Los días pasan y poco a poco se convierten en semanas.
El viento frío de las mañanas de invierno se va por completo, iniciando una primavera terriblemente calurosa en la ciudad.
Carson y yo empezamos a hablar cada vez más por mensajes de texto. Las tardes entre semana para los dos representan trabajo, él en BreathCoffee y yo en la deportiva, pero las conversaciones entre pasillos empiezan a hacerse cada vez más largas, y la sonrisa boba no se me quita de la cara la primera vez que recibo un mensaje de “buenos días” suyo.
—Tierra llamando a Anya —Maureen me picotea con la goma de su lápiz en el brazo.
—¿Qué pasó?
—Que te volviste a perder. Uff —se deja caer contra el respaldo de su silla de forma dramática—. Esto de perder a mi mejor amiga por un hombre no me está gustando.
Le ruedo los ojos intentando no reírme.
—Yo no soy la que te deja sola en el desayuno.
—Am, de hecho, sí. Llevas un par de días dejándome sola en el desayuno.
Mis mejillas se calientan y siento mi sonrisa crecer.
—Ya lo sé. Sólo quería que lo dijeras.
—¡Ja! —Se queja—. ¿Encima lo disfrutas?
Antes de que pueda contestarle suena la campana seguida del bullicio de todo el salón moviendo sus bancas intentando huir hacia el patio.
—¿Te ayudo? —Señalo sus muletas.
—Nah, deja que los animales salgan, no hay prisa.
Un par de personas a nuestro alrededor alcanzan a escuchar su comentario. Nos echan algunas miradas y yo sólo puedo poner mis ojos en blanco.
No sé si algún día mi amiga va a cambiar, pero así la quiero.
Termino de acomodar mis cosas, y cuando miro hacia la puerta, hay dos cabezas asomadas en nuestra dirección.
Los ojos miel ya no necesitan escanear el salón para encontrar la larga cabellera de mi mejor amiga.
Es el cabello oscuro que se sacude volteando a todas partes hasta encontrarme el que me saca una sonrisa tras otra.
Aunque ambos evitan mirarse, Carson asiente con la cabeza en dirección de Aarón después de que yo lo saludo rápidamente.
Este ritual lleva un par de días. Sé que Maureen se queja sólo de vez en cuando, pero por fin dejé de ser el mal tercio para mi amiga y su pareja.
Las tardes soleadas ahora las paso a veces en la cafetería, cuando él y yo encontramos un espacio vacío, o debajo del árbol a un lado de la cancha de fútbol.
A veces vemos a Elías jugar, a veces platicamos sin dejar de vernos a los ojos.
Distinto a lo que yo misma hubiera pensado si estuviera viviendo esto con otra persona, Carson y yo aún no nos hemos besado. Tampoco me he vuelto a subir a su coche.
Todo lo que platicamos es entre pasillos, en el desayuno o a través del celular.
Hasta hoy.
—Jóvenes, el modelo de las naciones unidas es dentro de dos semanas. A partir de la próxima semana vamos a empezar a hacer simulacros sobre cómo funciona la Mesa, cuáles son los protocolos que deben seguir, y a grandes rasgos, cómo espero que se comporten.
Volteo a ver a Maureen, porque siempre me parecen divertidas las caras que hace cuando el profesor de inglés habla.
—Recuerden que vamos a estar recibiendo a diferentes escuelas para este evento. Nos visitan de la capital del país,...
—Ay, a nadie le importa.
De milagro, Maureen susurró esto lo suficientemente bajo como para que el profesor no la escuche, él sigue dando la cátedra de eso que nos ha repetido mil veces.
Mi mente resumió todo su parloteo como que Carson y yo tenemos una excusa para vernos este fin de semana.
Anya: No hemos terminado nuestro position paper.
Carson ❣: ¿Te gustaría que nos veamos en la misma cafetería de la otra vez?
Anya: ¿Donde me odian porque me salí sin pagar?
Carson ❣: Los vigilaré para que no le escupan a tu café ;)
—Ya sólo dime que te doy igual Anya.
Le ruedo los ojos a Maureen con una sonrisa que no sé desde cuándo está ahí.
—¿No estás feliz por mí?
—Nos va a dar diabetes a las dos por ti —me saca la lengua.
Sí, tengo que admitir que me la he vivido en una nube rosa por semanas enteras, hasta que veo una notificación en mi calendario.
Hoy publican los resultados de la universidad.
Definitivamente no quiero hablar con Carson de esto.
La sonrisa se me borró de la cara de inmediato.
—¿Todo bien? —Me pregunta Maureen.
—Hoy me dan resultados.
No necesito ser más específica porque sé que ella puede leer mejor mis gestos que cualquier otro texto.
Y me conoce tan bien como para saber que justo ahora, mi futuro depende de un sólo correo electrónico que no tengo ni idea de a qué hora llegará.
Me siento entumecida.
Sólo Maureen entiende lo mucho que esa admisión significa para mí, y sólo ella sabe lo que le dijo a cada chico para que nos dejaran pasar a ella y a mí este desayuno sin interrupciones.
Es miércoles, pienso para mí.
Es miércoles, y hoy no voy a trabajar.
Es miércoles, y hoy Elene llega temprano del trabajo.
Es miércoles, y hoy puedo descansar.
Carson ❣: ¿Entonces es una cita?
Anya: Sólo es una cita si tú invitas.
Carson ❣: Entonces es una cita :)
El resto de las clases las paso con normalidad.
Hago todos los trabajos y entrego todas las tareas, y estoy controlando mi respiración a cada segundo.
Es de tarde en mi casa, el sol ilumina toda la sala a través de las cortinas blancas que se mueven perezosamente con el viento.
Elene está sentada a mi derecha y Maureen a mi izquierda y no sé cuántas veces he recargado la pantalla de mi celular esperando a que aparezca el nuevo correo, hasta que de pronto lo hace.