El camino

El fin de semana llegó junto con el hermoso verano, que comenzaba a latir en todo su esplendor, dispuesto a entregarme—y entregarnos—el mejor verano de nuestras vidas. Esa siesta fuimos al barrio para encontrarnos con Elizabeth y los chicos, y preparar los últimos detalles de la fiesta de ese día.

—Hola, ¿cómo están? —saludó Elizabeth. —Joya —respondió Ángel—. Ahora vamos con los chicos a llevar el resto de la bebida. —¿Cómo la van a llevar? —Ya le avisamos a Edgardo. Va a llevarla en la moto. —Y… sí, está medio lejos. —Bastante. Ahora llevamos el resto de las cosas y nos vamos. Así aprovechamos la pileta y nos quedamos directamente hasta mañana. Así que, mujeres, carguen sus bikinis, que las paso a buscar. —Ok, de todos modos ya tenemos todo —respondió Mili. —Listo entonces. En un rato paso, ya hay varios en el camping. Y a caminar se ha dicho. —Listo, no hay drama. Te esperamos.

Como ya habíamos avisado en casa que volveríamos al día siguiente, solo teníamos que emprender el viaje junto a los chicos que quedaban en el barrio.

Emprendimos el largo camino hacia el lugar de nuestra tan deseada fiesta. Tanto trabajo les había costado a todos ellos poner en condiciones aquel camping solo para nosotros.

El camino se abría entre calles y largas rutas muy transitadas. Caminamos quizás una hora o más… aunque parecían segundos, porque el ir acompañados hacía toda la diferencia. El trayecto se sentía corto entre risas. No recuerdo de qué hablábamos, pero me imagino que era muy divertido para todos.

La ruta se abría en varios senderos, y el segundo de ellos se encontraba ilustrado con gigantescos árboles que coronaban la más hermosa de las naturalezas. El sonido total y puro de aquel desolado camino de tierra empedrada formaba un túnel que, de noche, no permitiría ver ni la sombra de tu propia mano junto a tu cara. Nos adentramos en él. El silencio, como tumba, helaba la sangre. Pero nuestras voces y risas traían calidez, y el eco multiplicaba la alegría. De pronto, uno que otro susto coronaba el trayecto entre carcajadas y alboroto: ellos no perdían tiempo en hacernos bromas.

—¿Escuchan eso? —dijo Ángel, deteniéndose. —¿Qué? ¿Qué? —replicamos todas, asustadas. —Son como pasos… Paren, silencio… No se escucha nada. A ver, sigamos. ¡Ahí está de nuevo! ¡Alguien nos está siguiendo! —¿Qué? ¿Dónde?

En ese momento, la preocupación se mezclaba con desesperación, y ¡zas!, alguien tomaba a alguna por los tobillos. Los gritos, entremezclados con carcajadas, se adueñaban del dulce sonido del silencio. Más adelante, otros se escondían detrás de algún árbol, y al pasar unos cuantos metros, nos asustaban por detrás.

Después de tanto caminar, llegamos a unos hermosos pilares. Mauricio estaba arriba, moviendo los brazos como si fuera el mismísimo *"Uñudo",

—¡Soy el Uñudo! —gritaba, haciendo ruidos extraños con la boca.

Todos estallamos en carcajadas. No esperábamos tal recibimiento. Llegamos a una tranquera muy amplia, cerrada, que esperaba por nosotros para abrirla. A lo lejos se escuchaba una música leve—muy leve—señal de que ya estábamos cerca del lugar.

*La leyenda del Uñudo se refiere a un ser demoníaco con largas garras que forma parte de la fauna del terror del folklore argentino, específicamente en algunas zonas de la Patagonia y el norte del país. Aunque no hay una única versión de su historia, se le describe como una criatura que acecha en la oscuridad, siendo una de las entidades sobrenaturales que integran el imaginario popular junto a otros mitos como el Chonchón y el Cuero Uñudo.

Características y apariciones:

• Parte del folklore terrorífico: Es una de las entidades que componen el conjunto de seres sobrenaturales y temibles que se mencionan en las leyendas de la región.

• Un ser demoníaco: Se le asocia con la figura de un "cuero uñudo" o "cuero del agua".
• Largas garras: Su característica más distintiva son sus garras.
• Aparición en lugares oscuros: Se dice que aparece en lugares desolados y solitarios.