Cómulus

11. Más perdida que nunca

– ¡Qué bien! Ya estas vestida, pero es algo tarde, debemos llegar a la cocina – Neridia sintió cómo el brazo de Alexa temblaba sin parar, pero no le dio importancia, más bien, recordó que su llegada a ese castillo fue muy parecida. Con gritos incluidos y todo.

Alexa permanecía callada con sus labios blancos y rostro demacrado por el llanto y la incertidumbre, no tenía idea de en qué momento su vida había dado un vuelco sin explicación ni previo aviso, pero, en una situación como esa, no podía darse la amabilidad individual de conseguir respuestas, no aún, así que solo intentaba seguirle el paso a Neridia para no quedarse atrás, buscando el momento preciso para lograr sacar información adecuada, y solucionar esta maldita situación de una vez por todas.

Volvieron a pasar por algunos pasillos conocidos, pero casi todos los diecinueve por los que transitaron, eran nuevos. A Alexa los párpados le dolían y sentía un escozor en la comisura de los ojos, junto con una oleada de aromas que de repente azotaron su nariz. Por más que trató, no logró hayar ni ún pasillo que le resultara conocido, o una ruta, o una referencia "Estoy malditamente perdida" Reconoció con pesar, por lo tanto, la única solución disponible era intentar hacer que Neridia abriera el pico.

- Creí que iríamos al mismo sitio de antes, ahí me dejaron en un primer lugar - Indicó con más seguridad de a que era prudente mostrar.

Neridia se detuvo en seco, movió su corta melena gris y su vista se encontró con los asustados ojos de la joven extranjera. Estos no eran de duda, sino de sospecha.

- Y no entiendo porqué te encontrabas ahí, ese es el salón formal real, a chicas de tu estirpe no se les permite pisar dichos lugares - A Alexa se le cortó la respiración, sus ojos se abrieron un poco mientras que su garganta se quedaba sin fuerzas para tragar, en tanto, Neridia seguía con su interrogatorio vorás - En serio, sé que a ustedes no les indican nada sobre su paradero, pero estas normas son básicas... creo que tengo mucho trabajo por hacer - Dijo lamentándose para seguir con su caminata, sin dejar que Alexa se le atrasara... ni que escapara.

"Bueno, no escupió nada de relevancia... pero, ahora por lo menos sé que ese lugar es `El salón formal real`, debo encontrarlo a como dé lugar"

Luego de pasar por muchos otros lugares irracionales y propensos a la locura, por fin se encontraban en la dichosa cocina. Dentro de la misma, a primera vista todo parecía normal, pero las personas eran incontables y todas ellas estaban apresuradas con charolas y bandejas con toda cantidad de cosas inexplicables en ellas. En el fondo de la monumental sala se encontraban calderos de tres metros de alto, con llamaradas veroces que mantenían aquellas sustancias misteriosas a temperaturas extremas, mientras hombres de contextura dudosa movían enormes bastones dentro de los mismos, tomando puñados de las millones de especias, ramas y hojas aromáticas que colgaban en sus cabezas, para lanzarlas a la mezcla. En el medio de la habitación, miles de mujeres iban y venían con cestos, platos, utensilios y mucho más, cada una con una tarea específica, cada una sin calzado y por supuesto, todas utilizaban el mismo uniforme. A la derecha, habían ileras interminables de repisas, las cuales intuyó Alexa, eran las alcenas, pues fardos, cestas, cajas y barriles de incontables productos se venían acumulados en los mismos, los cuales por supuesto eran organizados y repuestos por otro tipo de sirvientes, pero Alexa no pudo identificar si se trataban de hombres, mujeres u otro especímen, pues en su vida había visto tales rasgos en una figura antropomorfa.

Cuando se hayaron en el medio de la sala, cerca de una enorme fuente de agua que parecia más antigua que la humanidad misma, Neridia se aclaró la garganta y soltó un enorme "Escuchen" a modo de grito, uno que retumbó en la totalidad de la magnánima habitación.

– ¡Hoy tenemos aquí a una nueva joven, es la sirvienta que atenderá al rey! ¡¿En dónde está el Durtnish?!, ¡Ya es increiblemente tarde! – Dicho esto, todos los sirvientes continuaron sus labores, como quien no quiere la cosa, sumidos en sus actividades cotidianas, demasiado ocupados para tomarle aprecio a una niñata recién llegada.

Nereida se perdió de entre el tumulto de gente, pero en su lugar, un hombre extremadamente alto y robusto, con granos en la cara y calvo, se le acercó con una charola que se veía diminuta en comparación con sus horridas manos mugrientas.

– Tu eres esa niña de la que habla aquel vejestorio, ¿Es correcto? –

Su voz era muy chillona y ahogada, hasta algo graciosa a la vez. Alexa miró la charola, tenía una pequeña taza blanca de forma ovalada con un plato repleto de algún tipo de fruto seco que, por supuesto, no había visto en su vida. De la taza, salía un humo blanco, como de hielo seco y muy espeso. De repente, una aclaración de garganta se apreció por parte del enorme hombre, a modo de llamar la atención de la distraida joven. Esta cayó en sí, moviendo un poco su alborotado cabello.



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En el texto hay: reinos, romance

Editado: 27.05.2020

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