El tráfico mañanero aumenta o disminuye dependiendo de la zona de la ciudad, pero sin importar a la velocidad a la que estamos avanzando, el camino se siente eterno.
Cada tanto Carson intenta hablar conmigo y sé que de una forma u otra quiere sacar el tema de lo del lunes en la repostería de su familia, pero justo ahora tengo tantas cosas en la cabeza que sólo me siento capaz de llorar y evadir el mundo, aun cuando sé que es justo eso lo que menos puedo hacer si de verdad quiero ayudar en algo a Maureen.
Aunque procuro que sea mi amiga lo único que esté en mi mente, puedo sentir la mirada de Carson sobre mí durante todo el trayecto. Me está haciendo un enorme favor sin saberlo así que intento no ignorarlo, pero cada que me giro para verlo, aunque sea un segundo, tengo la imagen constante de lo magullada que tiene la cara...
Y de todo lo demás.
—Sé de un estacionamiento que está a dos cuadras de la entrada de urgencias —menciona Carson animado cuando llegamos a la zona centro—. Podemos dejar el coche ahí.
La única razón por la que no resoplo es porque no tengo la energía suficiente para hacerlo. Carson de verdad no sabe cuándo actuar, y cuándo no.
—No creo que... O sea, gracias por...
—No quieres que entre —dice mirando al frente.
No.
—Iré a ver a Maureen —digo por fin tragando saliva—. No hay necesidad de que tú vayas.
—El hospital es muy grande como para pretender que ella será la única persona a la que voy a toparme ahí —insiste.
Coloco ambas manos en mi rostro tapando a mis ojos por un segundo antes de regresar mi vista al camino y mis manos al volante. No quiero chocar, pero la desesperación que me causa todo está pudiendo conmigo.
—Pero sí es la única persona a la que yo pretendo ir a ver. Mi mejor amiga está en el hospital y no tengo ni la menor idea de por qué, así que sí tú no tienes ganas de fingir que ella te importa, no tienes por qué entrar.
—¿Y desde cuándo está prohibido que yo entre a un hospital? —Se nota que estuvo a punto de resoplar, pero se contiene—. Tú también estás muy ansiosa, no le va a servir de nada verte así.
—Aun así, es mejor que ella esté acompañada en un momento como este.
—¿Y el tiempo que no estés con ella? No es como que vayas a estar cada segundo a su lado. ¿Tú quieres entrar ahí sola?
Avanzo con lentitud, una muy molesta lentitud, una última cuadra pasando el hospital, donde el tráfico se reduce considerablemente y puedo orillarme sin problemas hasta apagar el carro con las intermitentes puestas.
Sé que harías esto por mí Carson, pero no quiero que lo hagas.
Su cara cada vez más hinchada es un recordatorio constante de lo que pasó media hora antes, que a su vez trae todos los eventos de la semana a mi mente.
Sus ojos, y sus labios, y sus cejas y...
—¿Quieres entrar a que te revisen a ti también?
Me mira confundido y sé de inmediato que volví a contestarle una pregunta con otra. El hastío que empieza a formarse en él es apenas perceptible por la poca movilidad de su rostro.
—A mí ya me hicieron lo que me tenían que hacer, Anya.
La herida de su labio inferior se abre de nuevo, dejando ver una pequeña gota de sangre que pronto es seguida por otra.
—Sí, pero ya estamos hasta aquí, si quieres puedo estacionar donde me dijiste y te acompaño a...
—Si tú no puedes elegir si quieres que te acompañe o no, entonces lo haré yo. Deja el carro donde quieras y vamos a verla de una vez —dice con prisa desabrochándose el cinturón.
—No, Carson, es que...
—¿Es que qué? —Casi grita con exasperación.
Puedo sentir las lágrimas acumuladas en mis ojos, pero tomo una profunda inhalación antes de hablar.
—No quiero que me acompañes. Si no vas a entrar ahí por algún asunto tuyo, no quiero que entres conmigo fingiendo que tú y yo estamos bien. —Lo estoy mirando directo a los ojos, viendo por el rabillo cómo su mano se queda trabada en la manija de la puerta—. No lo estamos. Gracias por el coche, pero aún no quiero estar cerca de ti.
La cara se le queda casi en blanco con los labios entreabiertos, y le toma algunos segundos tragar saliva y volver a hablarme.
—Sé que me equivoqué en muchas cosas, Anya, pero...
—No te quiero escuchar —ahora soy yo quien lo corta, se me hace imposible no estar exaltada—. De nuevo, gracias por el coche, no es algo que tendrías que haber hecho, y sobre todo... Si lo querías usar como excusa para que tú y yo estuviéramos mejor, lo siento, pero las cosas no son así conmigo. Si quieres después te pago la gasolina o lo que sea. Y gracias de verdad por ayudarme a llegar aquí más rápido. Pero ya no tengo nada más que decirte, así que por favor déjame en paz.
Si me quiere decir algo más o si se queda sin palabras no importa, porque un tránsito golpea la ventana de su lado para decirnos que no podemos estar estacionados ahí.
Tomo rápido mi mochila de los asientos traseros y me bajo al mismo tiempo que Carson para que él tome el lugar del piloto.
Cuando llego a la banqueta de su lado, él se queda parado frente a mí, mirándome hacia abajo marcando nuestra diferencia de estaturas más que nunca.
—Te veré luego en la escuela —traga saliva con dificultad—. De verdad espero que tu amiga esté bien.
—Gracias por tu ayuda.
Asiento una vez con la cabeza y avanzo en sentido opuesto al carro para llegar al hospital con un suspiro abandonando mis labios.
Tengo que concentrarme en que estoy aquí por Maureen y por nadie más.
***
Hay un borrón en mi mente de cómo llego a la recepción del hospital.
No recuerdo si el olor a antiséptico es tan penetrante en el primer piso como lo es en el tercero, pero las paredes blancas y el poco ruido que hay en los pasillos hacen que sólo tenga a ese olor presente en mi cabeza.