Cómulus

14. Revelaciones y decisiones

La habitación de Nicoláhe era impresionantemente inmensa, conformada por un balcón enorme adornado con cortinas y metros de sedas multicolores (tintadas con tonos ambarinos, dorados y vino tintos) que se extendían hasta el techo formando un equilibrio perfecto, dando una semejanza con el balcón que marcó su llegada a este mundo extraño. Del mismo modo, muchas de las sedas, tules y demás, forraban tanto el cielo de la habitación, que algunas caían en cascada hasta casi tocar la mitad de todo el espacio entre el suelo y el techo, desde donde se filtraba una luz que cubría toda la estancia, muy al estilo del medio oriente, con sus respectivas alfombras y cojines decorados con arabescos, muchos arabescos. Al lado de la gran cortina roja, vista el día anterior, se hallaba un escritorio lleno de pergaminos, hojas regadas en un completo desastre junto a una tetera alargada y extraña, de la cual salía una bruma azul muy espesa y difícil de reconocer, Alexa incluso pensó que se parecía a cuando dejas un poco de tinta azul dentro del agua, pero en este caso, era a través del aire. El piso, en cambio, era inmaculado, tanto, que podías ver tu reflejo en él, casi un espejo un tanto opaco, y así como era opaco, también era gélido como un tempano del ártico. Por lo tanto, un escalofrío se filtró por su espalda, pues una particularidad de Alexa era que no le agradaba el frío, es más, Alexa no solía salir de su casa mientras bajaban las temperaturas, ya que el simple hecho de sentir una ráfaga de viento congelado era suficiente para devolverla a sus aposentos. 

Mientras tanto, viendo lo embelesada que estaba su invitada, Nicoláhe sonrió de lado, pues se percató de que también estaba embelesado, "¿De dónde saliste?" se preguntaba con frecuencia, al notar que los rasgos de aquella muchacha no pertenecían a ningúna provincia conocida por él, y Nicoláhe conocía cada una de las provincias de su nación. En eso, llamó la atención de Alexa con una aclaración de gargante. ¿De nuevo distraida?, le interrogó, a lo que la joven solo pudo bajar la mirada y dejar que el silencio lo dijera todo. Le indicó que se sentara donde quisiese, entonces, la susodicha se decidió por el único asiento disponible: una cama roja, inmensa y mullida, la cual parecía no haber tenido uso alguno desde su colocación, pues una capa fina de polvo visible descansaba sobre el cubrecama. La misma, estaba rodeada por cuatro columnas de marfil enroscado de las cuales se deslizaban metros y metros de ceda blanca y dorada, que formaban a su vez un techo irregular, cubriendo el lecho con exquisita elegancia imperfecta. Luego de sentarse, algo incomoda y temblorosa por la ostentisidad que la rodeaba, veía toda la habitación con sumo detalle, mientras que el príncipe estaba llenando dos tazas con un líquido extraño, proveniente de la igualmente extraña e irracional tetera. Nicoláhe, sin darse vuelta, preguntó:

– ¿Quieres té de Caternela? – Alexa no dijo nada, lo que dio hincapié para que Nicoláhe entendiera que ella no tenía ni idea de lo que “caternela” significaba, por lo tanto, se dio vuelta con una taza de la cual brotaba el humo peculiar, se agachó para dársela y, con una leve sonrisa, fue a recostarse en una de las columnas de la extensa cama, posando sus ojos intimidantes y atrayentes sobre su invitada, con la firme intensión de vigilar que el remedio fuese ingerido – Tómalo, es para el miedo, te ayudará a contrarrestarlo – 

Por unos minutos, Alexa pudo detallar aún más el rostro de su acompañante, y al hacerlo, el desconcierto brotó de sus poros. La mirada de Nicoláhe era severa, demasiado, y en conjunto con el fiero azul de sus ojos, lucía como una entidad malvada de un cuento de fantasía; su mandibula tensa y sus hombros perfectamente alineados y fornidos demostraban inconformidad. Como pudo y sin entender muy bien la situación, la joven trató de concentrarse en el contenido de la taza con suma fascinación, obviando la mirada de Nicoláhe, por muy difícil que fuera. Este líquido tenía la misma apariencia del humo visto antes, la diferencia era que parecía estar atrapado en un sinfín de tonalidades de azul, apretadas y unidas en un solo líquido cuya composición era igual a la de las nubes cirrus arremolinadas. En eso, movió la taza de un lado al otro, con el fin de ver si este nuevo líquido se adhería a las paredes de lo que parecía una taza de porcelana pintada con dorado, pero el té de Caternela se comportaba igual que el aceite a la vista. Al tacto (lo cual Alexa comprobó cuando se llevó con desconfianza la taza a los labios) era como sorber algodón de azúcar, “Es como beber alivio, como cuando tu garganta quema y sientes el frío de un balsamo deslizandose por ella” Conjeturó mientras se daba cuenta de que Nicoláhe la estaba observando como a un animal de exhibición.

– ¿Nicoláhe? – Llamó Alexa. El principe movió su rostro para salir de un aparente trance, cruzó sus brazos y pasó todo el peso de su cuerpo a la pierna derecha, en lo que su rostro se tornaba sereno, casi ageno a la situación en la que se había metido "Que hombre tan extraño", pensó ella severamente.

– ¿Si? – Acentuó Nicoláhe con un respingo.

– Anoche te hice una pregunta… ¿Recuerdas? – Por supuesto que la recordaba, es más, no había pegado un ojo la noche entera gracias a la llegada de esta joven a su línea de tiempo. Al ver que Nicoláhe no respondía, le recordó de nuevo la interrogante – ¿Por qué haces esto por mí?, es decir, nunca nos habíamos visto, no sabes quién soy, ni yo sé nada sobre ti –

Las memorias de gritos, chismorreos perversos y sangre que esconder en la gélida oscuridad de la mentira, golpeaban ferozmente la mente de Nicoláhe, tanto, que le fue imposible ocultar una repentina puntada en las sienes, por lo cual, cerró sus ojos en espera de que un pequeño alivio le permitiera continuar.



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En el texto hay: reinos, romance

Editado: 27.05.2020

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