Cómulus

10. Nuevo cambio de realidad

El enigmático misterio se trataba en realidad de un aparente mar compuesto por un sinfín indescriptible de todo tipo de nubes hasta donde la vista pudiera alcanzar a notar. El aparente sol era más brillante y más colosal a cada segundo, este se acobijaba con los mismos algodones que lo rodeaban y se filtraba como enredadera entre ellas, haciendo lucir rubores de un atardecer despampanante y casi mágico. Se notaba que en vez de agua, por alguna razón aparente, este mar estaba hecho puramente de nubes.

Ahí, Alexa se dio cuenta de que todo lo que conocía, todo lo que había visto en su vida, eran estúpidas realidades que no podrían llegar a compararse jamás con lo que se desplegaba ante ella. Colocó sus manos en forma de puños encima de su pecho, luego los presionó en los labios y desgarrando una pequeña gota de suspiro, pensó “¡¿En dónde demonios se supone que estoy?!”.

Ese pensamiento fugaz vino acompañado por una expresión de pavor, pues la inigualable confusión que sintió en ese momento, gracias a la irracionalidad de su bizarra situación, no podría ser superada ni siquiera  por presenciar en carne propia lo que el Big Bang supone.

Trató de echarse para atrás con la poca fuerza que sus piernas podían otorgar, pero no se dió cuenta que, justo a sus espaldas, se encontraba uno de los enormes cojines. Por lo tanto, cayó boca arriba en uno de ellos y rebotó hasta el piso mientras que de su interior salía un grito desgarrador que se filtró por cada rincón de ese monumental espectáculo arquitectónico. Asustada y enmarañada dentro de su propia percepción rota, Alexa se levantó poniéndose la mano temblorosa sobre su boca abierta, con esperanzas de apaciguar los gemidos y gritos que salían sin cesar de ella, pero le fue imposible, ya que sus lamentos de confusión fueron más potentes que su propia conciencia.

En su desgracia, Alexa no se percató de que ya no era la única persona en la gran sala.

Detrás de ella, había lo que podría considerarse como una mujer mayor de casi setenta años de edad, llevaba una especie de vestido gris que se sostenía con una cinta blanca por debajo de los senos. Del mismo modo, la señora se notaba nerviosa por los gritos desgarradores que Alexa lanzaba debido a su turbación, y gracias a estos, la joven no vió la presencia de la anciana. En un momento dado, la mujer tomó a Alexa de los hombros, y la sacudió un fuerza.

Cuando Alexa la miró por primera vez, supuso que ese rostro se quedaría plasmado en su mente para siempre, ya que a pesar de su aparente avanzada edad, la mujer era completa y absolutamente hermosa. Si bien parecía tener setenta años, también aparentaba tener veinte, como si sus edades se hubieran mezclado, batallando por dominar su rostro mientras más se detallaba.

– ¡Por favor, pequeña, cálmate ya!–

Alexa no le entendió ni media palabra, sus turbaciones no se lo permitían, por lo tanto, los gritos siguieron, los temblores se intensificaron y lo que antes era una joven centrada, ahora se había convertido en un manojo de desquicios. De repente, de la nada, Alexa sintió un fuerte golpe contra su mejilla izquierda, lo suficientemente controlado como para no hacerla sangrar, pero con la fuerza necesaria para hacerla entrar en razón. Luego, con los ojos más abiertos que nunca, Alexa sobó su rojiza piel lastimada para apreciar que todo el escándalo que retumbaba en su cabeza había sido sosegado; pero no por eso dejaba de estar aterrada y hambrienta de una explicación lógica ante semejante situación.

– ¡Oh, por Sedivad, cálmate! Sé que cambiar de provincia para venir hasta acá no es grato para nadie, pero procura no perder la compostura de esa manera – La extraña la tomó de los antebrazos, obligándola a avanzar a prisa, pero las piernas de Alexa no respondían, por lo tanto, hacer que se levantara era totalmente inútil. En eso, una palabra le impresionó más que cualquier otra – No tenemos tiempo para esto, seguro te deben haber hablado muy mal de este trabajo, pero ya estás aquí, así que es hora de… – La voz de la anciana/joven se detuvo en cuando vio la viva imagen del desconcierto en el rostro de Alexa – Eres tú la joven de Ternalmas a la que esperábamos, ¿No? –

Si antes Alexa estaba perdida, ahora no sabía ni siquiera si esto se trataba de una ilusión o si, muy extrañamente, era real. “Creo que duda de… ¡¿De qué mierda está dudando?!... sea lo que sea, es malo… piensa rápido imbécil… ¡¿Qué le digo?!” miraba hacia muchas direcciones en espera de que milagrosamente se le ocurriera un plan ingenioso, y en eso, solo se le ocurrió emitir un débil y ligero:

– Si – “No puedo arriesgarme a nada, si no soy alguien estaré perdida, por lo menos si finjo que soy alguien, saldré adelante en lo que se suponga que es esta maldita situación” Pensó con pesar para mirar con ojos vidriosos a la “señora”. Alexa se enorgullecía por nunca mostrar sus lágrimas ante nadie, pero esta vez, podía permitirse soltar unas cuantas más. La cabeza le dolía a puntadas y sentía que todo su ser se quebraba en miles de partículas



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En el texto hay: reinos, romance

Editado: 27.05.2020

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