[ANNIE]
El lunes, cómo siempre, desperté temprano para ir a la universidad. Tenía clases las primeras dos horas y horas sociales en la biblioteca el resto de la mañana. Luego tenía que ir al restaurante a lidiar con el cambio repentino de Mercer y como era costumbre desde el sábado, huir de la presencia de Jay.
¿Por qué lo hacía? No tenía la menor idea. Solo sé que parte de aquel sentimiento amargo al verlo era por aquella chica. Supongo que no quería sentir que era la Cristina Peterson en la vida de alguien. Al menos así lo asoció mi mente después de ver aquella chica de su brazo un día después de que Jay y yo, bueno… nos diéramos aquel beso.
Uh-uhm, sí pues, todo marchaba muy bien, si ignoraba todo lo acontecido el sábado, que no quise salir al mundo exterior el domingo y que no había dormido bien ninguna de las dos noches anteriores por el golpeteo de una cama contra el respaldo de la pared en el apartamento de la par.
Ah, sí, hablando de eso… No, Cristina y ese idiota no me habían visto, gracias al cielo, porque esperé casi dos horas en mi escondite para salir, una vez terminaron con la mudanza de la chica.
Obviamente era de ella. Elder en su vida viviría en un lugar como este. No con la vanidad y el orgullo que se cargaba como heredero legítimo de la familia Williams.
Cargo que ni siquiera tuvo que haber sido de él.
Durante ese tiempo mi teléfono sonó tres veces. Era Jay, pero como repito, yo no sería la Cristina Peterson en la vida de aquella chica y tenía que alejarme de Jay de ahora en adelante. Tampoco dejaría que él se convirtiera en un Elder Williams. Pasé tirada tras la pared del elevador tanto tiempo que mis pompas se acalambraron y el portero, al hacer su ronda y verme ahí, me preguntó si estaba ebria, porque daba un aspecto de asco.
Esa noche no pude dormir, cómo ya mencioné antes por la pareja de traidores de la par, y porque en mi mente seguía procesando tanto las palabras de Mac, cómo la imagen de Jay con aquella chica y a eso le sumaba… el recuerdo que tuve de Keisi el día de aquel accidente.
Aquello fue lo último que terminó por drenar la poca fortaleza que tenía. Me sentía cada vez más sola.
Más miserable.
No me acuerdo a qué hora del día domingo me levanté a comer, o sí comí. Creo que ni siquiera me bañé. Solo sé que luego sería Lunes y después de salir del restaurante tenía que ir a la primera capacitación de la empresa, dónde todo mi pasado me atacaría de nuevo y dónde volvería, cómo era muy probable, ver de frente a Elder Williams.
☆゜・。。・゜゜・。。・゜★
—¡¿De cuál psiquiátrico te escapaste?! —Exclamó Priscila, la encargada de la biblioteca, al verme llegar con el cabello suelto y sin una sola gota de maquillaje, reluciendo mis ojeras de dos días y mi humor de viejito.
No le importó siquiera que en la biblioteca no se pudiera alzar la voz. Las reglas a ella le resbalaban por el arco del triunfo según ella decía, y le creía. Justo en ese momento estaba apagando un cigarrillo en la tapa dura de uno de los libros más solicitados de la facultad de economía.
—¿De verdad tan mal me veo?
—Al menos eres consciente, chica —hace una mueca y regresa su mirada a la novela que estaba leyendo antes de que yo llegara —. ¿Ya sabes dónde serán tus prácticas?.
¡Urgh!
—Sí, pero no me lo recuerdes.
—¿Por qué? Dicen que el jefe está bueno…
Si no estuviera escondiendo su rostro en el libro, podría asegurar que está haciendo muecas morbosas en ese momento.
Dudo mucho que estuviera hablando del señor Williams, pues era un anciano de muy avanzada edad y tampoco creo que se refiera a Jeremy. Él apenas aparecía en la empresa y su abuela, el señor Williams, trataba la manera de ocultarlo del ojo público por todos sus escándalos con mujeres. El único que fungía como imagen de los Williams era Elder y de él era de quién menos quería escuchar algo.
Bufé malhumorada y tome una canasta de libros que estaba en el mostrador para colocarlos de nuevo. No me sentía bien ya que por la tarde tendría que lidiar con ver a Jay de forma incómoda y por la noche cruzarme (era muy posible) con Elder, quería que al menos ese rato de la mañana fuera posible.
No obstante, no fue posible tampoco. No cuando Priscila, que parecía estar más al tanto del conglomerado familiar que yo, habló.
—Es una empresa interesante. Según los medios. Aunque si me lo preguntas, creo que pronto dejará de ser tan importante.
Sin duda eso que dijo llamó mi atención.
—¿Por qué lo dices?
—Claro. Ahora sí te muestras interesada. ¿De verdad te gusta el chisme?
—¡Es en serio!
Soltó el libro que estaba leyendo y me miró con cierta morbosidad, cosa que a ella la definía y mucho.
—Pues porque su dueño se está muriendo y el socio más cercano está enfermo… Al menos eso dicen.
Mi corazón da un vuelco.
El socio más cercano…
¿Mi papá?
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Años Antes
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[ANNIE, 12 AÑOS]
—Lo lamentamos mucho.
Me quedo quieta y en silencio unos pasos detrás de mis padres. Tengo frío y estoy temblando. No me salen las palabras y creo que lo mejor es que mi presencia no se haga notar. Papá me dijo que me quedara en silencio y no dijera nada de nada. Según él, mi presencia incomoda mucho a los señores Williams. Tengo las manos juntas y mi mirada permanece en el piso alfombrado de color crema suave. Color que ahora me parece triste y apagado.
Por el rabillo de mi ojo veo a Elder sentado en una esquina, detrás de sus padres, con su mirada también en el piso, totalmente perdida en el vacío. Un vacío que llena la habitación hoy más que nunca, junto al silencio de la persona que ya no estará más a nuestro lado.
Aprieto los ojos y los dientes al sentir como el dolor se apodera de mi pecho y me inunda por completo. Mis puños también están apretados y ¿Para qué? Cuando necesitaba aquella fuerza, me abandonó.