Cómulus

4. Trayecto despistante

Después de dar los primeros pasos hacia la corta y débil libertad, Alexa bajó los primeros escalones de la entrada. James cerró la puerta con una delicadeza profunda, volteó su cabeza agitando un poco las puntas de su lacia cabellera y vio únicamente la espalda de Alexa, con esperanzas sublimes de ver un giro en su actitud, pero la joven invitada quería mantenerse persistente a su timidez hasta que él pronunciara unas palabras de cualquier género existente, de todas formas, estaba completamente perdida.

–Vamos, no se nos vaya a hacer tarde – Comentó el educador al posarse al lado de Alexa.

La joven volteó para buscar con menudencia los ojos del profesor Brown. Los encontró, por supuesto, exclamando un pequeño:

– Ok –

Quiso detallarlos, pero no hubo oportunidad, el profesor los cerró para dar a relucir una enorme pero sincera sonrisa. Empezó a caminar hacia una dirección aparentemente conocida, Alexa lo seguía desde su costado derecho, intentando minuciosamente que sus manos no se rosaran, pero fue inútil, un pequeño roce surgió al final de las circunstancias. No se cruzaban palabras algunas, las mejillas de la chica nuevamente se tornaron carmesí, de allí a una tonalidad salmón y luego al blanco característico, pero no duraría. Otro roce de manos surgió de la nada, ella se percató de que debía permanecer a una distancia algo considerable, le hizo caso a su mente y se fue alejando unos centímetros. James empezó a mirar a Alexa de reojo, como detallando sus expresiones, buscando algo por lo cual sacar un tema a relucir, pero por vez primera, la chica se adelantó al profesor.

– Espero, profesor, que en realidad no se trate de algo malo… ya sabe –

James dio un respingo discretamente, nunca había escuchado a Alexa decir tantas palabras en una sola oración.

– No te preocupes, no se trata de eso, pero antes de explicártelo, ¿Me permites invitarte a tomar algo a “ML coffee”? –

– Nunca he escuchado acerca de ese lugar –

Alexa tropezó con una pequeña que pasó corriendo por su lado junto con tres compañeras. Sus ojos se abrieron mientras mantenía el equilibrio pero no tuvo mucho impulso como para desplomarse.

– ¿Estás bien? – Preguntó James mientras la tomaba por la cadera evitando su caída.

– S-si – Respondió torpemente en lo que el nerviosismo se extendía por su rostro.

– Que niñas las de hoy en día… Bueno, queda a pocas calles de aquí – Explicó – Claro que, si quieres ir a otro lado, lo entenderé –

La mirada de Alexa tenía un cierto despiste, pues esas palabras “Que niñas las de hoy en día” la transportó a su clase de modales a los trece años, donde por negarse a mantenerse derecha en la mesa, obtuvo una reprimenda memorial “¡Que niñata!” decía siempre la institutriz Bolervu. Al oír un pequeño llamado de James para hacerla volver al presente, se dio cuenta de que habían caminado otro tramo muy largo y que ya no tenía idea de a dónde se dirigía, pero más que eso, no quería ser un peso con el cual cargar, así que agregó, con la mirada baja y ojos afligidos.

– Simplemente no quiero ser una molestia, no es común que un profesor haga estas cosas… disculpe el atrevimiento, pero… ¿Mi madre está incluida en la realización de esta invitación? –

En ese instante, James dio otro pequeño respingo, como si no se hubiera esperado esa pregunta.

– No era mi intensión que creyeras algo como eso – Se detuvo de forma repentina sintiendo que el caminar de Alexa iba demasiado rápido – Ey –

Toco el brazo de la chica con el índice y dedo medio, para llamar su atención y a la vez detenerla, ella lo miro y agregó.

– Usted es muy gentil, profesor, pero no debe hacer esto si no quiere… no está obligado, de veras – En su vida, Alexa tuvo que luchar muchas veces con el miedo del “¿Será que soy una carga molesta?” puesto que la mayor parte de su familia pensaba exactamente esto. Cuando algo en el día a día se vuelve una rutina despreciable, es lógico que se crea que lo mismo se asignaría para todos los casos – ¿Podría decirme por qué vamos a tomar algo? –

– Bueno – Respondió James, juntando las manos bajo la barbilla mientras bajaba la mirada – Yo fui el que fue a tu casa, ¿No?, eso quiere decir que si no quisiera tenerte como acompañante, ni se me habría ocurrido irte a buscar, además, nunca hago nada si no quiero, Alexa, ni por un favor o por trabajo, así que no estoy obligado a estar contigo en este momento –



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En el texto hay: reinos, romance

Editado: 27.05.2020

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