Mi cabello mojado deja húmedo casi por completo al suéter de la escuela, aunque esa no es la razón por la que los escalofríos están recorriendo mi espalda.
Escucho un par de murmullos a mi paso y procuro ignorarlos todo lo que es posible para poder sobrevivir las primeras tres horas de clases.
El día avanza lento con los profesores haciendo preguntas a mis compañeros para mantener su atención lejos de mí lo más que pueden: una sesión de preguntas y respuestas, dos trabajos individuales con tiempo límite, un examen sorpresa.
Se están esforzando y aun así alcanzo a entender un intercambio de palabras, demasiado alto para no ser a propósito, cuando estoy recogiendo mis cosas antes de cambiar de salón.
—Aarón la terminó ayer en la mañana. La quiso dejar por su mejor amiga.
—¿Por la rubia sin chiste que la sigue a todas partes? Diría que no vale la pena, pero al final Maureen le hizo lo mismo a su ex, ¿no? El karma sí existe.
El comentario me deja helada por unos segundos, pero en cuanto me recompongo acomodo mi cabello cuando paso a su lado. Desearía disfrutar el hecho de que varios mechones le pegan en la cara a una de las que están hablando, pero sólo me apresuro a caminar entre los pasillos en camino al salón de inglés.
—Pues yo escuché que es una especie de depresión post-aborto. Todos sabemos que Maureen se mete con al menos la mitad de la escuela al mismo tiempo.
—Aunque conociéndola, ni siquiera necesita esa excusa para ser una loca suicida —ríen dos chicas en medio del pasillo.
No tengo ni idea de quiénes son.
Abrazo más mis libros contra mi cuerpo y doblo a la derecha en la primera de las únicas dos puertas que están en esta sección.
Me voy de filo hasta el último cubículo del baño y me pongo mis audífonos con el volumen al máximo para evitar escuchar más tonterías.
Todo lo que dicen de mi mejor amiga es falso, y quisiera tener el enojo y energía suficientes para hacerles frente a cada una de las personas que dicen esa sarta de mentiras sólo porque saben que ella no está aquí para defenderse.
Pero no puedo.
Mi cuerpo está temblando y veo un par de lágrimas caer hasta mis manos. Toma todo de mí controlar mi respiración para calmarme y hacer que las lágrimas dejen de salir.
Para cuando abro la puerta de mi cubículo el baño está vacío, así que me lavo la cara en el lavabo y salgo para entrar a la clase de inglés. Aunque llego notoriamente tarde, ni siquiera este profesor es tan malo como para hacerme algún comentario.
Él también está obligando a los alumnos a que contesten preguntas al azar en voz alta para intentar controlar la conversación en el salón. Y sé que le preguntará a todos menos a mí, así que bajo un poco el volumen de la música, dejándome los audífonos el resto de la clase, y no me doy cuenta de que empiezo a dormitar hasta que un sonido atornillador estalla en mis oídos.
—¿Bueno? —contesto con la voz ronca.
Ni siquiera termino de decir esa palabra cuando el bip bip bip que indica que cortaron la línea suena.
La llamada la hizo Carson, y terminó a los 3 segundos de que inició.
Hmm.
Me pongo los audífonos de nuevo cuando noto que, a pesar de que la clase ya terminó, aún hay gente en el salón así que tomo mis cosas antes de salir.
Antes de Aarón, Maureen y yo solíamos pasar los desayunos sentadas en la cafetería o en el descanso de las escaleras antes de llegar al tercer piso del edificio A. Obviamente con la gente hablando no planeo acercarme a la tienda ni aunque mi vida dependa de ello.
E ir hasta el tercer piso es algo que no voy a hacer por voluntad propia en un buen tiempo.
La única opción que me queda es estar en el único árbol cercano a la cancha de fútbol.
Sé que Aarón y Carson suelen jugar en el equipo de la escuela, pero por alguna razón no me esperaba ver a Elías jugando como portero. Todo el juego se ve bastante agresivo, al menos desde fuera, así que me siento en las raíces del árbol, me volteo para el otro lado, y empiezo a comer en lo que dejo los minutos del día avanzar.
El día pasa sin que yo preste demasiada atención hasta que estoy frente a Triana, explicándole por qué Maureen no se presentará a trabajar. Por si eso no fuera lo suficientemente deprimente, también tengo que pasar unos minutos auto convenciéndome de que podré hacer los ejercicios de cardio y acomodar los conos yo sola por los siguientes dos meses.
Otra vez, consigo hacer las diez vueltas por fuerza de voluntad y porque los chicos están siendo amables hoy, corriendo a mi ritmo y siempre atrás de mí. Hago que la clase se mueva un poco más lento, pero Triana no se queja y los chicos parecen entender que hoy esto es lo mejor que puedo dar.
Estoy bañada en sudor para el momento en que recojo los últimos conos de práctica y los llevo a un lado de la cancha justo antes de que empiece el partido. Hoy sólo tendrán cuarenta minutos para jugar en lugar de la hora completa, pero a nadie parece importarle demasiado. Me recuesto en las gradas y dejo que el aire recorra mi cuerpo un rato antes de tomar mi celular, y genuinamente me toma por sorpresa ver mensajes en las notificaciones.
Carson: No sabía cómo escribir este mensaje sin parecer un pesado, y luego acepté que haga lo que haga para acercarme a ti, justo ahora me hará ver como un pesado de todas maneras. Así que
Hola.
***
El viernes por la mañana sigo teniendo el mensaje de Carson sin leer. Pasa todo el día y aunque él no es ni remotamente mi mayor preocupación, ese hecho no puede abandonar mi mente. Tengo la cabeza hecha un alboroto con todo lo que ha sucedido, que no encuentro las palabras para poder hablar con Maureen sobre cualquier tema.
Cuando dan las 5 de la tarde ella hace la pregunta que he querido evitar desde que llegué de visita a su casa.