Como Dos Gotas De Agua

Cosas en común

La semana pasa lento cuando el martes descubro dos cosas: los maestros podrán ver a Elías como un santo por haber intercedido en la pelea, pero la gente en la escuela lo aparta por ser amigo de Carson, amigo del enemigo; y aunque muchos siguen susurrando cosas sobre Maureen, la que no deja de estar agradecida con ella soy yo cuando descubro la verdad sobre nuestro trabajo.

—No necesitas preocuparte por Maureen, si tú puedes seguir con la clase sola, yo estaré feliz de seguir recibiéndote —dice Triana cargando entre sus brazos algunos de los conos que se usaron en el entrenamiento para llevarlos a la bodega.

Algo en mi mente hace corto circuito porque no sé decir si ella me está ayudando con mi trabajo, o yo la estoy ayudando con el suyo.

O simplemente estamos trabajando las dos, ahora que Maureen no está.

—Gracias —contesto nerviosa sin saber bien qué decir—. Me seguiré esforzando para que cuando entre una nueva persona podamos seguir intercambiándonos los roles.

No pienso seguir entrenando por mi cuenta los domingos para que al final sólo me pongan a recoger conos, pero a la vez, está empezando a gustarme retarme a mí misma con el deporte.

—¿Nueva persona? —Triana me mira extrañada.

—Quien tomará el lugar de Maureen —aunque es afirmación, no puedo evitar sonar como si le estuviera preguntando algo.

—Nadie tomará ese lugar. Si tú te sientes cómoda, puedes cubrir las clases completas... Pero si te soy honesta, no hace falta.

Cualquier expresión que haya tenido en mi cara, puedo sentir cómo desaparece.

¿Porque soy terrible? ¿De verdad lo estoy haciendo tan mal?

No te sientas presionada a hacerlo perfecto, entiendo que vas empezando en este trabajo y nadie te quiere comer viva por eso. ¿Qué es lo que te preocupa?

—No dar el ancho para este puesto.

Intento que no se me note, pero cada vez que me pongo este uniforme no puedo evitar recordar las palabras de Carson cuando me dijo que él no me hubiera respetado como entrenadora. Quiero dar lo mejor de mí, pero siento que ni siquiera sé qué es eso porque ser lo mejor no es lo mío.

Ya no.

—¿Quieres que te diga algo? —Triana busca mi mirada—. Tu puesto no existe. Esta clase la he dado yo sola por cuatro años, y en cuatro años no necesité que nadie me ayudara con los conos ni con correr a un lado de los chicos a los que entreno. Maureen y tú entraron a trabajar porque mi hermana, Miranda, me lo pidió como un favor. No es necesario que estés aquí, pero se nota que te estás esforzando por quedarte y yo estoy feliz con eso. Toma el dinero y la disciplina, y cuando tengas que irte, vete sin remordimientos. Pero quiero que sepas que si te quedas, voy a empezar a exigirte más.

Y es justo esa frase la que me hace pensar, la que me saca del trance amoroso del que siento que no puedo salir.

El miércoles llega y Carson me saluda a través de los pasillos pero jamás se detiene a hablar conmigo. Los maestros siguen dejando trabajos individuales y aunque no puedo hablar de esto con él, noto cuando empieza a darse cuenta de todas las cosas que se rumoran alrededor de la pelea que tuvo con Aarón.

Sus saludos hacía mí en medio de los pasillos no se detienen, pero poco a poco empiezan a ser incómodos conforme la semana avanza.

Febrero empieza siendo sólo un poco más frío que enero, y cada vez que estiro las mangas de mi suéter para cubrirme mejor, recuerdo todo lo que me falta por estudiar para el examen de admisión de la universidad. Así que metiéndome en medio de libros y guías de estudio que encuentro en internet, finjo que no me duele en el pecho el hecho de que Carson y yo no hablemos.

Finjo que no me pone de nervios el saber que ni siquiera tenemos un tema real de conversación.

¿Y entonces por qué me gusta?

¿Qué es lo que le vi?

Me cacho a mí misma pensando en eso otra vez cuando es once de febrero y Maureen me suelta un manotazo en el brazo para que deje de tallarme la cara.

—¡Oye!

Le saco la lengua y con los pies me impulso para alejarme de ella.

—Deja de tocarte la cara, me pones nerviosa.

Estamos en su cuarto en la mesa alargada que su papá colocó aquí para que pudiéramos estudiar juntas las tardes que no voy a la deportiva. Aunque Maureen originalmente regresaría a la escuela desde el miércoles de esta semana, lo hará hasta el lunes, pasado mañana, para entrar directo a presentar los primeros parciales de nuestro último semestre.

Los doctores le han insistido en caminar con muletas desde el miércoles, aunque eso no impidió que apenas pudo poner un pie fuera de la cama, su papá le colocó también una silla de su comedor acompañado de cojines que compró sólo para esta situación. Mi amiga y su papá difícilmente se ven, pero él constantemente deja en claro que la tiene siempre presente.

Yo, por otro lado, me adueñé de su silla con rueditas.

Y amo deslizarme lejos de ella cada vez que puedo para molestarla.

—Ya deja de huir de mí y ponte a estudiar. Ni siquiera sé cómo puedes poner prioridades con tantas cosas que hay por hacer.

—Pues así —me encojo de hombros—. Poniendo prioridades. Empezaremos con exámenes individuales de idiomas así que eso va primero: ya sé que me irá bien, entonces puedo relajarme un rato o pensar en el examen de comunicación o el de derecho.

—El de derecho me da miedo —resopla.

—Me dio más miedo el de literatura en cuarto semestre, pero esa maestra ya no nos volvió a dar clase, y Soler sí. Ya sé qué esperar.

—Pensé que decías que ella siempre te hacía llorar —se burla Maureen.

—Corrección, siempre me hace llorar. Pero en sus clases. Siempre llego bien preparada para sus exámenes.

—Bueno, bueno, lo que tú digas. No podré copiarte las respuestas en el exámen, así que ayúdame a estudiar o déjame concentrarme.

—Pensé que estarías más concentrada en que la próxima semana es tu cumpleaños.



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En el texto hay: amor, amistad, preparatoria

Editado: 02.11.2025

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