y su cabello enmarañado permanece atado en una coleta alta que sólo resalta lo largo que es. Algunos mechones rebeldes se escapan del nudo y estorban a su visión cada vez que intenta verme por el rabillo del ojo, obligándola a voltear por completo su cabeza cada vez que quiere mirarme.
Su vista se turna entre la calle y mi cara, y tengo unas enormes ganas de gritarle que deje de distraerse de una vez por todas o nos hará chocar, pero por muy tonto que sea, me da más miedo escuchar mi voz rota que verme dando vueltas dentro de aquel vehículo.
Asiento con un suspiro. No hago más ruido, sé que igual se da cuenta de mi respuesta.
—En mi casa tengo un cambio extra de uniforme —voltea a verme una vez más, pero yo me quedo quieta en mi lugar—. Pero si lo prefieres, podemos quedarnos todo el día en mi habitación. Sabes que papá y mamá no tendrán ningún problema.
No tendrán ningún problema con verme asquerosa y demacrada, porque a estas alturas del año, ya se acostumbraron.
—Mañana iremos a la escuela —digo en voz baja, después de haber tragado saliva incontables veces y tallarme la cara para hacer desaparecer las lágrimas secas—. Porque hoy no pasó, y mañana será un día normal.
—Anya, no me gusta verte así…
—Entonces voltea a otra parte —mi voz sale quebrada una vez más, e incluso si soy grosera, Maureen no se lo toma a mal.
Odio hablar de las cosas que me hacen sentir vulnerable, así que, en lugar de seguir conversando con mi amiga, saco mi celular y le mando un texto a Elene.
Quiero fingir al menos con ella que todo está bien.
Anya: Esta noche es noche de chicas en la casa de Maureen, ¿te parece si te aviso cuando llegue? Mañana te daré todos los detalles de hoy
Elene: Preferiría que me los dieras HOY. ¿Cómo se te ocurre “avisarme” y no pedirme permiso? Incluso pensé que el chico te traería a casa
Aún estoy pensando en una respuesta rápida para zanjar el tema cuando otro mensaje de mi madre hace vibrar a mi celular.
Elene: O es un maleducado o algo pasó allí que no me quieres decir
Cierro los ojos una vez más cuando siento las lágrimas acumularse. Por supuesto que Elene va a saber lo que pasa sin necesidad de palabras.
Anya: Por favor, solo por hoy
Anya: Mañana te cuento todo
Responde de inmediato.
Elene: Sabes que no me gusta verte así…
No tengo ni idea de qué contestarle.
No quiero herirla, pero también sé que literalmente no le gusta verme así.
Y yo no la quiero ver mal por algo en lo que no tiene nada que ver.
Por una ilusión mía.
Por una babosada.
Resoplo con frustración una vez más cuando siento cómo una lágrima vuelve a formarse en uno de mis ojos.
Comienzo a escribirle una respuesta, pero en mitad de toda mi tecleadera, me llega un mensaje suyo.
Elene: Solo prométeme que todo está bien
Anya: Lo está
Anya: Mañana te contaré todo
Y así lo haré, porque ya no quiero que en nuestra relación madre-hija siga habiendo secretos.
Grandes o chicos, todos duelen igual.
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Es martes por la mañana, y llevo casi todo el día intentando evitar a Carson. Nuestros lugares están apartados, pero en cada cambio de clase salgo a los pasillos a hacerme tonta a mi casillero junto con Maureen. No quiero hablar, pero tampoco quiero quedarme sola.
A pesar de que él también sale a los pasillos, evito su mirada a toda costa y paso de largo de él.
Y él sólo sabe verme con mirada triste, sin decirme una palabra, sin intentar acercarse.
Siempre dejándome ir.
Maureen y yo no compartimos todas las clases, así que siempre quedan esos espacios vacíos donde cada una se va a distintos edificios y entonces soy yo con mis pensamientos otra vez.
Ayer dije que quería actuar normal, porque nada sucedió y entonces todo está bien. Pero hoy es el día después de ayer, y me es imposible ignorar todos los sentimientos y todas las imágenes que vienen a mi cabeza de la repostaría. Y de todas las veces que hablé con Carson en general, el día del trabajo, en el parque, en la cafetería de la escuela...
Cada escena la tengo reproduciéndose en mi mente una y otra vez, y lo único que logra evitar que explote es limitarme a no hablar. Durante el día trato de concentrarme en los trabajos que dejan o en la música de mis audífonos. Cualquier cosa es mejor que ver a ese par de ojos tristes que espejean a los míos.
Ni Elene ni Maureen quieren que maneje estando sola, así que mi madre no me vuelve a prestar la camioneta, obligándome a quedarme con Maureen.
Adoro a mi amiga, pero odio notar cómo incluso con Aarón a un lado, no deja de darme miradas preocupadas. Me pone difícil pensar en cualquier otra tontería con eso.
Cuando salimos de la escuela vamos con las ventanas cerradas y la música de fondo. En el primer alto quedamos a la misma altura del coche de Carson. Lo veo por el rabillo del ojo, pero no me atrevo a voltear a verlo directamente.
Apenas se pone el verde, el deportivo azul corre en medio del tráfico, evitando a los coches delante de él como si no fueran nada.
—Estaba pensando en que podemos ir a ver una película a tu casa y pedir sushi. ¿Qué te gustaría ver hoy?
—Maureen, tenemos trabajo.
—Sí, pero hoy hace un montón de calor y...
—No vamos a hacer que nos despidan.
—Puedo decir que estás enferma. Te dejo en tu casa y yo tomo tu lugar por hoy. No va a ser de a gratis, obviamente tendrás los dos días de la próxima semana solos para que te diviertas.