Cómulus

2. Conclusión predecible

 

Frente al edificio de tres pisos donde concluía el día a día de estos dos personajes, Luminitza sacó las resonantes llaves color plata, introdujo una en la cerradura con ademán fatigado, pero antes de abrirla, se tomó unos segundos para ver a su hija. Había una cosa que le molestaba con gran esmero a esta señora, ver a su querida hija con el cabello desordenado, pero ¿Qué podía hacer la joven?, no tenía el cabello rubio, liso y sedoso de su madre. Lo que no le pasaba por la mente, era que la abundante cabellera de la chica, por cualquier motivo, ya fuera si corriera, saltara, caminara o la tocara una pizca de viento, dejaba fuera de lugar a los cabellos castaños y ondulados de Alexa. Pero al mirar la actitud de molestia, el ceño fruncido y los ojos rasgados por el sentimiento, solo podía significar que un regaño se aproximaba.

Luminitza se dirigió a la joven y tratando de moderar su actitud (lo cual no logró), vociferó.

– Apenas entremos a la casa, te vas a tu alcoba, tomas el cepillo que seguro tienes como decoración, y te arreglas… no soporto verte de esa manera –

La contesta a esa orden fue directa y algo predecible en los labios de Alexa, en voz baja y musitando, respondió.

– Está bien, lo que digas –

La señora Vaselý acentuó con la cabeza enérgicamente por segunda vez, dio un pequeño empujón a la puerta, abrió y trató de entrar sin que las bolsas blancas del mercado chocaran contra el marco.

Al entrar, Alexa sintió el penetrante olor a incienso de canela y vallas silvestres, veía salir de las ventanas de la habitación los colores cálidos que traspasaban sus cristales, estos rayos tocaban los almohadones de los muebles azul rey y a la vez rebotaban en los tonos blancuzcos de las paredes, haciendo, por muy extraño que fuera, pequeños reflejos. Al entrar más en la residencia, se escuchaba un piano en el fondo, una música delicada y profunda de un músico extraordinario, que sin ninguna duda, era el perfecto ejemplo del artista musical, alegre y sin preocupaciones.

Alexa fue siguiendo los sonidos, sus zapatillas resonaban en el piso de madera mientras daba un giro al pasillo de la derecha y subía la escalera de madera en espiral hasta el segundo piso. Allí se encontraba una puerta corrediza de vidrio entre abierta. Adentro, se veía un piano, un hombre y las notas musicales saltando de cada tecla. Alexa dio unos pequeños golpes en el cristal y como acto seguido la música se detuvo con una nota muy baja y tensa. Henrique Vaselý, un hombre alto, delgado, con cabello castaño claro y enmarañado, elevó sus ojos azules, dando vuelta a su mirada fija en la partitura, observó hacia su costado izquierdo y encontró a su hija parada en la puerta con una bella expresión de solemnidad ante el arte que se desglosaba, inspirada en su música. Él sonrió con emoción al verla, se levantó con lentitud del banquillo de madera y le dio un abrazo.

El aire se impregnaba de un aroma perfumado a paz y quietud, tranquilizando por completo el ambiente agitado que venía persiguiéndola. Eran casi las 5:43 pm.

– Iré a mi cuarto, ya te vas ¿No? –

– Si querida, justo me preparaba para partir, me da algo de dolor que ustedes lleguen y me tenga que ir de inmediato, pero nos veremos a las 8:00 pm, como siempre –

Él sonrió y se despidió levantando su mano derecha, agitando un poco el aire mientras descendía del primer piso.

Las conversaciones de Alexa y su padre eran cortas o largas dependiendo del tiempo o el momento del día, pero como ya eran las 5:45pm, a Henrique se le hacía tarde para su caminata diaria por la ciudad. Según él, admirar y traspasar una ciudad de noche era lo más inspirador que podía hallar en un mundo donde lo fantástico y hermosamente satisfactorio, sucumbe ante la imponente apariencia de la seca e insípida realidad en la cual nuestra travesía de vida se ve obligada a permanecer.

Desde la sombra de un edificio abandonado, hasta la silueta de un gato admirando el faro colosal que llena de luz a una presencia tan oscura como la de una noche, era poesía enfrascada en una imagen. Al juntar estos aspectos, se podrá entender el significado de las cosas más simples de la vida, su belleza y poesía oculta. Muchas personas no entienden esto y a los que dan a relucir estas ideas, los catalogan como raros o extraños, pero no se dan cuenta que si se tienen esas características, se obtiene lo más especial que nos han obsequiado desde las alturas. Las personas que tienen este don, piensan tan desigual a las otras, son excepcionales y algunas permanecen en silencio, pero ese silencio, hace que el misterio salga a flote y se convierta en algo fastuoso.

Era un gran misterio del amor el “¿Por qué?” una persona como Henrique Vaselý, un compositor dirigido a crear melodías para dar vida a películas con un alto calibre, se había casado con Luminitza, una ex modelo Italiana que como guardaba tantas preocupaciones irracionales en su cabeza, no se daba el tiempo necesario para hacer lo más sensato y vital, soñar despiertos.



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En el texto hay: reinos, romance

Editado: 27.05.2020

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