El camping

Al entrar en aquel recinto, te encontrabas con el césped cortado a la perfección, con pequeños quinchos que bailoteaban sobre las claras arenas, cruzando por aquellas canchas de vóley y fútbol playero, perfectamente ubicadas. Al frente de ellas, unos hermosos edificios se posaban con pequeñas ventanas y perfectas tejas que decoraban los espaciosos baños, cubiertos de cerámicos de muy fina calidad.

Al frente, un hermoso camino de piedras nos indicaba el rumbo hacia las piscinas, de un celeste cielo impecable, listas para nosotros. De pronto, unos ventanales rodeados de árboles rectos y perfectos se alzaban sobre un paisaje verde; entonces, la música comenzaba a colarse más intensamente por nuestros oídos, al igual que el vibrar de los vidrios que se presentaban bajo aquel techo de tejas rojas, perfectamente combinado con el manto blanco de las paredes vidriadas, que hacían aún más hermosa la vista.

Faroles dispersos por aquel camino de piedras acompañaban todo ese esplendor, junto a fantásticos bancos de plaza blancos, colocados bajo cada farola, sobre ese verde tan único, tan especial, formado por tupidos y perfectos ligustrinos, de la mano con coloridas rosas. El paisaje no podía ser más perfecto. Más dispuesto a esconder a los más apasionados amantes, cómplices de la luna y del fresco amanecer de aquel verano.