conclusiones ,secretos

Su amor puro y entero conquistando mi ser

Al llegar, todos nos estaban esperando con ansias. Se colocó el equipo y el baile se armó. De pronto, una mano me tomó.

—¿Bailamos, preciosa? —era Ángel.

—Cómo no, señor, a sus órdenes —respondí con una sonrisa.

—No me digas así, que lo voy a malinterpretar.

—Ja, ja…

—Mentira. Sabes que eres la persona más hermosa de este mundo. Te daría lo que fuera.

—Deja de hablar tonteras.

—¿Por qué? ¿Acaso no te puedo amar con locura?

De pronto, un brazo fuerte me tomó por la cintura. No entendía nada.

—¿Para, qué te pasa? —pregunté.

Era Marcos.

—¿Por qué? ¿Interrumpí algo?

—No, nada que ver.

—¿O qué? ¿No puedo bailar con vos?

—Sabes que estás borracho. Déjame tranquila.

—¿Yo, borracho? Nada que ver...

—¡Suéltame! Me estás apretando mucho.

Entonces una mano tierna me sacó de los brazos de Marcos. Era Luciano.

—¿Está todo bien?

—Sí, no te hagas drama. Está borracho. Ya se le va a pasar.

De pronto, Marcos se acercó y nos separó con un movimiento brusco. No sé cómo ni de dónde, Ángel se colocó en el medio de los dos.

—Pará, loco. Relájate. ¿Qué te pasa?

—Nada me pasa. Estoy bailando, ¿no ves? ¿O me vas a pelear?

—Loco, soy tu mejor amigo. Cálmate o tómatelas.

—¿Vos también estás alzado con esta?

—¡Pará! Que “esta” tiene nombre.

—¿¿¿Qué???

—Cuando estés fresco, hablamos.

—¿Qué? ¿Quieres pegarme? Dale.

—Vete. Después hablamos.

—Tienes razón... me voy.

Y se retiró de la fiesta. Ángel me tomó en sus brazos.

—No te hagas drama. Yo estoy, y estaré siempre, para protegerte.

Mis ojos brillaban como estelas relampagueantes. A todo esto, Luciano bajó la mirada y se retiró. No podía creer lo que me estaba pasando. Los amaba a los dos, incondicional y enteramente. Esa noche, ya no podía ocultar más lo que me sucedía: los quería a los dos, a mi lado... a los dos.

Me senté en una reposera y miré las estrellas. ¡Vaya belleza! Cayó una estrella fugaz… y luego otra… y otra. Una hermosa lluvia de estrellas coronaba mi noche.

De pronto, una mano dulce y tierna me tomó por la espalda. Me volteé a mirar. Era Ángel. Todo para mí. Me abrazaba como nunca antes lo había sentido. Mi cuerpo se tornó paz y armonía. Era feliz, sintiendo su corazón en mi espalda galopar con la dulzura más bella y pura.

Lo observé. Sonreí. Tomé sus manos como si fueran la flor más delicada, y nuestros rostros, juntos, parecían amarse más que a la vida misma.

—¿Pediste algún deseo?

—Sí, pero no te lo diré.

—No importa. Yo te voy a decir lo que pedí.

—Mira que dicen que si cuentas el deseo no se cumple...

—Voy a correr el riesgo.

—Como quieras. Yo te avisé.

—Deseé que siempre estemos así. Y que nada arruine este momento. Porque te amo más que a nada en este mundo.

Agaché la mirada.

—Ángel, yo…

—No digas nada. No lo arruines.

—En serio…

—¿En serio qué? ¿Me vas a decir que tu corazón miente?

—No, es que yo…

—Yo sé que también me amas. Puedo sentir cómo te pones nerviosa cuando me acerco. Puedo escuchar tu corazón, golpear como si quisiera escapar. Aunque no me lo digas, siento tu cuerpo y como te pongo, nada me puedes negar.

Su rostro se acercó lentamente al mío. Pude sentir sus labios tibios rozando mis labios tímidos, llenos de pasión. Mi corazón se detuvo por completo de tan rápido que latía. Mi estómago se revolvía con esos nervios de amor puro e infinito, ensordeciendo mi mundo, mi todo.

De pronto, una lágrima corrió por mi rostro. Era alegría... pura y entera.

Simplemente giré el rostro, y nuestros labios se separaron por completo.

—Perdóname, yo… —susurré.

—No te hagás drama —dijo Ángel—. Te entiendo... es por Luciano.

—Sí, estoy confundida, realmente. No sé qué me sucede.

—No te preocupes, hermosa. Te prometo que no volverá a pasar, a menos que vos así lo desees.

—Gracias. Realmente sos muy especial para mí. No quiero que te alejes, por favor.

—Yo nunca, pero nunca, me voy a alejar de vos. Te amo demasiado. No permitiré que te hagan daño, lo juro.

—Gracias. Te juro que no sé lo que me está pasando. Mi corazón está a punto de enloquecer. Realmente siente que sos la persona más bella de este mundo.

—Disculpame. Sé que te presiono a veces, como en este caso, demasiado. Pero tus labios ya probaron los míos, ¿te acordás? Fuiste tan tierna… Yo ya sabía que me amabas. Pero entonces tuvo que haber peligro para que lo mostraras. Ahora te prometo que no… solo voy a esperar a que vos lo desees.

—Gracias. Te quiero mucho. Mucho… en serio.

Él solo aceptó mis palabras y mi decisión, y continuó abrazándome como si fuera lo más bello de este mundo, sin decir una sola palabra más.

¿Qué hacer? ¿Cómo seguir con todo esto? pensaba mientras sentía su cálida respiración recorriendo mi ser. ¿Cómo hacer con tanto amor? ¿Cómo…?

En ese momento, Mística pasó por mi lado con su porte de dama fina.

—Hola. ¿Viste a mi novio?

—Sí, allá está. Justo en frente mío.

—Gracias. Mi amor me espera —dijo con cierta soberbia, y corrió hacia los brazos de Luciano.

Lo besó con tanta pasión que me hirvió el pecho de angustia. Él solo me observó… y con una mirada de dolor, la tomó de la cintura y la besó con amargura.

Bajé la mirada y seguí con mi vida.

Rafael, al ver todo eso, se acercó con ternura y me tomó del rostro.

—No te pongás mal. No bajes la vista ante nadie, y menos ante ella.

—Es que… la vi…

—Sí, yo también. Pero vos no tenés nada que envidiarle. ¿No la ves? Te tiene miedo.

—¿De qué hablás?

—Te teme. Tiene miedo de que le quites a su hombre. Es insegura.

—Yo la veo tan ella… tan importante. Imponente.

—Para nada. Por cada cosa que hace te observa, buscando tu reacción.

—¿En serio? La verdad… tenés razón.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.